Se hará raro esta tarde no ver escapadas, ataques ni sprints. Extrañaremos los paisajes de Francia, las imágenes desde el helicóptero, las entrevistas a los ciclistas del Tour en la salida. Echaremos de menos esa interminable sucesión de historias que es una gran vuelta por etapas, en la que siempre pasan muchas cosas cada día. Es turno de hacer balance de este Tour, el segundo de la era de Tadej Pogacar, una edición impresionante que quedó sentenciado en la octava etapa, sí, pero que no por ello dejó de ofrecer espectáculo y emoción hasta el final. No por el maillot amarillo, que tuvo claro portador desde muy pronto, pero sí por muchos otros duelos que componen la Grande Boucle.
La primera semana del Tour fue la mejor de la historia reciente de esta carrera. Tristemente, estuvo marcada por las caídas, empezando por aquella que provocó una espectadora imprudente el primer día y siguiendo por la que dejó fuera de la carrera a Primoz Roglic, quien hizo todo lo posible por continuar, pero que perdió todas sus opciones en la general tras aquel golpe que cambió sin duda el futuro del Tour. Más allá de las caídas, provocadas en su mayoría por la tensión de la primera semana de carrera, fueron unos días de ciclismo apasionante, aguerrido, el propio del ciclismo moderno de esta generación de corredores jóvenes fuera de serie, que no controlan ni reservan, que se divierten encima de la bici y divierten así a los espectadores. En contra de los agoreros y los lastimeros que añoran tiempos pasados, que rara vez fueron tan gloriosos como creen recordar, creo que tenemos mucha suerte de ser aficionados al ciclismo en estos años, con tantas estrellas y tantos jóvenes osados. Este Tour nos ha vuelto a recordar que el ciclismo moderno no son sólo pinganillos ni potenciómetros, sino también ataques alocados y brillantes de Van Aert, Van der Poel o Pogacar.
Fue la primera semana del colosal triunfo de Julian Alaphilippe en la primera etapa, lo que permitió al campeón del mundo vestirse de amarillo. La de la victoria de Mathieu Van der Poel en la segunda etapa, con final en el Muro de Bretaña, que además de su espectacularidad estuvo acompañada de una emoción especial, ya que suponía que el nieto de Poulidor podía ponerse líder del Tour y portar el maillot amarillo, algo que su añorado abuelo no logró nunca. Fue también la primera semana en la que todo un líder del Tour, el propio Van der Poel, ejerció de lanzador de su compañero Tim Merlier, ganador de la tercera etapa, y en la que Mark Cavendish empezó a acercase al récord histórico de triunfos de etapa en el Tour, que poseía un tal Eddy Merckx, uno de los grandes atractivos de la carrera a lo largo de sus tres semanas.
Lo más trepidante de esa primera semana de Tour, en la que Pogacar aprovechó la primera contrarreloj para sumar un triunfo de etapa y dejar claro desde bien pronto quien mandaba en esta carrera, fue la séptima etapa, aquella en la que Van der Poel y Van Aert, atacando desde lejos, convirtieron el Tour en un monumento. Fue la etapa más larga del Tour en 21 años y una de las más emocionantes que se recuerdan. Ninguno de estos dos genios ganó la etapa, que se llevó Matej Mohoric, doble ganador de etapa en este Tour, pero ellos dos fueron los grandes protagonistas de ese festival, de esta celebración del ciclismo moderno. Eran primero y tercero en la general y atacaron desde lejísimos sin pensar en nada más. La imagen de ambos mirándose y sonriendo ante la que estaban liando es una de las que quedará en el recuerdo de este Tour.
Un día después, en la octava etapa, primera cita seria con la montaña, Pogacar sentenció la carrera. Fue un descomunal golpe de autoridad que le permitió aventajar en más de cuatro minutos a todos los aspirantes a ganar la carrera, que desde ese momento pasaban a ser aspirantes al segundo puesto, lo máximo que podían lograr siendo realistas. Desde entonces, empezó otra carrera, en la que ya no se discutía quién ganaría el Tour y en la que el ciclista esloveno aprovechó cada ocasión que se le presentó para volver a alzar los brazos y remarcar su autoridad. Se llevó otras dos etapas, en el Col du Portet, donde impresionó su ansiedad por lograr ese triunfo de etapa, y en Luz Ardiden.
