Caza de brujas retroactiva

Hace 15 años no existían Facebook ni Twitter. Nairo Quintana iba a la escuela. Estábamos en el siglo XX. Pues bien, la "actualidad" ciclista, sobre todo en algunos medios de comunicación con sorprendente tendencia a hablar largo y tendido de nuestro deporte sólo cuando está asociado a cuestiones de dopaje, ha girado en torno al Tour de Francia de 1998. Nos remontamos, como ven, muy lejos. Noticias vintage en toda regla. Les supongo al tanto, pero por si acaso no se han enterado (más fácil será que no se hayan enterado del inicio del Tour de Polonia o incluso del resultado de la bella y maravillosa Clásica de San Sebastián, porque eso al fin y al cabo es deporte sin más, y por tanto, de ello no se habla en según qué medios, si acaso en algún breve) les hago un breve resumen.

El Senado francés publicó la semana pasada un informe sobre la "Eficacia de la Lucha Antidopaje". En él no se dan nombres como tal, pero sí los dorsales de las muestras de sangre con EPO. En el Tour del 98, el del escándalo del caso Festina, todavía no se podía detectar esta sustancia dopante en los controles. Lo que han hecho las autoridades galas es conservar esas muestras para analizarlas después y comprobar quién se dopó en aquella carrera. En 2004 hicieron ese análisis y ahora, en 2013, nos dan los resultados. Sorprende que sea en un informe donde alardean de la eficacia en la lucha contra el dopaje. Se me ocurren muchos adjetivos para definir el hecho de que nos enteremos de estas cosas 15 años después de que sucedieran, pero ninguno de ellos es precisamente el de "eficaz". 

Resulta que el informe es sobre el dopaje y que quienes lo presentaron afirmaron que "en todos los deportes hay dopaje", pero si quieren informarse de este asunto ya saben dónde deben acudir, a las páginas de ciclismo. Sólo conocemos los nombres de ciclistas implicados, cosa extraña, insisto, cuando quien presenta el informe dice que en todos los deportes cuecen habas. Cocían, porque insisto que hablamos de hechos ocurridos literalmente el siglo pasado. Esa lista está compuesta por nombres como Marco Pantani (ganador de aquel Tour y fallecido en 2004), Jan Ullrich (segundo clasificado), Bobby Julich (tercero), Laurent Jalabert, Jacky Durant, Laurent Desbins, Erik Zabel, Mario Cipollini, Stuart O´Grady (que un día antes de la publicación de la lista anunció su retirada), Jeroen Blijlevens (ya exdirector del Belkin) o los españoles Manuel Beltrán, Marcos Serrano y Abraham Olano.

¿Qué se puede conseguir exactamente con esta información? 15 años después, ¿de qué sirve todo esto? No defenderé, naturalmente, a quien haya hecho trampas. Todos los que seguimos este deporte tenemos a estas alturas bastante claro que aquella época del ciclismo fue ciertamente oscura, que la EPO estaba a la orden del día, entre otras cosas, porque el sistema antidopaje no era en absoluto eficaz. Lo hemos explicado mil veces. En aquellos años, todos los corredores corrían en igualdad de condiciones, al menos la mayoría. Es triste y muy doloroso reconocerlo, pero la evidencia es que el sistema era otro, el ciclismo de entonces era otro, los controles, los equipos, las culturas... Todo era distinto. Creo que, tal y como se ha llevado este asunto, estamos ante una estéril caza de brujas retroactiva. Ante una revisión del pasado que no servirá en absoluto para sentar las bases de un futuro mejor y que no hace más que echar leña al fuego. Esos corredores no dieron positivo en su carrera, ¿de verdad tiene sentido que 15 años después destapemos sus vergüenzas y también, muy especialmente, las del sistema en su conjunto, las de las autoridades antidopaje incapaces de detectar esa presunta trampa y la de la UCI? 

No estoy defendiendo a quien actuara de manera ilícita. Lo diré una y mil veces. El dopaje es una lacra contra la que todos estamos comprometidos y que nos duele especialmente a los aficionados al deporte en el que surgen estos escándalos. Porque es extraña la sensación de haber estado vibrando con algo que no era tan verdad como creías en aquel momento. Pero ahora toca mirar al futuro. Primero, existe la convicción de que el ciclismo actual es infinitamente más limpio que nunca antes en la historia. Yo al menos no tengo ninguna duda de ello. Como en todos los ámbitos de la vida, no dudo de que habrá tramposos. Ahora y en el futuro. Siempre los habrá y, lamentablemente, siempre irán un paso por delante de las normas. Eso, insisto, ocurre en todos los deportes y en todos los ámbitos de la vida. 

