Operación Puerto, penúltimo capítulo

La Audiencia Provincial de Madrid absolvió ayer a Eufemiano Fuentes y a José Ignacio Labarga de los delitos por los que se les acusaba en el marco de la Operación Puerto, investigación que comenzó ¡hace 10 años! La razón esgrimida por la Justicia es que las transfusiones de sangre a los deportistas que contrataban los servicios dopantes de estos individuos no pueden considerarse medicamentos y, por tanto, "no tiene encaje en el delito contra la salud pública". Es sólo el penúltimo capítulo del largo y bochornoso serial del mayor escándalo de dopaje conocido en España en los último años, porque la Justicia, creo que con buen criterio, cederá a las autoridades deportivas, la UCI, la Agencia Mundial Antidopaje y el resto, las bolsas de sangre de los deportistas que recurrían a los servicios de la trama de Fuentes, por lo que podría identificarse a estos tramposos, aunque ya no se les podría sancionar, porque han transcurrido más de 10 años desde entonces. 
La Operación Puerto fue una chapuza ya desde sus orígenes, y la evolución posterior del caso no ha hecho más que confirmar ese mal comienzo. Para empezar, cuando se abrió un proceso penal por delitos contra la salud pública se sabía perfectamente que los responsables de esta trama nauseabunda no podrían ser sancionados, pues entonces el dopaje no estaba tipificado como delito. Quedó de manifiesto un interés político por apuntarse un tanto, por despejar dudas sobre la contundencia de las autoridades españolas contra el dopaje, pero se hizo del peor modo posible. Evidentemente, quienes se sacaban sangre para después volver a hacer una transfusión, pero ya con sustancias en ella para mejorar el rendimiento, se estaban dopando y merecían el severo castigo de las autoridades deportivas y el repudio de los aficionados al deporte. Pero esa práctica, en ese momento, no era delito. Y quienes comenzaron el proceso lo sabían.

A toda prisa, una vez fue archivado este caso por primera vez, el gobierno de entonces aprobó una reforma de la ley contra el dopaje, que entró en vigor en 2007, y permitió reabrir el proceso. Entró entonces en juego la exasperante lentitud de la Justicia española. Entre recursos y sucesivas dilataciones del proceso, hasta ayer no se cerró su parte penal, con los responsables de la trama yéndose de rositas. 

Ahora resta el capítulo deportivo, disciplinario, de esta trama. Y es el que está generando debate. Como amante del ciclismo, soy el primero que se ha cabreado por los casos de dopaje, incluso un poco al modo de los forofos de un partido político que se niegan a aceptar casos de corrupción en sus filas y siempre acaba pensando en conspiraciones varias. Pero tenemos que ser racionales y desapasionados, sobre todo porque es a quienes vibramos con este y otros deportes implicados en tramas de dopaje a los que más nos debe disgustar que haya gente haciendo trampas, quienes más empeño debemos poner en que se termine esta lacra. Así que, sí, es verdad que es doloroso. No, no es justo que se asocie dopaje con ciclismo cuando este no es el deporte más expuesto a estas trampas y sí el que más combate contra ellas. Sí, el seguimiento mediático de estos asuntos ha dejado mucho que desear. Pero creo que es importante esclarecer lo ocurrido en una época oscura de nuestro deporte. Y, si somos honestos, no hay razón para reclamar abiertamente que se corra un velo sobre los implicados en la Operación Puerto. 

Se van a conocer nombres, probablemente, de los propietarios de esas 200 bolsas requisadas. No podrán ser sancionados, porque los reglamentos internacionales establecen claramente que pasada una década del caso de dopaje éste prescribe. Entonces,¿de qué sirve ahora conocer esos nombres? Puede tener parte de razón esta pregunta pero, no nos engañemos, lo que esconde sobre todo es temor. Miedo a que la mancha del dopaje recaiga sobre alguien más que hasta ahora se hubiera librado. Pánico a que regrese el fantasma del pasado a devorarnos. Pero, ¿es mejor acaso la alternativa de que quien hiciera trampas quede libre al menos de la crítica pública, de la censura de los aficionados? Remover el pasado puede tener poco sentido, no lo sé. Pero resulta inevitable ver en ciertas actitudes de amantes del ciclismo un comportamiento equiparable, a digo, al de quien ve conspiraciones cuando se conocen casos de corrupción de su partido o cuando se investiga por fraude al fisco a un futbolista de su equipo

Ahora serán las autoridades deportivas las que dedican si reabren el caso, para poner nombres, en la medida de lo posible, a esas bolsas de sangre de clientes de Eufemiano Fuentes, representante, junto a tantos otros, de una época oscura de este y otros deportes. Más que para cualquier otra cosa, el cierre en falso de esta operación antidopaje debe invitar a reforzar el control de las trampas, porque la tolerancia debe ser cero al dopaje. Y, por supuesto, para recordarnos que esa época oscura no puede volver. Es doloroso, porque en parte es renunciar a parte de nuestra historia, es convivir con contradicciones, porque ya no podemos modular lo que sentimos viendo carreras repletas de corredores, ahora lo sabemos, mayoritariamente dopados. Pero la alternativa no puede ser ponerse una venda en los ojos. 

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