Las 100 historias del Tour de Francia


En 2013 coincidiendo con el primer centenario del Tour de Francia, la colección de libro de bolsillo llamada Que sais-je ?, que aborda distintas cuestiones como los Juegos Olímpicos, publicó Las 100 historias del Tour de Francia, de Mustapha Kessous y Clément Lacombe. Es un librito encantador que reúne toda clase de anécdotas sobre la historia de la carrera ciclista más importante del mundo. En sus primeras cien ediciones, la carrera recorrió más de 350.000 kilómetros, la distancia que separa a la Tierra de la Luna, hubo más de 10.000 corredores participantes y sólo 250 que habían vestido el maillot amarillo. 

El libro presenta el Tour como una memoria compartida, un patrimonio nacional francés que se sigue además en todo el mundo. Y es verdad. El Tour es mucho más que una carrera ciclista, no es sólo una competición deportiva. No lo es para Francia, ya que es un símbolo del país, y tampoco lo es para los millones de personas que siguen la competición cada mes de julio en todo el mundo. Es un relato épico, una novela de aventura por entregas que se escribe cada año. 

Siempre gusta leer sobre la historia del comienzo del Tour, aunque ya la conozcamos. El libro cuenta que el periodista Pierre Giffard creó Le Vélo en 1892. Defendió al capitán Alfred Dreyfus. Algunos de sus anunciantes que eran contrarios a Dreyfus decidieron en 1900 crear un competidor, L’Auto, dirigido por Henri Desgrange, antiguo récord de la hora en bicicleta. Ambos periódicos compitieron desde el primer momento en organizar las mejores carreras ciclistas. En 1902 ambos periódicos llegaron a organizar la misma carrera, Burdeos-París, con unas semanas de diferencia. 

La idea de organizar una Vuelta a Francia con varias etapas y jornadas de descanso es del periodista Géo Lefèvre, encargado de la información de ciclismo y antiguo colaborador de Giffard. El primer Tour estuvo a punto de no celebrarse por falta de ciclistas. No sería la primera crisis seria de la carrera que hoy tanto admiramos. Mas de una vez estuvo a punto de terminar este loco y bellísimo proyecto. A falta de tres semanas para la salida de esa primera edición sólo se habían inscrito 15 corredores. Tenían que pagárselo todo de su bolsillo. El patrón del Tour se vio obligado a cambiar un poco el plan inicial: pasa de cinco semanas a tres, traslada la fecha a julio y aprueba el pago diario de cinco francos (17 euros) a los participantes. Tomaron la salida 60 corredores. Lo terminan 21. El ganador, Maurice Garin, tardó en completar el recorrido 94 horas. El último, Arsène Millocheau, 159 horas. 

La edición de 1904, la segunda, fue particularmente polémica, con rumores de trampas y escándalos, protestas violentas de seguidores de este o aquel ciclista… Desgrange llegó a escribir en su periódico que esa segunda edición sería la última y que el Tour había muerto de éxito. Afortunadamente, se lo pensó mejor y cambió algunas reglas para el siguiente año, como por ejemplo hacer que los ciclistas no corrieran de noche, para evitar que la oscuridad propiciara toda clase de altercados y engaños. Además, descalificó a los cuatro primeros clasificación de esa segunda edición, por lo que la victoria se otorgó al quinto, Henri Cornet, que con 20 años sigue siendo el ganador más joven de la historia de la carrera. 

El libro está repleto de historias atractivas, como la de Lucien Petit-Breton, primer ciclista en ganar dos ediciones del Tour (1907 y 1908), que se llamaba en realidad Lucien Mazan, pero que empezó a competir con el nombre de su región de origen como apellido para que su padre no se enterara. Empezó a montar en bicicleta en Buenos Aires, donde su familia se fue a vivir desde Francia tras una derrota electoral de su padre. Volvió a Francia con 20 años. En el pelotón era conocido como el argentino y murió en la I Guerra Mundial, en las Ardenas, en 1917, combatiendo con el ejército francés. 

En 1910, el Tour descubre los Pirineos, lo que propicia la mítica frase de Octave Lapize digirida a los organizadores de la prueba tras subir el Aubisque: “sois criminales”. La edición de 1919 es importante porque en ella se creó el maillot amarillo para distinguir al primer clasificado y, sobre todo, porque fue el primer Tour tras la I Guerra Mundial. Sólo 69 ciclistas pudieron tomar la salida, apenas 11 terminaron. 

