Philipsen repite y Elissonde se pone líder tras una accidentada etapa




A falta de 11 kilómetros para la meta de la quinta etapa de la Vuelta en Albacete, el tan esperado viento no había aparecido, o no con la suficiente intensidad como para forzar abanicos. Las aspas de los molinos, tan habituales en la zona apenas se movían. No había manera. Algún equipo, como el Ineos, lo había intentado tímidamente, pero claramente el viento no soplaba tanto como para provocar los abanicos. Faltaban 11 kilómetros para el final y parecía que la etapa concluiría al sprint, sin ningún susto ni cambios en la general, y con alguna decepción entre los espectadores, cuando se produjo una enorme montonera, más o menos, a la mitad del pelotón


Que no hubiera abanicos no significaba, ni por asomo, que no hubiera una gran tensión en el grupo. Por mucho que los espectadores, cómodamente sentados en nuestro sofá, nos lamentáramos de la falta de espectáculo e incluso criticáramos la falta de ambición de los corredores, ellos estaban en tensión máxima. Y en esas situaciones es cuando llegan los enganchones. Por eso es tan atrevido e injusto hacer críticas severas sobre la ambición o las ganas de los corredores, como si nosotros ante el televisor supiéramos más que ellos o como si, en vez de una carrera con ciclistas de carne y hueso, estuviéramos viendo una partida de videojuego. Entre otros ciclistas, se vieron afectados por la caída el líder, Rein Taaramäe, que no podrá seguir vistiendo el maillot rojo, ahora en las espaldas de Kenny Elissonde; Mikel Landa, aunque aparentemente no sufrió graves daños; Mikel Nieve, que llegó a meta con una herida en la cara, y Romain Bardet, uno de los más dañados, en apariencia. 


Tras la caída hubo un parón en el grupo, naturalmente, también criticado por algunos aficionados, que permitió reintegrarse en el grupo delantero a los favoritos que se habían quedado cortados, como Enric Mas, quien no se fue al suelo pero sí se había quedado atrapado. No existe ninguna obligación de parar a esperar a nadie afectado por una caída, por supuesto. Pero si los equipos deciden actuar así, sus razones tendrán. Puede no gustar y puede parecer un error, una falta de competitividad, pero, de nuevo, me resulta un tanto osado criticarlo desde la distancia. El caso es que, entre los hombres de más renombre, sólo perdieron tiempo el propio Taaramäe, Bardet y Nieve. 


En el sprint final la victoria fue para Jasper Philipsen, quien ya ganó la segunda etapa de la carrera. Es un nuevo triunfo para el Alpecin-Fenix en las grandes vueltas esta temporada, la cuarta del año. Un hito extraordinario para el equipo, que es de la segunda división del ciclismo mundial. No es de extrañar que los corredores de la escuadra festejara con mucha emoción la victoria, que Philipsen logró por delante de Jakobsen, vencedor ayer. 


La etapa dejó otros cuatro nombres propios. De entrada, los de Pelayo Sánchez Mayo (Burgos BH), Xabier Mikel Azparren (Euskaltel-Euskadi) y Oier Lazcano (Caja Rural-Seguros RGA), que formaron la escapada del día. Y también, por supuesto, Kenny Elissonde, del Trek, que pasa a ser líder de la Vuelta. Sólo cuenta con cinco segundos de ventaja sobre Primoz Roglic, pero será sin duda un hito en su carrera ponerse de líder de la Vuelta, carrera donde precisamente logró su anterior triunfo como profesional, ya que ganó una etapa en 2013. 




Mañana, sexta etapa, con final en el Alto de la Montaña de Cullera, de tercera categoría, donde podría haber cambio de líder y, quién sabe, tal vez alguna batalla menor entre los hombres fuertes de la general. 

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