Andy Schleck, adiós prematuro y amargo

Andy Schleck lo deja. El talentoso ciclista luxemburgués, probablemente el corredor con más talento desaprovechado del ciclismo en muchos años, anunció ayer que cuelga la bicicleta. No ha podido recuperarse de una lesión de rodilla que le tortura desde el pasado Tour de Francia. "Me hubiera gustado seguir luchando, pero mi rodilla no me lo permite. He trabajado duro para reconsolidar mi rodilla, pero es difícil y el riesgo de lesión irreversible es real. Por lo que es la mejor decisión que podía tomar", dijo ayer. Se marcha un corredor especial, un súper clase que pudo llegar mucho más lejos de lo que hizo, pero que dejó destellos memorables de enorme calidad. Se va muy pronto y con demasiadas expectativas sin cumplir. La lesión, y en ciertas ocasiones una falta de actitud que estuviera a la altura de su talento, todo hay que decirlo, hacen especialmente amarga esta pronta retirada de Andy Schleck. 

El ciclista luxemburgués, hijo y hermano de ciclista (seguirá en la brecha el mayor de la saga, Frank), se presentó en sociedad en el Giro de Italia de 2007. Antes había conseguido victorias como el oro en el campeonato contrarreloj de Luxemburgo en 2005 o dos etapas del Sachsen Tour en 2006. Pero fue su exitoso debut en el Giro, como sucede con tantos otros jóvenes talentos, el que lo puso en el mapa. Ahí llegaba un ciclista de insultante juventud, 21 años entonces, que terminó segundo en la corsa rosa sólo por detrás de Danilo Di Luca. Maglia blanca para él de mejor joven en aquel Giro. El año en el que otro joven, Alberto Contador, ganada su primer Tour. 

La carrera de Andy Schleck pasó desde entonces a ser seguida como merecía, como la de una de las referencias ineludibles del pelotón. Decidió acudir ese año al Tour de Francia, la carrera por excelencia, la que le ha dado y le ha quitado todo. En 2008 no lució tanto como podía, concluyó duodécimo en la ronda gala que ganó Carlos Sastre, pero ya dejó muestras de su valía. Ese mismo año fue quinto en los Juegos Olímpicos de Pekín, donde también ganó un español, Samuel Sánchez. Seguía creciendo el ciclista luxemburgués, que al año siguiente llegó al Tour con ganas de podio, de luchar por la victoria final. Lo hizo con  la motivación extra que le dio la victoria en la Lieja-Bastoña-Lieja y su segundo puesto en la Flecha Valona. Andy Schleck demostró aquel 2009 que su techo no estaba marcado, que era capaz de conseguir victorias de relumbrón ante los mejores ciclistas del momento, grupo en el que por méritos propios ya se encontraba él. Aquel Tour, el joven ciclista luxemburgués quedó segundo por detrás de Contador y compartió podio con Lance Armtrong, tercero. 



El Tour de 2010 fue su gran carrera. No tanto porque finalmente la ganara en los despachos a causa de la descalificación de Contador por el positivo por clembuterol en el Giro de aquel año, sino porque Andy Schleck ofreció su mejor rendimiento de siempre en la ronda gala. Puso en apuros al pinteño, volvió a terminar segundo en la carrera, volvió a ganar el maillot blanco y además se llevó dos etapas, las dos de alta montaña, en Morzine y el mítico Tourmalet. Ese año también ganó el campeonato contrarreloj de Luxemburgo. Estaba en sus cotas más altas. Un año después, como decimos, los despachos le dieron el Tour de Francia de 2010 que lucirá en su palmarés. Para 2011, clar, Andy Shcleck volvió a la ronda gala con el propósito de alzarse con la victoria, esta vez en la carrera. Y a punto estuvo de lograrlo. Curiosamente, cayó derrotado en la última etapa ante otro corredor, este mucho más veterano, que también ha colgado la bici estos días, Cadel Evans. El ciclista luxemburgués llegó a la crono final con el maillot amarillo de líder, pero cedió ante el australiano en esa etapa, lo que llevó a la segunda plaza del podio, donde también subió, tercero, su hermano Frank. La primera vez en la historia que dos hermanos compartían podio en el Tour. Ese año, como recuerdan con brillantez literaria los compañeros de Dorsal 51, Andy Schleck consiguió su más espléndida victoria de etapa en el Galibier, en solitario, a lo épico, ciclismo de antaño. 

A partir de entonces llegó el declive de Andy Schleck. Nunca ya volveríamos a ver sus memorables hazañas. Una caída en el Dauphiné del 2012 le obligó a dejar prácticamente desierto su calendario aquel año. No pudo correr el Tour y tampoco la Vuelta Ciclista a España, su segunda opción para ese año. Sólo le vimos en el Tour de Pekín, carrera menor y ya al final de la temporada. Un año gris, para olvidar, que lamentablemente marcaría ya su nivel, achacado de problemas físicos y falto de confianza, hasta el final de su carrera. En 2013 consiguió acabar una carrera por primera vez en mucho tiempo. Pero no era el Andy de siempre. Concluyó en la vigésima plaza general del Tour. Desde entonces la carrera del portentoso ciclista luxemburgués fue un declive constante y decepcionante, la tristeza que invade al amante del ciclismo cuando ve a uno de los más insignes corredores de la época reciente arrastrándose por la carretera e incapaz de alcanzar su nivel real. Al Tour de este año llegó Andy Schleck algo mejor y con más moral tras concluir tercero en la contrarreloj del campeonato nacional de su país, pero en la maldita tercera etapa del Tour de Francia, camino de Londres, con la lluvia como decorado, se fue al suelo y tuvo que retirarse. Allí sufrió la lesión que ha terminado obligándole a colgar la bicicleta

¿Cómo recordaremos a Andy Schleck, retirado tan pronto? El tiempo dirá, pero creo que se va un ciclista de enorme clase, un corredor formidable. Sin duda, uno de los mejores que hemos visto en los últimos años. El infortunio y en no pocas ocasiones una falta de actitud y de fortaleza mental bastante palpable nos han impedido presenciar la mejor versión del corredor luxemburgués en todo su esplendor. Es el talento ciclista más poderoso que hemos visto frustrarse y caer derrotado en los últimos años. A bote pronto, no se me ocurren ejemplos equiparables. Damiano Cunego, quizá, quien tras ganar aquel Giro de 2004 parecía llamado a cotas más altas de las que finalmente ha alcanzado, pero el italiano no posee esa clase de Andy Schleck. Será de esos corredores con más biografía que palmarés, aunque no lo tiene nada malo, de esos que dejan más sensaciones y vivencias memorables que victorias. Un corredor especial. Un talento desbordante que pudo llegar más lejos, sí, pero que llegó al corazón de los aficionados y allí se hizo un hueco para siempre. 

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