La sociedad del pelotón

 

En 2019, Guillaume Martin, ciclista y filósofo, publicó la muy entretenida Sócrates en bicicleta, una novela en la que el autor entremezclaba sus dos mundos, el del ciclismo y la filosofía, a través de un Tour de Francia de los filósofos. Ahora el corredor del Cofidis publica un nuevo libro en el que va más allá, una obra con más hondura que el anterior. En La sociedad del pelotón, editado en Francia por Grasset y que seguro que Libros de Ruta traerá pronto a España, Martin establece un muy atractivo paralelismo entre el ciclismo y la vida en sociedad. El subtítulo de la obra deja claro su propósito: filosofía del individuo en el grupo. 

El libro me ha resultado fascinante. No soy objetivo, ya que el ciclismo es una de mis pasiones, pero pienso de verdad que se puede disfrutar mucho con esta obra incluso aunque a uno no le guste el ciclismo. Nada más comenzar, el autor explica que “el pelotón está formado por seres solitarios que no pueden hacer otra cosa que vivir juntos”. Igual que en la vida. El ciclismo es un deporte colectivo en el que sólo hay un ganador, pero que necesita de sus compañeros de equipo, incluso de los rivales con los que se alía en ataques o estrategias. La vida en sociedad se parece mucho a eso. 

Martin cuenta que empezó a pensar en este libro entrenando en Sierra Nevada. Menciona la insociable sociabilidad de Kant, que se resume en esta frase: “no podemos vivir con los otros, pero tampoco podemos vivir sin ellos”. Es decir, en mayor o menor medida, todos somos seres solitarios que debemos vivir en sociedad, en compañía de otros. Al autor le fascina el misterio de por qué las personas toman a veces un camino radicalmente distinto al que indican las reglas de la lógica, como tres escapados que no colaboran entre ellos y son alcanzándoos por el pelotón, o como una sociedad que asiste a la progresiva destrucción de su planeta sin que actúe para evitarlo. 

¿Cómo conciliar el fin de mes y el fin del mundo, el pensamiento individual y el colectivo?” se pregunta Martin. El autor aborda tres crisis, las que considera las tres mayores crisis a las que se enfrenta la humanidad: la crisis del modelo democrático, simbolizado por las elecciones de Trump y Bolsonaro, o por el “sí” al Brexit; la crisis del Covid-19, que sin duda apela a la importancia de pensar en lo colectivo y no sólo en lo individual, por eso llevamos mascarilla, por eso nos vacunamos, no sólo por nosotros, y, por supuesto, la crisis del cambio climático, que es la que más inquieta al autor. 

El libro comienza con una reflexión sobre el egoísmo y el individualismo. Es una visión lúcida y honesta sobre la cuestión. Es normal, perfectamente humano, pensar en uno mismo. Es más, hasta cualquier acto de generosidad encierra una parte de egoísmo, aunque sea el objetivo de sentirse bien por ayudar a otros. Explica Martin que el ciclismo le conecta con su parte más primitiva, la del individuo que busca lo mejor para él, la del instinto de victoria, como el de supervivencia animaba a nuestros ancestros. Somos humanos, no héroes ni dioses, cuenta. Y no hay nada malo en ello. 

Somos humanos y queremos lo mejor para nosotros. Por eso, Martin opina que  el debate sobre si el hombre es egoísta o altruista por naturaleza no tiene sentido, porque si el individuo tiende a buscar lo mejor para sí mismo, sólo lo puede conseguir gracias a los demás, dentro de un grupo, como demuestran las escapadas en el ciclismo. Ahí está el meollo del libro. El autor cita a muchos autores. Emplea, por ejemplo, una frase de Han Ryner: “la sociedad es tan inevitable como la muerte”. Cita también  Rousseau y su contrato social y a Hobbes para hablar de la vida en sociedad. El individuo no puede prosperar sin la unión con sus congéneres, afirma. 

La obra también entra en el debate entre el liberalismo de Adam Smith, que sostiene que el mercado se regulará solo y que la libre competencia es buena para el conjunto de la sociedad, y quienes piden algún grado de intervencionismo o control por parte del Estado. Pone al equipo Ineos como ejemplo de individualidad, sin jerarquías claras, y al Quick-Step como ejemplo de escuadra que prioriza el grupo y el trabajo en equipo.

Martin afirma que podría parecer que la democracia resuelve el problema de conciliar lo individual con lo universal, pero concluye que ésta es una idea “bella pero frágil”. Trump, Bolsonaro o el Brexit demuestran los límites de la inteligencia colectiva. 

La obra termina con la defensa de la vida en sociedad como única forma posible de salir adelante, igual que un líder de un equipo ciclista sólo puede ganar con la ayuda de sus compañeros. Por cierto, como anécdota, el ciclista del Cofidis confiesa que no le gustan nada las concentraciones en la Costa Blanca, los hoteles con aire de hospital en lo que considera el paraíso del turismo masivo. Pide salir de la norma, de los viejos hábitos, también en el ciclismo, un deporte que, reconoce Martin, contamina, con tantos viajes en avión, tantos vehículos en la carrera y tanto plástico y material alrededor de las pruebas. Reconoce que es una de sus contradicciones. Si de algo va La sociedad del pelotón es, precisamente, de las contradicciones. Con inteligencia se asoma Martin a la mayor de todas: cómo conciliar el egoísmo, tan humano, con la tan humana necesidad de vivir en sociedad. Ojalá el joven ciclista y filósofo francés siga escribiendo y ahondando en esta relación entre la filosofía y el ciclismo. Es un auténtico festín. 

Comentarios