Van der Poel gana su primer monumento y Kelderman persigue su primera gran vuelta




Dicen que las comparaciones son odiosas y el hecho de que las clásicas y las grandes vueltas se solapen en el calendario este año raro nos lo recuerda con nitidez. No, no hay que hacer comparaciones y cada carrera tiene su encanto, pero es muy difícil superar la emoción y el espectáculo de una gran clásica, en la que todo se tiene que decidir en el día, en la que nada se puede dejar para mañana. Hoy el Tour de Flandes ha coincidido con la decimoquinta etapa del Giro. Y, sí, las comparaciones son odiosas, pero qué extraordinarios son los monumentos. Sobre todo, el Tour de Flandes, De Ronde, para muchos amantes del ciclismo, la mejor carrera del año. Lo mejor es que no hace falta elegir, podemos disfrutar, y disfrutamos, de todo el ciclismo. 


Así que vamos por partes. A las diez menos veinte de la mañana comenzó el Tour de Flandes, el último monumento de este año, que se presentaba como un duelo entre Mathieu Van der Poel y Wout Van Aert. Dos enemigos íntimos, dos prodigios, dos ciclistas soberbios cuyas carreras avanzan en paralelo y que se vigilan y se retan desde juveniles. Los dos partían como los grandes favoritos para ganar la clásica y los dos llegaron juntos y se disputaron el triunfo en un sprint soberbio en el que ganó por la mínima Van der Poel. Es el primer monumento de su palmarés. Así que el Tour de Flandes terminó con la batalla prevista entre los dos grandes favoritos, pero antes de ese precioso desenlace se vivió una jornada magnífica de ciclismo. 


Los primeros protagonistas del día fueron los componentes de la escapada inicial, donde entraron Batistella, Mühlberger, Peyskens, Van den Bossche, Van Hoecke y Van Poppel. También fue protagonista, por cierto, a su manera, Tom Van Asbroeck, que se paró a saludar a familia en el tramo inicial de la carrera.


A falta de 109 kilómetros para el final lanzó un ataque infructuoso Boasson Hagen. Desde entonces se sucedieron los ataques, con constantes cortes y aceleraciones. Lo probó Walscheid, compañero en el NTT de Boasson Hagen, que tampoco llegó muy lejos con su intento. A su altura llegaron Kwiatkowski y Stybar, pero no hubo entendimiento. Tampoco abrió hueco Petit, que atacó en solitario.


Asgreen trabajó para Alaphilippe en la tercera ascensión al viejo Kwaremont e hizo una selección en el grupo. Hubo un corte con Van Baarle, Devenys y Alaphilippe, que no cuajó. Se siguieron sucediendo los ataques. Lo provocaron Bardet y Van Baarle, pero ellos tampoco triunfaron en su empeño. Y entonces llegó el show de Julian Alaphilippe en el Koppenberg, donde lanzó un brutal ataque. Para gustos están los colores, claro, pero a veces me pregunto cómo es posible que hay alguien que no admire al francés. El campeón del mundo es un ciclista valiente, entregado, atrevido, talentoso. Hay quien lo menosprecia por su gestualidad, sin reconocer su enorme genialidad. El caso es que fue Alaphilippe quien provocó el corte definitivo a falta de 40 kilómetros para el final. A su rueda se fue Van der Poel, primero, y después Van Aert.


En el momento en el que se formó ese tercero parecía claro que nadie les daría caza. Los tres colaboraron y ampliaron su ventaja. De los cuatro corredores que perseguía al grupo cabecero, dos eran compañeros de Alaphilippe en el Deceuninck-Quick Step (Asgreen y Lampaert) y los otros dos, Bettiol y Madouas, no fueron capaces de echar abajo la escapada. Demasiado nivel por delante. 


Por desgracia, Alaphilippe sufrió una terrible caída tras chocar con una moto. Sus alaridos de dolor fueron desgarradores. El ciclista que siempre da espectáculo, el que no negocia el esfuerzo, el que desató las hostilidades y rompió la carrera, se quedaba fuera y se despedía del año de la peor manera posible. Iba camino, como mínimo, de conseguir un podio en su primera participación en el Tour de Flandes y terminó retirado con mucho dolor. Así de injusto es a veces este deporte. 


Quedaron en cabeza Van der Poel y Van Aert, los enemigos íntimos, y la victoria se la llevó Van der Poel esta vez. Fue un sprint largo y lleno de potencia, con la calidad que desprenden a borbotones magos ciclistas. 




