Van Baarle gana la París-Roubaix más rápida de la historia




La 119 edición de la París-Roubaix ha vuelto a demostrar por qué el Infierno del Norte es la mejor clásica del mundo. El tercer monumento de la temporada ha sido un compendio de todo lo que amamos del ciclismo, de todo lo que convierte en único este deporte. Alternativas constantes, ataques, batallas épicas, golpes de infortunio, inesperados giros de guión... Todo ello con el calor del público y con imágenes de ciclismo puro en los 30 tramos empedrados que suman más de 54 kilómetros, de los 257 que componen el recorrido de la prueba, que ha ganado con autoridad Dylan Van Baarle. El primer monumento del palmarés del ciclista neerlandés del Ineos ha sido también la edición más rápida de la historia de la París-Roubaix, con una media de 45,79 kilómetros por hora


Todavía con los ecos de la exhibición de ayer de Elisa Longo Borghini resonando en los adoquines de la París-Roubaix, a las 11 de la mañana se dio la salida de la edición masculina del Infierno del Norte. Wout Van Aert y Mathieu Van der Poel, enemigos íntimos, que se hacen más grande el uno al otro, charlaban en los primeros kilómetros neutralizados antes de la salida real. Hablarían de sus cosas, del regreso a la competición del corredor belga tras su convalecencia por el Covid-19. Quizá también del duelo que estaba por delante, del enésimo duelo que los enfrentaría, con el planeta ciclista pendiente de esta rivalidad que tanta emoción nos ofrece. 


Clément Davy fue el primer ciclista del día en sufrir una fuerte caída fuerte, casi nada más empezar. Intentó continuar pero acabó retirándose. Fue la primera de muchas, porque la mala suerte es una corredora más de la París-Roubaix. No es que sea probable cuando disputas esta carrera que sufras algún percance mecánico o alguna caída, es que es más bien imposible que no tengas ninguno de esos contratiempos. Casi si sólo te pasa una vez te puedes dar por contento. Por eso todos los participantes de la carrera, del primero al último, todos los valientes que acuden al Infierno del Norte, merecen la admiración de los amantes del ciclismo. 

  

El comienzo de la clásica estuvo marcada por constantes intentos de escapada, como el protagonizado por Jorgensen y Aniolkowski o el que formaron después Doull, Pichon y Riabushenko. Es otra de las razones por las que la París-Roubaix es superior a cualquier otra carrera de un día, en ella la fuga cuesta muchísimo en formarse. Aquí cualquier momento puede ser decisivo, por muy lejos que se esté de la meta en el mítico velódromo de Roubaix.  A más de 200 kilómetros de meta el viento hizo acto de presencia y se produjo un abanico que cortó el gran grupo. El Ineos, el Quick-Step y el Bahrein fueron los equipo mejor representados en ese corte, mientras que varios de los grandes favoritos, como Van der Poe,Van Aert, Kung, Asgreen o Pedersen, se quedaron cortados. Cortina también se quedó atrás, pese a que cinco de sus compañeros del Movistar sí entraron en el corte. 


Faltaban aún por disputarse todos los tramos de pavés y ya vivíamos la primera situación de carrera trascendente. Muchos de los favoritos se quedaron atrás.  No perdieron la calma, pero les tocó mandar a trabajar a sus gregarios. En especial, los compañeros de Van der Poel en el Alpecin-Fenix. La llegada de los tramos de pavés redujo el primer pelotón. La distancia se mantenía en torno al minuto y veinte segundos con el grupo de Van Aert y compañía. 


Ganna se quedó descolgado en el sector 28 y remontó con gran potencia. Se reintegró en el grupo pero poco después volvió a tener problemas mecánicos, que también resolvió rápido. En el sector 27 hubo una fuerte caída en el grupo delantero. Allí mismo también atacó Terpstra. Esa caída redujo mucho los componentes de ese grupo. Después se fue hacia adelante Reynders, a falta de más de 120 kilómetros del final. La suerte no le acompañó, ya que sufrió un pinchazo. Todo puede pasar en el Infierno del Norte, por algo se le llama así. 


A 110 kilómetros se produjo un corte interesante, con Mohoric, Ballerini, Pedersen (no Mads, sino Casper), Devriendt y Pichon. Saltaron tras ellos Politt y Swift. Poco después llegó el esperado y muy sufrido reagrupamiento, lo que permitió que el grupo de Van Aert y Van der Poel llegara  a la altura del resto de favoritos. En el bosque de Arenberg Van Aert, sufrió una avería, pero logró volver a entrar en el grupo. 


A 65 kilómetros del final atacaron Trentin y Merlier, que salieron en persecución de Mohoric, Pichon y Devriendt, pero no cuajó ese movimiento. El pelotón marchaba entonces a dos minutos del tercero delantero. A 56 kilómetros del final un arreón de Van Aert provocó una gran selección del grupo de los favoritos. Junto al belga se fueron, Van der Poel, Küng, Turner, van Baarle, Lampaert, Sénéchal, Stuyven, Petit, Van der Hoorn, Trentin y Van Keirsbulck. El ganador, estaba claro, sería uno de ellos o alguno de los corredores que marchaban por delante. Fue un momento clave de la carrera. Poco después llegó otro, cuando Van Baarle abrió hueco en ese grupo.


A 45 kilómetros del final atacó Van Aert y le siguieron Van der Poel y Kung. A 39 de meta pinchó Van Aert, aunque otra vez se recuperó y volvió a entrar en el grupo. Al rato también pinchó Mohoric, que seguía en cabeza con Devriendt. Los giros de guió no se detenían. Lampaert y Mohoric atacaron a 29 kilómetros del final. Saltó tras ellos Van Baarle. A 22 kilómetros reaccionaron Stuyven, Van Aert y Kung. Stuyven quedó eliminado por culpa de un pinchazo. 






Van Baarle se fue solo hacia adelante.  Ya nadie lo vería hasta el velódromo de Roubaix. El ciclista neerlandés del Ineos hizo bueno el trabajo del equipo británico, que había agitado la carrera en aquel abanico a 200 kilómetros del final, y que ha sido el gran dominador de la carrera. El triunfo de Van Baarle es el más importante de la carrera de este corredor, que cuenta con una jugosa oferta para irse al Jumbo-Visma la próxima temporada. Ha sido un triunfo formidable que confirma su excelente estado de forma, ya que terminó segundo la pasada edición del Tour de Flandes. 


Mientras parecía claro que Van Baarle tenía la carrera sentenciada, salvo que la mala suerte se cruzara en su camino, aún quedaba la batalla por el podio. A siete kilómetros del final se cayó Lampaert por culpa de un espectador. Tras una entrega impresionante, el belga perdió el podio por culpa de la irresponsabilidad del espectador. Lamentable. Van Aert y Küng acompañaron a Van Baarle en el podio. Así terminó una edición inolvidable de la París-Roubaix, por si no ha quedado claro, la mejor clásica del mundo. 

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