Froome y la Vuelta

La historia de Chris Froome cambió para siempre en la Vuelta Ciclista a España de 2011. El larguirucho corredor, hasta entonces nada más que un gregario de Bradley Wiggins en el Sky, se reveló como un ciclista de grandes vueltas, capaz de ganar algún día el Tour. Terminó segundo en la general aquella carrera, en la que también ganó una etapa y en la que fue el más fuerte. Sólo la tardía decisión del Sky de darle los galones en la prueba, en lugar de forzarle a trabajar para Wiggins, le impidió ganar aquella carrera, que venció Juanjo Cobo. Fue la irrupción de Froome. Un cambio de tendencia. Un punto de inflexión. 


Un año después, Froome regresó al Tour de Francia como gregario de Wiggins. Y se repitió, más o menos, la misma situación que en la Vuelta: el corredor nacido en Kenia era mucho más fuerte que se jefe de filas. Pero el empeño del Sky porque Wiggins se convirtiera en el primer corredor británico en ganar la Vuelta obligó a Froome a quedar en un segundo plano y a tener que frenar ostensiblemente para esperar a su líder en los grandes puertos de montaña. Froome ya no nunca olvidó la Vuelta. En 2012 volvió a la ronda española, donde fue cuarto.

Desde entonces, el Tour nos muestra la grandeza de Froome, su inmenso poderío, y la Vuelta nos enseña su cara más humana. Porque la relación del ciclista británico con la carrera española es especial. Mitad cariño y gratitud, porque fue aquí donde se reveló como el inmenso ciclista de vueltas de tres semanas que es, y mitad cuenta pendiente y espina clavada. Quiere emular a Jacques Anquetil y a Bernard Hinault, los dos únicos corredores que han ganado la misma temporada el Tour y la Vuelta, en 1963 y 1978, aunque entonces la ronda española se corría en abril, antes que el Tour. Desde que la Vuelta se disputa tras la Grande Boucle, nadie ha conseguido hacer el doblete. 

Es muy de agradecer que Froome, tras ganar un Tour, que es lo máximo, una victoria que sirve más que de sobra para justificar una temporada, decida volver a afrontar el reto de una vuelta de tres semanas. Habla mucho de su grandeza, de lo que le gusta su profesión y, también, de esa especial relación con la Vuelta. Aquí empezó a brillar su estrella, pero nunca en lo más alto del podio. El ciclista británico volvió a ser segundo en 2014 y en 2016. Este año quiere ganar. 

Aún es pronto para saber quiénes serán sus principales rivales, porque faltan por confirmar muchas presencias. De entrada, sí parece que la Vuelta este año tendrá una participación algo más débil que en ediciones anteriores. Sin Tom Dumoulin, ganador del Giro que se centrará en preparar el Mundial contrarreloj, sí estará en la línea de salida de Nimes un ganador de la ronda española, Vincenzo Nibali, probablemente el mayor antagonista de Froome. Está por ver si corre la Vuelta Alberto Contador, cuya presencia en la carrera puede depender de su renovación con el Trek. Algunos rumores apuntan a que incluso se podría retirar en la ronda española. 

También están entre los preinscritos en la carrera, entre otros, el ruso Ilnur Zakarin, el campeón italiano Fabio Aru (quinto del Tour), Domenico Pozzovivo, Adam Yates, Johan Esteban Chaves (tras su modesto paso por elTour) o Steven Kruijswijk. Al Movistar lo comandarán los jóvenes Marc Soler y Rubén Fernández, ante las ausencias de Nairo Quintana, que ha corrido Giro y Tour, y de Alejandro Valverde, quien sigue luchando por recuperarse de su grave caída en la etapa prólogo del Tour. Contra todos ellos se enfrentará Froome, que aspira al fin a ganar la Vuelta, una cuestión personal, un objetivo perseguido desde que hace seis años todo cambió en su carrera en la ronda española 

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