Sólo paso mínimamente apuros, y ni siquiera se puede calificar así, en el Mont Ventoux, aquella etapa portentosa que ganó Van Aert, ahora vamos con él, y en la que Jonas Vingegaard descolgó al esloveno. Pogacar no se puso nervioso y terminó cazándolo en el primer descenso del coloso alpino. No tuvo consecuencia esa mínima debilidad del líder, que en todo caso no tenía ninguna necesidad de seguir la rueda de Vingegaard, en la que algunos quisieron ver una grieta inexistente en el poderío del ciclista que está llamado a marcar una época en este deporte. No faltan quienes acusan a Pogacar de todo, sin prueba alguna, pero creo que es un líder que despierta admiración por su juventud y por su forma atrevida y alegre de correr. No siento que despierte la antipatía que despertaban otros grandes dominadores en el pasado reciente de este deporte. El tiempo día hasta dónde llega Pogacar pero, cuando surge un gran campeón así, lo más inteligente y lógico es disfrutar de él lo máximo posible. Es un ciclista descomunal, que puede romper todos los registros históricos de este deporte.
Para mí, tras Pogacar, el gran protagonista de este Tour ha sido Wout Van Aert. Como decíamos ayer, lo que ha logrado no es de este mundo, está fuera de lo que se puede esperar de cualquier otro corredor. Dinamitó la carrera en aquella memorable séptima etapa convertida en un monumento y, cuando ya Van der Poel se había retirado para preparar los Juegos, en los que también estará el belga, aún le quedaron fuerzas a Van Aert para ayudar en todo momento a Vingegaard, brillante segundo clasificado final de la carrera; ganar la etapa con la doble ascensión del Mont Ventoux, en la que se impuso a ilustres compañeros de fuga, y sumar otras dos etapas más, la contrarreloj del penúltimo día y el sprint final en París. Es salvaje lo que ha conseguido el corredor belga, el ciclista más polivalente del mundo. Un ciclista que gana volatas, contrarrelojes y etapas de alta montaña. Un corredor de videojuego. Una estrella total.
También merece mención especial en este balance del Tour, por supuesto, Mark Cavendish, ganador de cuatro etapas y maillot verde como líder de la regularidad. Su reto de superar el récord de victorias de etapa de Eddy Merckx en el Tour ha sido uno de los grandes alicientes de esta edición de la carrera. Su historia es impresionante, una de esas historias de superación que construyen y engrandecen la gran historia del Tour de Francia y del ciclismo, ya que Cavendish llegó a anunciar su retirada del ciclismo al final de la pasada temporada. Consiguió regresar a última hora al Deceuninck-Quick Step que había sido su casa durante años y, a última hora también, fue convocado para el Tour, por la baja de Sam Bennett. Aunque ya había logrado alguna victoria en carreras menores esta temporada, costaba creer que el corredor británico fuera a lograr, a sus 36 años, volver a ser el gran dominador de los sprints del Tour. Pero lo hizo. Etapa a etapa, seguía diciendo que no pensaba en el récord de Merckx, pero cuando finalmente sumó su cuarto triunfo e igualó al Caníbal, fue visible su emoción y claro el grito que dio a su fiel lanzador, Morkov, en meta: “hemos hecho historia”. Gracias a su equipo, el velocista de la Isla de Man salvó el fuera de control en las etapas de montaña y pudo presentarse de verde en París, donde no logró finalmente superar a Merckx, precisamente, porque se lo impidió un compatriota de aquel, Van Aert, con un maravilloso sprint.
Jonas Vingegaard, 24 años, ha sido una de las sensaciones del Tour. Llegaba a la carrera para ser gregario de Primoz Roglic, pero el obligado abandono del esloveno le forzó a dar un paso adelante. Muy regular, más que solvente en la montaña y en la contrarreloj, el ciclista danés ha dado un paso adelante y su segundo puesto en la general es una de las noticias de esta carrera. Nuevo ciclista joven al que deberemos seguir muy de cerca en el futuro.
Cuatro años más que Vingegaard tiene Richard Carapaz, quien acudía a la carrera como una de las bazas del Ineos, pero no la única, ya que también estaba en las filas del equipo británico Geraint Thomas, ganador del Tour hace tres años. Pronto se vio que el ecuatoriano, combativo y regular, alguien en quien confiar siempre, sería el líder del Ineos, el más fuerte de su escuadra. Su tercer puesto en el podio final de París supone hacer historia para el ciclismo ecuatoriano y sitúa a Carapaz en el grupo selecto de ciclistas que han sido podio en las tres grandes vueltas, tras ganar el Giro de 2019 y ser segundo en la Vuelta de 2020.
