El infortunio elimina a Valderde e Izagirre



Una curva y el asfalto mojado son suficientes para echar abajo meses de preparación, proyectos, anhelos, ilusiones. El ciclismo se parece mucho a la vida, en lo bueno y en lo malo. Y no por sabido duele menos qué tantas cosas se puedan romper en sólo unos instantes. No había hecho más que empezar el Tour de Francia y ya terminó, de la peor manera posible, para Ion Izagirre y Alejandro Valverde, que se fueron al suelo en la misma maldita curva, que tuvieron que abandonar. Dos caídas dolorosas y con consecuencias graves, fracturas que amenazan con acabar con la temporada de ambos. Y las noticias que llegan desde Alemania sobre Valverde son especialmente preocupantes. "Probablemente no volverá a correr en toda la temporada y ojalá sea sólo eso", decía ayer Eusebio Unzúe. Es decir, incluso la propia carrera de Valverde parece estar en riesgo por esa maldita curva. 

Sería terriblemente injusto, tanto como lo es a veces la vida, que un luchador como Valverde tuviera que colgar la bicicleta por una caída. En el Tour, esa carrera que él siempre ha amado y de la que apenas ha recibido más que disgustos. Es una relación la del murciano con la Grande Boucle ciertamente desigual, como esas parejas en las que una parte lo pone todo y la otra sólo se deja llevar. Ojalá se recupere. Tiene que hacerlo, el Bala. Tiene que volver a asombrar al mundo encima de una bicicleta. Tiene que ganar otra vez delante de jóvenes a los que saca diez años o más. Tiene que hacernos vibrar. Algún día tendrá que marcharse de las carreras, pero desde luego no así; no sería justo. 

Las retiradas de Valverde e Izagirre nos dejaron helados y nos recordaron que los ciclistas se la juegan a diario. Al principio, una parte de nosotros intentaba consolarse pensando que al menos los veríamos en la Vuelta, pero ambos tienen lesiones muy serias. De poco sirve a estas alturas decirlo, y el comentario es sin duda oportunista, pero no pocos creen que aquella curva debería haber estado protegida de algún modo, al menos para amortiguar el golpe en las numerosas caídas que se produjeron allí, con la carretera tan mojada que era como una pista de patinaje sobre hielo. En todo caso, el riesgo cero no existe. Los corredores están siempre muy expuestos, lo que no hace más que agrandar nuestras admiración.  

El resultado de la contrarreloj quedó en un segundo plano. Fue demasiado duro lo ocurrido, demasiado doloroso. Los favoritos tomaron muchas precauciones para no ir al suelo. Y, entre todos, Chris Froome fue el mejor, poniendo las cosas en su sitio, recordando quien manda aquí. Por si fuera poco, su compañero en el Sky, Geraint Thomas, ganó contra pronóstico la etapa, para mayor gloria del conjunto británico. 

Froome sacó 25 segundos a Simon Yates, 35 a Richie Porte, 36 a Nairo Quintana, 37 a Rafal Majka, 38 a Thibaut Pinot, 39 a Romain Bardet, 40 a Fabio Aru, 42 a Alberto Contador... Es decir, apenas hubo diferencia entre los candidatos, salvo con Froome, que dio su primer golpe de autoridad. 

Hoy, segunda etapa, en principio, propicia para el sprint. 

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