Astana, en el alambre

"En libertad condicional". Así estaba el conjunto Astana, según recordaba siempre que era preguntado el presidente de la Unión Ciclista Internacional (UCI) Brian Cookson. Los cinco positivos en la escuadra kazaja el año pasado (dos en su formación World Tour y tres en el equipo continental, que burdamente eliminó Vinokourov pretendiendo que así resolvería la papeleta) y la presunta implicación de varios corredores de Astana en el caso Padua (la trama de dopaje con el doctor Ferrari en el centro que investiga la Justicia italiana) dibujaban un escenario muy gris para el conjunto celeste. La UCI abrió hace unos meses una auditoría al Instituto de las Ciencias del Deporte de la Universidad de Lausanna. Sus conclusiones son claras y la reacción de la UCI, contundente: pedirá que Astana pierda su licencia World Tour. 

El máximo organismo del ciclismo internacional explica que "la auditoría de la ISSUL ha revelado, entre otras cosas, una gran diferencia entre las políticas y estructuras que el equipo presentó en diciembre y la realidad sobre el terreno". Además, "las autoridades italianas han facilitado a la UCI las partes de la investigación de Padua que han sido autorizadas a compartir" en la que estarían implicados corredores del equipo kazajo. Astana reaccionó ayer a esta información, publicada inicialmente por L´Equipe, afirmando que acudirá al Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) si la UCI le retira la licencia, algo que ya hizo en el pasado, con éxito, el equipo Kathusa hace un par de años. 

Hasta aquí, las posturas de las dos partes. ¿Qué conclusiones se pueden extraer de este caso? La primera, que no está cerrado. Ahora la UCI pedirá a la Comisión de Licencias que saque a Astana del World Tour. Se entiende que este órgano atenderá a las razones del organismo presidido por Brian Cookson. Pero Astana recurrirá la decisión al TAS, lo que puede abrir un periodo de temporalidad e incertidumbre para el equipo. De entrada, ya lo hemos comentado aquí otras veces, la reacción de Astana ante la gravísima situación en la que se encuentra ha sido del todo insuficiente. No se puede pretender que no ocurra nada cuando en tu equipo se dan cinco positivos en un año y, además, aparecen nombres de tus corredores en una investigación sobre una turbia trama con un tipo siniestro, el doctor Ferrari. 

Duele este caso, porque volverá a hacer mucho daño a la credibilidad de nuestro deporte y dará argumentos a quienes identifican, injustamente, al ciclismo con el dopaje. Lo cierto y verdad es que el equipo del campeón del Tour de Francia está a punto de perder la licencia World Tour por asuntos de dopaje. Será muy difícil darle la vuelta a este titular tan demoledor. Y es necesario afrontar la realidad tal cual es. Así estamos. Vuelve toda la basura del dopaje, vuelven los fantasmas del pasado, vuelven las sospechas, los malos rollos, las dudas. Vuelve la peor lacra para nuestro deporte. Y Astana no ha reaccionado bien, en absoluto. 

De este caso, sin embargo, sí se pueden sacar conclusiones positivas. Se deben, incluso. Primero, y es muy importante, la UCI vuelve a ser una institución seria. Huelga decir que no lo ha sido en los últimos años, décadas casi diríamos. Con Cookson al frente, esto parece cambiar. El británico está ejerciendo un trabajo serio y su comportamiento en este caso es impecable. No tomó decisiones precipitadas, pero tampoco dejó pasar un caso tan grave. Podría haber mirado para otro lado, podría haberse tragado las trolas del Astana sobre su escuadra continental o sus excusas sobre el caso Padua, por aquello de que es uno de los equipos más potentes del pelotón y porque en él milita Vincenzo Nibali, ganador del Tour. Pero no lo ha hecho. Y hay que celebrar su actitud. 

Hoy algunos medios titulan, y creo que muy acertadamente, "La UCI se atreve con Astana". Es verdad. Astana es un peso pesado del pelotón y creo que ver al máximo organismo del ciclismo mundial actuando con el conjunto kazajo con la misma severidad que haría con cualquier otro equipo es la mejor de las noticias. Igualdad para todos. Y, además, rigurosidad en la investigación. Cookson no cayó en el exceso de mirar hacia otro lado, pero tampoco en el error de actuar de forma precipitada. Encargó una auditoría, pidió tiempo para informar y encargó ese trabajo a una institución independiente. Así se hacen cosas. Así se trabaja para recuperar la credibilidad. La labor de la UCI en este asunto es, en fin, lo único alentador de un tema sucio, mucho, y con muy mala pinta. 

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