Pero ya que estamos tan dispuestos a dar enorme trascendencia mediática a unos hechos ocurridos hace 15 años, por qué no contamos toda la verdad. Por qué no decimos que el ciclismo ha cambiado. Que los ciclistas son, de largo, los deportistas más controlados. Que nuestro deporte ha sido injustamente el más sacudido por escándalos de dopaje, asociado a esta práctica fraudulenta, cuando la realidad es que no existe ninguna otra disciplina que tenga un mayor control. ¿Alguien se imagina a Messi o Ronaldo despertados a las cinco de la mañana para pasar un control antidopaje? No hemos sabido explicar, o no han querido entender, todo lo que el ciclismo lleva muchos años haciendo para limpiarse, para perseguir al dopaje y propugnar un deporte sin tramposos. 



Me importa más eso. Suelo citar una frase de Woody Allen, porque es un genio y porque esa sentencia resume muy bien lo que pienso de este asunto: "Me preocupa el futuro porque es el lugar donde voy a estar el resto de mi vida", dice el genial cineasta. Apliquémonos el cuento. Lo que nos debe importar es el futuro de este deporte y si se está cimentando sobre bases sólidas y sinceras o no. Y yo creo que sí lo está haciendo. Que la nueva generación de ciclistas está totalmente concienciada sobre este asunto, que el ciclismo que vemos hoy está limpio en un elevadísimo porcentaje, que podemos creernos lo que vemos, que no es razonable ni justo sembrar sospechas y dudas sobre los corredores del presente. No es justo que paguen por errores del pasado. 

Hacer una Comisión de la verdad cuasi religiosa para que los ciclistas del pasado confiesen sus pecados, me van a perdonar, me parece una patraña. No podrán tener la conciencia tranquila, no deberían, quienes hayan obtenido triunfos haciendo trampas. Pero no me siento cómodo en este clima de confesión de los pecados, en esta caza de brujas retroactiva en la que vivimos. Por más que lo intento, no le veo las ventajas a esta política. No sé qué podemos sacar en claro de esto. Quienes defienden esta actitud dicen que si los ciclistas que en su carrera se doparon hablan podrán ayudar a limpiar el ciclismo. A esa corriente parece apuntarse Lance Armstrong, encantado de dar su opinión sobre todos estos asuntos. Primero, nos engañó a todos ganando siete Tours dopado y ahora pontifica sobre lo turbio que era el pelotón por aquel entonces y sus deseos de que el ciclismo se renueve y purifique. Él ya ha confesado sus pecados, ya se puede situar en una atalaya desde la que ilustrar al resto del mundo. 

Para lo que ha servido esta publicación de los supuestos casos de dopaje en el Tour de 1998 ha sido, por este orden, para echar más basura sobre el ciclismo, aunque sea basura ya putrefacta que llega con 15 años de retraso; para que exciclistas como Abraham Olano o  Jeroen Blijlevens pierdan sus trabajos en organizaciones de carreras o en equipos ciclistas, trabajos que hacían por su currículum pasado, pero también por su conocimiento y su buen hacer presente; y para que los que están convencidos de que el ciclismo es un deporte sucio se reafirmen en su pensamiento, a pesar de que formulen en tiempo presente algo que es pretérito, muy pretérito. 

Olano, en efecto, ha sido despedido por Unipublic como director deportivo de la Vuelta. Hacía un buen trabajo en la ronda española y parte del éxito de la carrera en los últimos años, con sus espectaculares recorridos, se debe al trabajo de Olano. Él niega el dopaje, pide que lo comprueben (¿podrán hacer un segundo análisis a una muestra B?) y cree que detrás del despido está ASO, organizadora del Tour y máxima accionista de Unipublic. Tampoco cuesta imaginar que asi sea. En todo caso, ya digo, que Olano y  Blijlevens hayan perdido sus trabajos y que Stuart O´Grady haya confesado que se dopó. Eso es todo lo que sacamos de la publicación de este informe. Miramos al pasado demasiado, cuando ya nada podemos hacer para remediarlo. Puedo estar equivocado y es posible que quienes defienden que conocer los errores del pasado en esta materia nos ayudarán a construir un futuro limpio. Quizá sería más útil buscar la colaboración de los ciclistas que se doparon, aunque sea de forma anónima y nos perdamos el circo mediático, para destapar las redes de dopaje que había detrás. Me preocupa el presente y el futuro. Enterarme de casos de dopaje quince años después no me aporta nada. Lo siento, pero así es. Encima, da pie a que tipos como un senador francés de cuyo nombre no quiero acordarme deje caer que igual dentro de unos años se demuestra el dopaje de Froome, por el mismo sistema de hacer análisis de sus muestras con nuevos sistemas dentro de un tiempo. ¿Hacia dónde vamos? ¿De verdad alguien cree que ésta es la senda correcta?

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