Cuando terminó el Tour de Flandes, y sólo entonces, lo reconozco, empecé a ver el Giro. En la etapa de hoy, con final en Piancavallo, ha habido diferencias importantes entre los hombres fuertes de la general. De los miembros de la escapada (Vendrame, Chirico, Boaro, Padún, Navarro, De Gent, Holmes, Samitier, Vilella, Dennis y Visconti), el que más resistió en cabeza fue Dennis, quien intentaba resarcirse de la derrota de ayer en la contrarreloj ante Ganna, pero por detrás el grupo de los favoritos llegaba a mil por hora. 


El Sunweb marcaba el ritmo, así que ya se preveía que Wilco Kelderman atacaría, o al menos, intentaría sacar tiempo a sus rivales. A 9,6 kilómetros de la meta se quedaron Pozzovivo y Fuglsang y poco después se descolgó Bilbao. A 8,8 se quedó Nibali. Definitivamente, sí, la etapa de hoy iba a ser importante. 






Hamilton y Hindley hicieron un excepcional para Kelderman y fueron eliminando a sus rivales uno tras otro. Sólo Geoghegan aguantó a la rueda de Hindley y de Kelderman a siete kilómetros. Almeida, con una enorme cara de sufrimiento, luchó hasta el final por conservar la maglia rosa y lo consiguió por la mínima. La etapa se la llevó un soberbio Geoghegan, que arrasó a Kelderman en meta. Es la quinta victoria de etapa del Ineos en este Giro, tras las tres de Ganna y la de Narváez, quien hoy sufrió una caída.


Hasta ahora, la mejor posición de Kelderman es la cuarta plaza que logró en la Vuelta a España hace tres años. También fue séptimo en la Vuelta del año pasado y en el Giro de 2014. Pero hasta ahora nunca había tenido opciones reales de ganar una gran vuelta. Sin duda, sí está en condiciones de ganar el Giro. Porque es el más fuerte de los hombres de la general y porque tiene un equipo extraordinario. El Sunweb, que se lució en el Tour ganando etapas y animando la carrera casi a diario, se centra en el Giro en luchar por la victoria final. Y tienen posibilidades de conseguirlo. 


Tras la etapa de hoy, en la que Kelderman sacó tiempo a todos sus rivales, Almeida conserva el liderato pero sólo con 15 segundos de ventaja sobre el neerlandés. Tras lo visto hoy, sin duda, Kelderman es el hombre a seguir. Eso no quiere decir que el Giro esté sentenciado, naturalmente. Es más, sigue totalmente abierto y no hay que olvidar que la última semana de la corsa rosa presenta varias etapas de una exigencia enorme, con desniveles de 5.000 metros. Si algún ciclista quiere intentar darle la vuelta a la carrera tendrá recorrido de sobra, pero tendrán que luchar mucho para desbancar a Kelderman. 


Hindley, gregario de lujo de Kelderman, es tercero en la general a 2:56 de Almeida, Geoghegan es cuarto a 2:57, Bilbao es quinto a 3:10, Majka es sexto a 3:18, Nibali es septimo a 3:29, Pozzovivo es octavo a 3:50 y Konrad es noveno a 4:09. Son diferencias importantes, pero, insisto, la última semana de Giro puede pasar de todo. Kelderman está ante la oportunidad de su vida de ganar una gran vuelta. Veremos hasta qué punto sus rivales pueden ponerlo en dificultades. 




Tras la etapa del Giro aún quedará una carrera más por disfrutar en este domingo glorioso de ciclismo. Y no era una carrera cualquiera: el Tour de Flandes femenino. Se suele disputar antes de la prueba masculina, pero esta vez de corrió después y fue el fin de fiesta perfecto del día. 


La prueba se resolvió en la última ascensión al viejo Kwaremont. Hasta allí había llegado un grupo de una veintena de ciclista, entre las que estaban todas las grandes favoritas a la victoria, como Van der Breggen, Van Vleuten, Longo Borghini, Pieters,  Ludwig, Brennauer y Stephens, entre otras. 


En un momento de indecisión atacó Chantal van den Broeck-Blaak. La corredora neerlandesa, campeona del mundo en 2017, pilló por sorpresa a todas las favoritas. Abrió hueco y ninguna de sus adversarias pudo darle caza. Hasta ahora, su única victoria este año había sido Le Samyn des Dames y ahora conquista el solitario y a lo grande un monumento. Final magnífico para un gran día de ciclismo en el que hemos disfrutado de una gran clásica y de una etapa preciosa de una vuelta de tres semanas, porque las comparaciones son odiosas y, además, no hace falta elegir. 

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