El dilema de Sagan

"Los demás no corren para ganar, corren para que no gane yo". La rajada de Peter Sagan, muy serio en el podio final de la carrera, puso el broche a un brillante desenlace del Eneco Tour. La última etapa lo tuvo todo, fue una clásica de primavera, pero ya en otoño, con el legendario Kapelmuur como testigo de excepción y juez de la carrera. El corredor eslovaco buscara arrebatar el liderato a Rohan Dennis (BMC), del que sólo le separaban unos pocos segundos. Cuando el ciclista australiano sufrió una caída, el corredor eslovaco del Tinkoff pasó a ser mucho más favorito para la victoria final, pero se quedó sin compañeros y, él solo, no fue capaz de echar abajado la escapada. El triunfo final acabó siendo para Niki Terpstra, del Etixx-Quick Step, mientras que el ganador de la etapa fue Edvald Boasson Hagen (Dimension Data). 
No es la primera vez que Sagan, favorito en casi todas las pruebas que corre, desde luego sí en todas las carreras de un día o las etapas como la última del Eneco Tour, una clásica insertada en una prueba de una semana, se queja de la poca colaboración del resto de equipos. La pregunta es si tiene razón. Y, desde la admiración más absoluta al ciclista eslovaco, creo que la respuesta es no. Naturalmente que no. Sagan no puede pretender que el resto de equipos le lleve en volandas hacia el final, cuando todos saben, y él el primero, que es el máximo favorito.

El ciclista eslovaco, que correrá la próxima temporada en el Bora alemán, tenía pensado atacar en la subida final al Kapelmuur y batir a sus rivales para ganar la carrera. Pero es que ese movimiento lo anticipaba todo el mundo. Y, como es lógico, nadie quiso ayudarlo. Sólo tiró del grupo de Sagan el Giant-Alpecin, porque Tom Dumoulin estaba en forma y buscaba la victoria de etapa. Mientras, por delante, abrían camino Oliver Naseen, Niki Terpstra y Edvald Boasson Hagen. También formó parte del grupo delantero el corredor alemán del Movistar Jasha Sütterlin, que acabó cediendo antes de tiempo y no pudo disputar la victoria parcial. 

El enfado de Sagan es comprensible, pero también lo es la postura del resto de equipos. No es que estos tengan poca ambición, es que sabían que colaborar con el ciclista eslovaco era firmar su sentencia de muerte. Cierto es que, de la otra forma, también se despedían igualmente de cualquier opción en la etapa final del Eneco Tour, pues se marchaban lanzados los tres escapados. "El Eneco Tour no significa nada para mí. Yo he ganado más que el resto, he ganado más que todos ellos juntos", dijo. 

Tiene que ser complicado ser el favorito, el señalado, la rueda a seguir, pero es algo que acarrea ser un ciclista como Sagan. También a Alejandro Valverde le ha pasado algo así en otras veces. Nadie echa una mano a quien con casi absoluta certeza sabe que le va a derrotar. Es el dilema al que se enfrenta todo gran campeón. En todo caso, es un cabreo, un calentón. Sagan se va del Eneco Tour con dos victorias de etapa y ahora la incógnita está en saber si acudirá o no al muy descafeinado, por el plano recorrido, Mundial de Qatar

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