En un balance del Tour deben aparecer, claro, todos los ganadores de etapa. Además de los reincidentes ya mencionados (cuatro para Cavendish, tres para Pogacar y Van Aert, dos para Mohoric), también han triunfado en este Tour Tim Merlier, Dylan Theuns, Ben O’Connor, Nils Politt, Bauke Mollema, Sepp Kuss y Patrick Konrad.
Esta edición de la ronda gala también ha sido la del regreso a la competición francesa de un cuatro veces ganador del Tour, Chris Froome. El ciclista británico, ahora en las filas del equipo Israel, no ha logrado volver a su nivel previo a la terrible caída que a punto estuvo de forzarlo a la retirada de este deporte. Apenas se le ha visto, pero ha podido regresar al Tour y, al menos, será él y no el infortunio de la caída quien decida cuándo cuelga la bici. Un gran campeón de su trayectoria se lo merece.
Quien lea con cierta frecuencia este blog sabrá que no me gustan las lecturas nacionales del ciclismo. Me importa entre poco y nada la nacionalidad de los corredores y no celebro los triunfos de unos y otros dependiendo de su país. No sigo el ciclismo con esos parámetros. Disfruto igual de una exhibición de un ciclista esloveno de lo que lo hago si quien se luce es un corredor español, francés o colombiano. Dicho esto, sí reconozco que la cobertura mediática del Tour y del ciclismo en general se centra mucho en la representación española, así que es bueno para todos que los corredores españoles lo hagan bien, porque eso repercutirá de forma positiva en la presencia en los medios de nuestro deporte.
¿Qué balance se puede hacer del Tour para el ciclismo español? No bueno, pero diría que tampoco catastrófico. Es lógico que esta clase de análisis sea muy resultadista, pero, en el fondo, la carrera que han hecho los corredores españoles no hubiera sido muy diferente si alguno de los tres puestos de etapa cosechado hubiera sido un primer puesto. A punto estuvo Alejandro Valverde en aquella etapa de Andorra, igual que Imanol Erviti y que Ion Izagirre. ¿Y si en vez de ser segundos hubieran ganado sus etapas? Claro que el resultado importa, pero quiero decir que rozaron sendos triunfos parciales y que la línea entre el éxito y el fracaso, si lo podemos llamar así, es muy estrecha. En cuanto a la general, queda la sensación de que el sexto puesto de Enric Mas, uno por debajo de lo logrado en 2020, es lo máximo a lo que podía llegar, por lo exhibido en la carrera. Es un ciclista de fondo que aguanta bien las pruebas de tres semanas. Este Tour ha sido sólo el tercero de su carrera y no hay ningún motivo para pensar que no esté a su alcance hacer un podio en la carrera francesa en el futuro. Pero, hoy por hoy, tiene a varios ciclistas por encima. Es verdad que se ha echado en falta cierta valentía en su forma de correr, un tanto conservadora. Cuando en el mano a mano no hay nada que hacer ante tus rivales, lo ideal es probarlo desde lejos, hacer cosas distintas a esperar al último puerto para aguantar con los mejores hasta donde se pueda. Pero para eso, claro, hay que tener unas fuerzas que no sé si Mas ha tenido. La novena plaza de Peio Bilbao, meritoria, es la de la regularidad de un ciclista que es siempre sólido como una roca, quien además subió al podio de París con sus compañeros del Bahrein-Merida, ganadores de la clasificación por equipos. El registro policial en el hotel de esta formación ha sido una de las noticias de este Tour, aunque no se conoce ningún detalle adicional sobre la investigación.
Termina, en fin, un Tour que ha sido muy entretenido y luchado, con una primera semana para enmarcar y otras dos en las que, lógicamente, no quedaba ya el atractivo de la lucha por el maillot amarillo, pero sí otros, como el de la montaña, que se terminó llevando, como todo, Pogacar, pero que batallaron hasta el final Wout Poels, Michael Woods y Nairo Quintana. Un Tour, por cierto, que ha vuelto a dar ejemplo con sus protocolos de seguridad contra el Covid-19 y sus burbujas. Un Tour que nos ha hecho vibrar durante las tres ultimas semanas. Ya queda menos para el Tour 2022. Larga vida a la mayor carrera ciclista del mundo. Vive le Tour!
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