¿Qué aporta un pelotón más reducido?

A partir del próximo año, el pelotón de las grandes vueltas será más reducido, ya que los equipos pasarán de tener nueve a ocho corredores, mientras que en las carreras de una semana se reducirán las escuadras de ocho a siete. La UCI está decidida a seguir por esta senda. Tanto es así que su nuevo presidente, David Lappartient, declaró la semana pasada que su intención es que los equipos se reduzcan en un futuro de ocho a seis ciclistas. Pero, ¿qué aportan estas novedades? ¿Cuáles pueden ser sus efectos positivos? ¿Y los negativos? ¿Cómo las recibe el pelotón? 


En principio, esta reducción de los bloques en las carreras responde a dos propósitos: aumentar la seguridad de los ciclistas (cuantos menos haya en el pelotón, menor es el riesgo, se entiende) y elevar también la emoción de las carreras, porque los equipos tendrán menos capacidad de controlar las pruebas. El primer punto es discutido por la asociación de ciclistas, que no está a favor de la medida porque pondrá más difícil encontrar trabajo a todos los corredores. Si en las carreras los equipos son más pequeños, inevitablemente, también terminarán siéndolo las plantillas y, probablemente, las estructuras de los equipos (menos corredores a los que dar masajes, menos bicicletas que mantener...). 

Respecto a la seguridad, sí parece claro que hay otras medidas que deben estudiar los organizadores de las carreras. Un ciclista menos por equipo puede ayudar a aligerar el pelotón y, por tanto, ayudar a que se produzcan menos caídas. Pero mucho más importante parece controlar el número de vehículos que acompañan las carreras, que no ha parado de crecer, sobre todo en las grandes vueltas, donde hay motos y coches por todas partes. Ya han causado varios accidentes serios. Lo ideal sería reducirlo a su mínima expresión, a lo estrictamente necesario para permitir el normal desarrollo de la carrera. 

Tampoco es que se piense demasiado en los ciclistas con otras cuestiones, como la ineficiente señalización de algunos tramos en ciertas carreras, los largos desplazamientos o los descensos kamikazes que suponen un riesgo cierto para los corredores. En todo caso, sí parece que reducir algo el gran bloque de las pruebas puede contribuir a mejorar la seguridad. No es suficiente, ni siquiera lo más importante, pero puede ayudar. 

Respecto al espectáculo, visto lo visto en pruebas anteriores estos últimos años como por ejemplo el Tour de Francia y el todopoderoso Sky, cuesta no dar la razón a quienes sostienen que reducir el número de ciclistas por equipo puede contribuir directamente a mejorar la competitividad de las carreras. Se ve en el Mundial, por ejemplo, donde sólo las mejores selecciones tienen grandes bloques, mientras que el resto debe conformarse con muchos menos ciclistas. Y eso suele beneficiar el espectáculo. Cuanto más difícil sea controlar una carrera, imponer el rodillo de una gran escuadra, más emoción deberían tener las carreras. Si se cumpliera esa idea del presidente de la UCI y se terminaran reduciendo los bloques a seis ciclistas, la capacidad de los equipos más fuertes para imponer su ley decaería y, en teoría, se abrirían más oportunidades para otros corredores y otras escuadras. 

Es lógico que los ciclistas se nieguen a estas medidas, y sería razonable que se escuchara también su opinión para intentar llegar a un equilibrio. Obviamente, los ciclistas, como cualquier otro profesional, van a defender sus puestos de trabajo, que están en peligro para muchos si se sigue reduciendo el número de corredores por escuadra. Cuanto menos ciclistas por equipo, menos oportunidades para los jóvenes y para la clase obrera del ciclismo, esa clase mayoritaria que forman los corredores que no ganan carreras, pero ayudan a sus líderes a ganarlas, esos gregarios que tan importantes son en los equipos. Es difícil alcanzar un equilibrio entre los beneficios a la emoción de las pruebas que puede aportar la medida de la UCI y su impacto claro en el empleo de los corredores. 

Comentarios