Caso Froome: ¿Y ahora qué?

Los aficionados al ciclismo seguimos intentando digerir la noticia del positivo de Chris Froome en la Vuelta, conocido ayer. No conviene prejuzgar a nadie, por supuesto, pero tampoco sirve de nada autoengañarse. Froome deberá demostrar que ese resultado anómalo responde a un tratamiento médico de su asma, algo que la mayoría de los especialistas consultados por los médicos considera más bien difícil, ya que el nivel de Salbutamol encontrado en aquel análisis fue el doble de lo permitido y no parece casar con un uso  medicinal. No se puede hablar de positivo en sentido estricto, precisamente porque se trata de una sustancia sí permitida para los ciclistas con un parte médico que declare que tienen asma, como es el caso de Froome. Y ayer no pocos lamentaban que se hubiera filtrado el proceso antes de conocerse su desenlace, porque en ocasiones anteriores casos similares quedaron en nada (otros acabaron con una suspensión de nueve meses, como le pasó a Ulissi).
 
Pero no conviene autoengañarse ni cerrarse en banda a lo que es una realidad. Lo que pudiera haber avanzado el ciclismo en materia de limpieza y de imagen pública lo retrocedió ayer de golpe. Con todos los matices que queramos (y debamos) ponerle a este caso, que efectivamente no es un caso de positivo por dopaje al uso. Froome es el líder absoluto de este deporte, como antes lo fue Armstrong. Y contra él y su equipo, como antes contra el texano y su escuadra, ya se habían lanzado algunas acusasiones de dopaje, como aquella filtración de unos hackers rusos que incluían a Bradley Wiggins y a Chris Froome en una lista de corredores que presuntamente se habían dopado. Decidimos que aquello no tenía credibilidad y seguimos deseándolo, pero la noticia de ayer nos obliga a dudar. Es triste, y puede que injusto. Pero la credulidad tiene un límite.
 
Froome tiene un permiso médico que dice que él es asmático. Pero es bien sabido que el ventolín, ese medicamento que sirve para tratar el asma, en dosis más elevadas, puede servir también para mejorar el rendimiento, porque abre las vías respiratorias. Su uso sólo está tolerado por causas médicas. Y sólo hasta un nivel, que Froome duplicó en aquel control en la Vuelta. Vincenzo Nibali, segundo en la carrera española y también asmático, dijo que aquellos días llovía en la ronda, así que no entiende por qué Froome usó ventolín. Los periodistas que cubrieron la carrera sí cuentan que el ciclista británico tenía una tos fuerte en las ruedas de prensa en los últimos días de competición, coincidiendo con este resultado anómalo.
 
Algo parece claro. El porcentaje de ciclistas considerados asmáticos es muy superior al porcentaje de la población media, lo cual inevitablemente invita a la sospecha. Antes que Froome otros grandes corredores tuvieron problemas con el Salbutamol, y salieron sin castigo, como el propio Miguel Indurain. Pero eso no resulta precisamente tranquilizador. Que el uso de este medicamento esté tan extendido debe encender todas las alarmas.
 
El Sky y Froome deberán defenderse de este resultado anómalo, que tanto daño hace al ciclismo, termine como termine esta historia. Visto lo visto, pedir a los aficionados que crean en la limpieza total de este deporte es casi pedir un acto de fe. Es muy triste y ojalá no estuviéramos hablando de ello, pero da la sensación de que no hemos avanzado tanto como creíamos, de que todavía no está tan extendido como desearíamos la idea de que la credibilidad del ciclismo es vital y de que no vale ningún atajo. Habrá que reabrir todos los debates que considerábamos cerrados. El de la dureza de los recorridos. El de la velocidad abrumadora de las pruebas. El de la necesidad de héroes y gestas de este deporte. El del estricto control en las sustancias permitidas. Los que hagan falta. Pero la máxima prioridad del ciclismo debe ser su credibilidad. Noticias como la de ayer son un mazazo del que costará mucho recuperarse.
 
Algunos corredores que han tenido resultados similares al de Froome se quedaron sin sanción, porque pudieron demostrar ante la UCI que el nivel de Salbutamol no respondía a prácticas dopantes, sino a un tratamiento médico. Otros sí fueron sancionados. Cabe la posibilidad de que el ciclista británico pierda su triunfo en la Vuelta. También es posible, según los meses de sanción que reciba, que no pueda acudir al Giro, del que era el gran aliciente. Pero todo eso, sin duda importante, es insignificante al lado del daño devastador que esta noticia causa en la imagen del ciclismo, otra vez puesto en duda, otra vez vapuleado en los medios, otra vez asociado con las trampas y el dopaje. 

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