Valverde cumple el guión en Estella

Nadie se hizo rico apostando ayer por la victoria de Alejandro Valverde ayer en el GP Indurain, que celebró su vigésima edición, en la que se homenajeó a José Miguel Echávarri, alma mater del equipo que hoy es el Movistar y que en los tiempos de Indurain fue el Banesto. El triunfo del ciclista murciano estaba cantado, era el máximo favorito, todo el mundo daba por hecho que ganaría, apenas había dudas de que así sería. Y, claro, ganó. Venció, además, en solitario, a lo campeón, para sumar su noveno triunfo en el año, tras las dos etapas y la general de la Vuelta a la Comunitat Valenciana, el triunfo parcial y la general del Tour de Abu Dhabi, más las dos etapas y la victoria final en la Volta a Catalunya. Suma y sigue. Imparable. 


Aún persistía ayer la polémica, o más bien el debate, sobre la decisión de Valverde y Movistar de correr el GP Indurain, de alguna manera, la carrera de casa para el equipo navarro, en vez de acudir al Tour de Flandes, que se disputa hoy (aquí, la previa). La victoria de ayer de Valverde, arrolladora, incontestable, no hizo cambiar demasiado las opiniones de nadie en este debate sobre el calendario del corredor del Movistar. Quienes querían ver al murciano en el segundo monumento del año defendían que este triunfo demostraba que Valverde está en plena forma y que debía haber acudido a la clásica belga, mientras que los que sostenían que el ciclista del Movistar había hecho lo correcto vieron en la victoria un argumento más para sostener su tesis. Sí parece claro que, además del riesgo que implica la carrera de los muros y los tramos adoquinados, la decisión de Valverde tiene un componente emocional, correr (y ganar, claro), la carrera en la que Movistar está en casa. 

Unos y otros, los que aplaudieran la opción elegida por Valverde y los que la critiquen, pueden dedicarse, en todo caso, a disfrutar de este colosal ciclista, el más completo jamás visto en España. El Movistar sabía que tenía que controlar la prueba, para cumplir el guión, para hacer buenos absolutamente todos los pronósticos, que anticipaban una nueva victoria de Alejandro Magno, otra conquista más que añadir a su inmenso palmarés. Se sucedieron los ataques, como el de Jack Haig, del Mitchelon-Scott, que lo intentó lejos de meta. A unos 30 kilómetros quien se movió fue el joven Robert Power, también del equipo australiano, que fue el que más probó las fuerzas de Valverde, el que más desafío al todopoderoso corredor murciano. 

También lo probó Lilian Calmejane (Direct Energie), otro corredor joven al que conviene vigilar de cerca siempre. Él formó un cuarteto delantero junto a Dimitri Strakohb y dos compañeros de Valverde en Movistar, Andrey Amador y Carlos Betancur, quienes venían de trabajar para el murciano. El equipo telefónico lo tenía todo controlado, ya que junto a Valverde rodaba Marc Soler. Todo en orden. 

La victoria parecía cercana, sólo faltaba por ver cómo quería Valverde asestar el golpe definitivo a la prueba. ¿Atacando? ¿Esperando para rematar en el sprint de un grupo reducido? Optó por la primera opción, la atrevida, la valiente, la del campeón que es. Atacó con fuerza el corredor murciano, a quien sólo pudo seguir Carlos Verona, quien podrá contar a sus nietos que él resistió a un demarraje de Valverde, algo que no muchos corredores del pelotón pueden afirmar. Verona, otro joven aunque sobradamente preparado ciclista llamado a dar el relevo a las grandes estrellas del pelotón español, formó dúo delantero junto a Valverde durante varios kilómetros, hasta que el ciclista del Movistar aceleró y el corredor del Mitchelton-Scott fue incapaz de seguirle. Acabó ahí la aventura de Verona y continuó el show de Valverde, quien llegó en solitario a meta, a tiempo para saborear una nueva victoria, otra más, en un año de ensueño para él. 

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