La edición de 1926 es la más larga de la historia del Tour, con 5.745 kilómetros. Una odisea, además, por el mal tiempo. Desde 1988, el Tour no ha superado nunca los 4.000 kilómetros. Entre 1930 y 1962, la carrera francesa se corrió por selecciones nacionales, para evitar el dominio de los equipos patrocinados por las marcas comerciales de bicicletas. 

Una figura clave del Tour es Jacques Goddet, patrón de la carrera entre 1936 y 1987. El escritor Antoine Blondin decía que “el general De Gaulle dirige Francia once meses al año, en julio lo hace Jacques Goddet”. Su padre era el socio de Henri Desgrange. Fue acusado de colaboración en la ocupación nazi y en 1946 lanza L’Équipe sobre la base de L’Auto y organizará la carrera desde el año siguiente. La historias con mayúsculas y la política se entremezclan con el Tour. Es, por ejemplo, muy interesante la historia del equipo de la República española en 1937, en mitad de la Guerra Civil. Ese año lograron victorias de etapa de Mariano Canardo y de Julián Berrendero. Este último fue detenido y enviado a un campo de concentración en 1939.

Más anécdotas, de estas del Trivial. En 1947, Alberto Bourlon protagonizó la escapada en solitario más larga de la historia del Tour: 253 kilómetrosLa última etapa de 1948 fue la primera transmisión televisiva en directo del Tour. Un año después se emitieron resúmenes diarios. Sólo a finales de los 70 el Tour es rentable, precisamente, gracias a las televisiones.  En 1950, en una etapa de mucho calor, casi todo el pelotón paró para darse un baño en Saint-Tropez. El primer Tour femenino se corrió en 1955. Hubo muchas idas y venidas, y mucha de esas ediciones no estaban organizadas por la misma empresa que el Tour masculino. 

Ahora es habitual que las grandes vueltas salgan desde el extranjero. Fue en 1954 cuando el Tour salió por primera vez del extranjero, desde Amsterdam. La razón era que quería así torpedear el Tour de Europa, una idea de Jean Leulliot, ex del periódico organizador de la ronda gala. Sólo hubo tres ediciones de esa carrera. 

Entre otros nombres propios, claro, no falta. Raymond Poulidor, ocho veces podio y ganador de siete etapas en el Tour, pero que nunca ganó la carrera ni pudo vestir el maillot amarillo, y Eddy Merckx, el mejor ciclista de la historia. No sabía que el apodo del caníbal se lo puso la hija de doce años de su rival Christian Raymond, que le dijo un día a Merckx que nunca le dejaba ganar a su padre, que era un caníbal. 

Ahora damos por hecho que el Tour termina siempre en los Campos Elíseos de París, pero no fue siempre así. De hecho, durante más leoneras ediciones el desenlace de la carrera se daba en el velódromo del parque de los príncipes. En 1975, el patrón del Tour, Jacques Goddet, gracias al presentador del informativo de las 13 horas en TF1 de entonces, Yves Mourousi, logra convencer al presidente Valéry Giscard d’Estaing para que la carrera termine en los Campos Elíseos.

Por supuesto, el dopaje, tristemente, también forma parte de la historia del Tour  y también está presente en este libro. Se habla de la historia de Lance Armstrong, y su terrible daño al ciclismo, pero también de muchos otros casos de trampas, como el de Michael Pollentier, que fue en 1978 el primer ciclista expulsado del Tour siendo líder por intentar evitar un control antidopaje y por esconder un bote con orina en su maillot. De hecho, el libro cuenta que en 1984, Hollywood iba a rodar una película sobre el Tour, encargada al director Michael Cimino y con Dustin Hoffman como protagonista. El proyecto se frustró, al parecer, porque la organización del Tour exigió que no me abordaran cuestiones como el dopaje.

Por terminar con una historia bonita, desconocía el caso de Chistophe Rinero, que en 1993 ganó la primera edición de La etapa del Tour de Francia, para cicloturistas. Sólo cinco años más tarde fue ganador de la montaña y cuarto en la general de la ronda gala. Es una de tantas historias bellas del Tour, la mayor carrera ciclista del mundo, que cada mes de julio sigue escribiendo páginas de un relato sin fin. Larga vida al Tour de Francia. 

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