Recuerdos ciclistas (XXXV): La resistencia numantina de Voeckler

Puede que Thomas Voeckler sea recordado, sobre todo, por su histrionismo, por su excesiva gestualidad, por su concepción algo teatrera del ciclismo. Se lo ganó a pulso, sin duda. Pero Voeckler fue algo más que ese ciclista que siempre tenía una mueca lista para cuando la cámara le enfocara, y se retiró hace tres años con un palmarés nada desdeñable. Su gran éxito deportivo, sin duda, fue llegar a vestir el maillot amarillo de líder del Tour de Francia, un hito para cualquier corredor del pelotón, no digamos ya para un ciclista francés. Ganó cuatro etapas del Tour, que no es poca cosa, pero por lo que será recordado es por su resistencia numantina con el maillot amarillo en las ediciones de 2004 y de 2011. 


Fue en la quinta etapa del Tour de 2004 cuando un por entonces muy joven y muy poco conocido por el gran público Thomas Voeckler se situó líder de la carrera francesa. Fue gracias a una escapada consentida por el pelotón, que aventajó al gran grupo en más de 12 minutos. Aquella etapa la ganó Stuart O'Grady, pero el premio gordo se lo llevó Voeckler. Parecía algo anecdótico, la clásica historia de un ciclista menor que se enfunda el maillot amarillo y libera de responsabilidad al equipo del gran favorito, por entonces, claro, Lance Armstrong

Pero Voeckler conservó el liderato más tiempo del que muchos pensaban. Armstrong llegó a decir que lo veía como rival para ganar la carrera. No llegó a tanto, pero no fue hasta la decimoquinta etapa, una exigente jornada alpina, cuando Armstrong recuperó la túnica sagrada de líder, su segunda piel aquellos años en el Tour. El joven francés resistió cuanto pudo, pero terminó aquel Tour en la decimoctava posición. 

La historia se repetiría siete años después. Para entonces, en el Tour de 2011, Voeckler había ganado ya unas cuantas carreras más. Era un ciclista mucho más asentado. Seguía siendo demasiado teatrero, pero ya pocos discutían  que era un nombre a tener en cuenta en las pruebas en las que participaba, porque debajo de ese postureo había un corredor combativo dispuesto a dar batalla en cuanto se le presentara la ocasión. 

Una vez más, Voeckler se metió en una escapada. Era la etapa novena del Tour. No se llevó el triunfo parcial, ya que la etapa la ganó Luis León Sánchez, pero sí logró ponerse líder. Otra vez vestido de amarillo en julio en Francia, otra vez centro de todas las miradas. Igual que en 2004, pero ya mucho más veterano. En aquella edición de 2004, Voeckler resistió de líder diez etapas. En esta de 2011 fueron justo los mismos días los que vistió de amarillo, diez, sólo que, al ponerse al frente de la clasificación en la novena etapa, llegó a soñar con ganar la carrera. 

Si el gran rival de Voeckler en 2004 fue Armstrong, en 2011 se enfrentaba, entre otros, a Alberto Contador, Andy Schleck y Cadel Evans. Se defendió cuanto pudo el francés, aguantó las más exigentes ascensiones, dio esperanzas a los franceses, deseosos de ver a uno de los suyos ganar la carrera de casa. Pero en la antepenúltima etapa, cuando ya soñaba con la victoria, no pudo seguir el ritmo de sus rivales y se cebó intentando conservar el liderato, pero nada pudo hacer por salvarlo. Aquel día, en una jornada con final en Alpe d'Huez, la victoria fue para Andy Schleck, y el Tour se lo terminaría llevando Cadel Evans. Pero, sin duda, uno de los recuerdos más especiales que nos dejó fue esa resistencia numantina de Voeckler, el corredor de los gestos excesivos, sí, pero también el notable ciclista. 

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