La fiesta parisina de Pogačar


París ha vuelto a ser una fiesta. El Tour de Francia ha terminado hoy en la capital francesa, aún con la sensación de asombro y conmoción en todos los aficionados al ciclismo, tras la gesta de Tadej Pogačar en la contrarreloj de ayer. 


Hace unos meses nadie podía asegurar que este año fuéramos a poder disfrutar del Tour y hace tres semanas, cuando comenzó esta aventura, nadie podía garantizar que la ronda francesa terminara sin incidentes, por culpa del coronavirus. Pero aquí está el pelotón, con París menos concurrida y animada que otras veces, pero siempre París, bellísima, inigualable, soberbia. El mejor escenario para el paseo triunfal de Pogačar por los Campos Elíseos. 





Toda la ciudad, como siempre, se ha volcado con el Tour, que es la mayor carrera ciclista del mundo, sin comparación posible con ninguna otra, pero que es mucho más que una carrera ciclista. Como tal lo entienden las autoridades y los ciudadanos franceses. Las cuentas de Twitter de todos los monumentos parisinos (la Torre Eiffel, el Arco del Triunfo, el museo del Louvre...) le daban la la bienvenida al Tour, igual que la patrulla aérea del ejército francés, que tiñó el cielo de París de los colores de la bandera francesa y compartió una maravillosa imagen aérea de Paris. Lo dicho, el Tour es mucho más que una carrera ciclista. 


París ha sido una fiesta, concretamente, la fiesta de Pogačar, el ganador más joven del Tour de Francia desde 1904, que mañana cumplirá 22 años. El ciclista esloveno ha recibido las felicitaciones de todo el pelotón, empezando por Primoz Roglic, que ha encajado la derrota de ayer con enorme deportividad. Ha sido el primer en felicitar a su compatriota en los kilómetros iniciales de la etapa de hoy, que ha sido la clásica sesión de fotos de todos los años. Dicen de Pogačar que es disfrutón, que se toma en serio su profesión, por supuesto, pero que no sufre por la presión ni vive angustiado ni más obsesionado de la cuenta, todo lo contrario. Insultante juventud, admirable actitud vital. Hoy ha disfrutado de las felicitaciones y los gestos de todo el pelotón, rendido a los pies del nuevo rey del Tour de Francia.


He disfrutado mucho este Tour. Muchísimo. Por supuesto, la gesta de ayer le hace entrar directamente en la historia y ya poca discusión más puede haber. Pensábamos que el Tour de este año iba a ser recordado porque se ha disputado en septiembre y más bien lo será por la hazaña de Pogačar, de esas que sólo se ven cada muchos años, décadas, incluso. 


El triunfo de Pogačar ha marcado multitud de récords. Además de su precocidad, el más joven ganador de la carrera en 116 años, también es el ciclista más joven de todos los tiempos en ganar la clasificación de la montaña, el más joven en 86 años en ganar tres etapas en una edición de la carrera y el más joven en 37 años en vestir el maillot amarillo, como explica Cafe Roubaix en Twitter. Un fuera de serie. Un corredor de leyenda con todo el futuro por delante, que ha protagonizado una gesta colosal y que entra en el Olimpo de este deporte por la puerta grande. A pocos ganadores del Tour recuerdo haber visto disfrutar y reír tanto en el último día, saboreando cada instante. 






La etapa final de París es siempre una fiesta, no sólo para el ganador, sino también para los vencedores de las otras clasificaciones, como el Movistar, mejor equipo, que también festeja el meritorio quinto puesto de Enric Mas. O Marc Hirschi, otro de los nombres propios de la carrera, elegido el más combativo. O Sam Bennett, claro, vencedor de la clasificación de la regularidad tras ganar a Peter Sagan el duelo diario por el maillot verde, y ganador también de la etapa de hoy tras un soberbio sprint en el que ha vencido a Pedersen y al propio Sagan. También ha tenido su momento de gloria Richie Porte, tercero en el podio final. Igual que Schachmann, Swift, Van Avermaet y Perichon, componentes de la escapada del día. 






Por cierto, aprovechando el escaparate mundial que supone esta etapa final de París, los ciclistas han llevado hoy en la salida de la etapa mascarillas como mensajes contra el racismo, algo que tristemente sigue siendo necesario. Son muy de agradecer gestos como este. 


Y así se escribió la historia, como siempre, con el Tour terminando en París, dando por concluido el verano justo al paso de las bicicletas por la capital francesa, como dejó dicho Dalí. En medio de tanto ruido y tanta inquietud, de tantas malas noticias y tanto dolor generado por la maldita pandemia, es delicioso constatar un año más que, como dice la canción, París siempre será París. Y el Tour, también. Vive le Tour! 

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