Landa y su momento Escarlata O'Hara


"Aunque tenga que mentir, robar, mendigar o matar, a Dios pongo por testigo de que jamás volveré a pasar hambre", proclama Escarlata O'Hara en una de las escenas más memorables de Lo que el viento se llevó. Ayer, Mikel Landa tuvo su momento Escalarta O'Hara en la rueda de prensa del día de descanso del Tour de Francia. En su comparecencia ante los medios, Landa, a quien se le pone por momentos cara de ganar de un Tour (aunque no será probablemente el de este año), reiteró que es consciente de su rol en el Sky. El líder del conjunto británico es Chris Froome y el corredor vasco se dedicará a ayudarle a ganar su cuarto Tour. Pero una y uno más. Landa no volverá al Tour como gregario ni como segunda baza de nadie, salvo que él así lo desee.

Habló claro Landa, como siempre. Igual que cuando dijo, tras dinamitar en Tour de la mano de Contador, que por supuesto que le encantaría ganar la carrera, pero que sabe cuál es su papel en el Sky. "No me faltan piernas para ganar el Tour, me faltan galones", dijo entonces. Ayer, en esta línea, declaró encontrarse bien. Y no hace falta que lo jure. En las jornadas de montaña ha parecido el ciclista más fuerte de la carrera francesa. Demostró claramente  el domingo, cuando se detuvo para auxiliar a Froome, que es el más fuerte de la prueba. Pese a ello, es casi una quimera pensar en él como ganador de este Tour. Para eso deberíamos ver un hundimiento de Froome, quien no está tan fuerte como antaño, pero del que tampoco se espera una debacle. 

Landa sabe de sobra lo que es verse mejor que su jefe de filas, pero tener que contenerse. Lo vivió en 2015, cuando tuvo que detenerse para servir a Fabio Aru en un Giro de Italia que ganó Alberto Contador y que muchos pensamos que podría haber ganado el ciclista vasco, entonces en el Astana, si hubiera tenido galones. Ese mismo año, en la Vuelta, Landa protagonizó un momento glorioso, en el que se quitó el pinganillo para ir por libre y ganar la etapa reina de la carrera, sin atender órdenes de equipo. Cultivó entonces una fama de ciclista rebelde con la que Landa no se siente incómodo, aunque en esa misma Vuelta, tras ganar su etapa, fue una pieza clave para que Aru se impusiera en la ronda española. 

La suerte no ha acompañado a Landa en las grandes vueltas. Fichó por el Sky en 2016 para liderar al conjunto británico en el Giro, pero las caídas se interpusieron en su camino el año pasado y este. Aun así, el corredor vasco se rehizo y ganó una etapa y la clasificación de la montaña en el Giro de este año, en el que dio un recital, escapándose en cada etapa de montaña. No conviene olvidar que el excelso rendimiento de Landa en este Tour que lo puede cambiar todo en su carrera, sea cual sea el resultado final, se produce después de que el ciclista vasco batallara a diario en el Giro. Palabras mayores. 

Este año termina el contrato de Landa con el Sky, donde no seguirá. Tiene varias ofertas encima de la mesa, aunque parece que su fichaje por el Movistar está casi cerrado. En caso de confirmarse, la gran estrella emergente del ciclismo español formaría parte del único equipo español en la primera división del ciclismo mundial, una gran noticia, sin duda. Eso sí, Landa tendría que ganarse frente a Nairo Quintana, desdibujado este año pero podio en las dos ediciones anteriores, el puesto de jefe de filas del Movistar en el Tour. 

De momento, hoy se reanuda el Tour tras la jornada de descanso de ayer. Lo hace con una etapa propicia para el sprint o para una escapada consentida. Los hombres de la general velarán armas para las decisivas etapas alpinas del miércoles y el jueves. Entre ellos, un Mikel Landa que ayer puso por testigos a los periodistas de que nunca más volverá a pasar hambre de victorias y de ambición por ganar la carrera en el Tour de Francia. 

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