Pogacar extiende su imperio a las Ardenas


Sólo cuatro ganadores del Tour de Francia habían ganado hasta hoy la Amstel Gold Race. Hasta hoy, porque Tadej Pogacar ha vencido la clásica cervecera que inaugura el tríptico de las Ardenas con un nuevo recital. El caníbal del siglo XXI sigue asombrando al planeta ciclista en cada carrera. A sus 24 años, porque pese a su salvaje palmarés conviene recordar que el ciclista esloveno sigue siendo insultantemente joven, Pogacar ha sumado hoy una nueva victoria, la undécima del año, y lo ha hecho a su manera, destrozando a todos sus rivales. 


Hay quien dice que Pogacar está gastando demasiada energía en este inicio de temporada y que eso le puede pasar factura en el Tour de Francia, su gran objetivo del año. Creo que son los menos, pero haberlos, haylos. Sin embargo, lo cierto es que Pogacar comprende bien que el Tour es importantísimo, claro, pero que el ciclismo va más allá del mes de julio en las carreteras francesas. Entre los infinitos méritos del corredor esloveno está que sabe apreciar la leyenda y la historia de otras carreras, en especial, de las grandes clásicas. Le concede al Tour la trascendencia debida, pero quiere dejar su huella en todos los territorios. Se acabaron los tiempos en los que los vueltómanos sólo pensaban en el Tour, llegó el imperio de Pogacar, el bendito ciclismo moderno. Esa ambición más allá del Tour es la que engrandece a Pogacar y le hace engrandecer el ciclismo. 


Hoy, como siempre, como en cada carrera en la que participa, Pogacar ha sido decisivo. Allí donde corre es la referencia, el hombre a seguir, el gran agitador de la prueba, el máximo favorito a todo. A más de 85 kilómetros del final, en el primer paso por el Cauberg, Pogacar formó un corte junto a Deletrre, Geniets, Healy, Juul Jensen, Kron, Livyns, Lutsenko, Pacher, Pidcock, Sheffield, Sobrero, Van der Berg, Van der Sande, Vermeersch y Zingle. El Trek, el Bahrein y el Jumbo-Visma tiraron del pelotón.


Hay pocas situaciones de carrera más emocionantes que la que se vivió a partir de ese momento, ya que durante unos cuantos kilómetros el grupo principal ha mantenido a los escapados a medio minuto, no más, pero tampoco menos. No logró echar abajo la fuga. Fue una persecución apasionante. Hubo una caída a 50 kilómetros en el pelotón que detuvo en cierta medida el ritmo del gran grupo, pero enseguida aceleró Mollema y luego atacaron Schelling y se pegó a su rueda Trentin, coequipier de Pogacar que controló muy bien cada movimiento del pelotón


Para añadirle épica a lo que estaba por venir, Pogacar fue con una rueda pinchada, o concretamente con baja presión, cerca de 40 kilómetros y cambió de bici a 39 de meta. A 36 atacó el esloveno y sólo pudo responder a su ataque Pidcock. Al poco se unió a ellos Healy. Fue el primer aviso. En el Keutenberg, a 28 kilómetros del final, volvió a demarrar Pogacar y ahí sí soltó al corredor del Ineos. Fue impresionante. Se vio como Pidcock reventaba. Es imposible seguir el ritmo del esloveno, que se marchó en solitario hacia la gloria. 


A 13 kilómetros del final Healy descolgó a Pidcock en la lucha por la segunda plaza. poco después, un coche de carrera se puso delante de Pogacar, demasiado cerca, durante algo más de un kilómetro. Fue un error bastante impresentable de la organización, porque el corredor se pudo aprovechar de su rebufo, pero no tuvo la menor influencia en la victoria. No es honesto afirmar lo contrario. El joven Healy, sobresaliente, entró segundo en solitario, un muy meritorio puesto. A Pidcock, que llegó reventado, casi se le escapa ña tercera plaza del podio, pero la falta de entendimiento entre Kron y Lutsenko, que llegaron a la línea de meta guardando fuerzas, permitió que el corredor del Ineos al menos se llevara el premio de estar en el podio, más que merecido tras su gran rendimiento hoy. 


Pogacar buscará ahora seguir escribiendo historia del ciclismo con su asistencia a la Flecha Valona del miércoles y después con la Lieja-Bastoña-Lieja. Los retos le atraen, tiene una insaciable sed de victoria y se divierte como pocos encima de una bicicleta. Es uno de los mejores corredores de todos los tiempos y somos muy afortunados de poder verlo en acción. Disfrutémoslo. 





En la Amstel Gold Race femenina hemos asistido a otra exhibición, pero en este caso colectiva más que individual, la del equipo SD Worx, que está mandando con mano de hierro esta temporada. La carrera empezó con la escapada de Amialiusik, Brand, Eric, Fisher Black, Labous, Paladin, Stultiens, Verhulst y Vos. Hubo un ataque desde muy lejos de Annemiek Van Vleuten en una de las pocas carreras que nunca ha ganado. A 83 kilómetros de meta saltó la ciclista neerlandesa del Movistar, antes incluso de que empezara la cobertura televisiva de la prueba, pero no cuajó ese movimiento. Puso a su equipo a controlar el grupo en persecución de la escapada, en la que quedaron por delante  Brand y Stultiens. 


Lorena Wiebes aceleró con mucha potencia en las primeras rampas del penúltimo paso por el Cauberg, pero fue alcanzada poco después. Sí abrió algo más de hueco Kristen Faulkner. Precisamente Wiebes cerró el hueco con ella a 16 kilómetros del final, ya en la última vuelta al circuito. Soraya Paladin atacó después. A menos de 14 kilómetros para el final aceleró Van Vleuten. Luego Bredewold. Ataques constantes. A 8 de nuevo se movió Paladin. Grace Brown la alcanzó. Demi Vollering lanzó un ataque en el momento justo y sumó su tercera victoria del año tras la Strade Bianche y A Través de Flandes. Su compañera Lotte Kopecky redondeó la fiesta de su equipo al terminar segunda, y Shirin Van Anrooij completó el podio.

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