Lo mejor del 2015 ciclista (I)

Acaba 2015 y es tiempo de echar la vista atrás y rememorar lo mejor de este año ciclista. Una temporada intensa y emocionante. Cada año, la periodista de Ciclismo a Fondo Ainara Hernando plantea a través de su cuenta de Twitter el día de Navidad el debate sobre cuál es la foto ciclista del año. Siguiendo este hastag, que se convirtió el día 25 en trending topic, pudimos revivir muchos grandes momentos de este 2015. Vamos a estructurar el resumen de la temporada en cinco  artículos. Hoy recordaremos las grandes vueltas, mañana será el turno de los monumentos del ciclismo y el Mundial, para el día 29 tocará un resumen de otras grandes carreras de este año y el 30 y 31 elegiremos a los 10 ciclistas del año. 

Comenzamos con el Giro de Italia, donde Alberto Contandor comenzó un reto a más largo plazo, pensando en conseguir lo que nadie había logrado desde los tiempos de Marco Pantania, ganar la corsa rosa y hacer lo propio con el Tour de Francia dos meses después. El madrileño venció con brillantez, aunque no sin apuros, un Giro de Italia que estuvo marcado por la división interna en Astana. El líder del conjunto kazako era el italiano Fabio Aru. Ídolo local. Llamado a ser el sucesor de Vincenzo Nibali como ciclista transalpino en las carreras de tres semanas (algo que está a su alcance, tal y como demostraría en la Vuelta unos meses después). El director deportivo, el ahora destituido Martinelli, tenía claro que Aru era el jefe de filas y así siguió incluso cuando un estratosférico Mikel Landa demostró ser, de largo, el más fuerte de la carrera. 

No sabremos nunca qué habría pasado si Landa hubiera gozado de libertad de movimientos en el Giro, pero no pocos creen (creemos) que podría haber puesto en aprietos a Contador, sobre todo en la penúltima etapa, cuando el corredor vasco se marchó por delante y soñó con darle la vuelta a la carrera, antes de que desde el coche le ordenaran parar. En todo caso, fue una victoria sensacional de Contador, su su segundo Giro de Italia y su séptima gran vuelta. Dijo entonces Contador, tras conquistar Milán, que la gente se piensa que ganar es lo normal, cuando es justo al revés. Y, en efecto, con grandes campeones como él sucede que damos por descontado que lo lógico es que gane, pero este Giro le exigió un esfuerzo descomunal y tuvo que vender a un Landa inmenso y a un Fabio Aru  voluntarioso y muy aguerrido. Fue un Giro notable cuya victoria Contador cimentó gracias a su exhibición en la crono. 


En el Tour de Francia la primera jornada de montaña dejó en el aire la sensación de que restaba una carrera apasionante... por la segunda plaza. Chris Froome asestó un duro golpe a sus rivales. Los destrozó. Dio tal recital, fue tan enorme su exhibición, tan descomunal su dominio de la situación, que atenazó a todos los demás candidatos. Allí, camino de La Pierre de Sainy Martin, ganó el corredor británico del Sky el Tour. Por aplastamiento. Ganó la guerra psicológica, inoculó el miedo del virus y el conservadurismo en sus rivales. Quién osa atacarme a partir de ahora. Quién se atreverá a moverse, a buscarme las cosquillas, cuando ha sido tan brutal mi victoria en la primera ocasión que se ha presentado de sacar tiempo, debió de pensar. 

Adormecido, anestesiado como un boxeador noqueado por el golpe certero de un rival mucho más fuerte que todos los demás, se encontró el Tour durante varias etapas. Fue un juego de estrategia, una guerra psicológica que ganó Froome. Sus rivales tardaron mucho en pensar que, tal vez sí, podrían intentar asaltar el trono. Cuando Movistar, que tenía a Quintana y Valverde segundo y tercer en la general, decidieron lanzar la rebelión, levantarse en armas, ya era demasiado tarde. Fue un simple pellizco, una molestia mínima. Podría haberse organizado una revuelta que incendiara la carrera, pero el conjunto español, más decidido a mantener sus dos puestos de podio que a intentar jugárselo todo por arrebatarle al corredor británico nacido en Kenia el liderato, sólo lo probó en serio en la penúltima etapa, donde Quintana logró descolgar a Froome subiendo Alpe d´Huez. Pero ya era demasiado tarde. 

En todo caso, Froome fue el más merecido ganador del Tour y el Movistar logró algo muy difícil de conseguir, colocar a dos hombres en el podio final de París, y ganó la clasificación por equipos. Entre ellos, Valverde, que lloró al conseguir algo para lo que él, que lo ha ganado casi todo, lleva toda su carrera luchando, brillar en la carrera francesa, una historia de amor y odio la suya con la Grande Boucle, una de esas relaciones tormentosas que traen más problemas que alegrías pero en las que, aún así, no queda otra que perseverar y volver a intentarlo. 

No faltaron polémicas en la Vuelta a España, desde las quejas por el trazado de la primera etapa hasta la retirada de Peter Sagan tras ser arrollado por una moto de carrera, pasando por la expulsión de Nibali por agarrarse al coche de equipo tras sufrir una caída. Pero el espectáculo deportivo del desenlace de la prueba se sobrepuso a aquellas. Fue una Vuelta de menos a más, que ganó intensidad con el paso de los días, el desenlace soñado por los organizadores de una carrera ciclista. Se decidió en una jornada memorable, tal vez la más hermosa etapa de una gran vuelta en muchos años, en la sierra madrileña. Allí Tom Dumoulin, el joven holandés a quien todos teníamos por un excelso contrarrelojista que se defendía a duras penas en la montaña, defendía una exigua ventaja, apenas un puñado de segundos, sobre el valiente Fabio Aru. 

Había aguantado hasta entonces cada acometida, cada ataque, cada acelerón, con enorme serenidad el corredor del Giant-Alpecin, a quien muchos admiramos por esa resistencia numantina. La irrupción del ciclista holandés como hombre de grandes vueltas es, sin duda, una de las noticias más destacadas de este año. Quedaba por delante una exigente jornada de montaña en la que Astana jugó al ajedrez, movió a sus piezas con maestría y lanzó un jaque mate a Dumoulin ante el que nada pudo hacer el corpulento corredor. Venció Aru su primera grande gracias, por supuesto, a su talento, pero sobre todo gracias a esa inteligente estrategia de un equipo todopoderoso, frente a la soledad de Dumoulin, sin compañeros que pudieran defenderlo en la montaña del acoso kazajo. Rafal Majka completó el podio de una Vuelta que también regaló destellos de calidad de muchos jóvenes ciclistas como Esteban Chaves, Caleb Ewan, Nelson Oliveira o Danny Van Poppel, entre otros. 

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