Quintana sorprende en Calpe y Roche se pone líder


El Giro de Italia tiene una dureza montañosa incomparable y el Tour de Francia es la carrera ciclista más prestigiosa y mediática del mundo, pero la Vuelta Ciclista a España tiene algo de lo que carecen las otras dos grandes pruebas de tres semanas, como ha quedado claro en la etapa de hoy. La Vuelta es anarquía, falta de control, batalla sin cuartel desde el primer día. La Vuelta es la carrera de los prodigios, donde todo es posible, donde los favoritos se baten en duelo desde el principio, donde cada segundo cuenta. La Vuelta es esa prueba ciclista en la que Nairo Quintana gana una etapa atacando en el llano a seis compañeros de fuga, alguno de ellos tan rápido como Rigoberto Urán o Primoz Roglic. La Vuelta es lo imprevisible, el lugar donde todo puede ocurrir. La Vuelta son tres semanas de homenaje diario al ciclismo, es la falta absoluta de jerarquías, es la bendita locura de las carreras rotas. La Vuelta es una fiesta. 


Nadie esperaba ver hoy una batalla como la que han decidido regalarnos los ciclistas en la segunda etapa de esta edición de la ronda española, la primera en línea, entre Benidorm y Calpe. No se dedicaron precisamente a veranear los ciclistas, ni a disfrutar de la belleza de la zona. El día comenzó como estaba previsto, con la formación de una fuga de cuatro hombres, con Ángel Madrazo (Burgos BH), Sander Armée (Lotto-Soudal), Jonathan Lastra (Caja Rural-Seguros RGA) y Willie Smit (Katusha). 

Sólo el Bora de Sam Bennett se dedicó a mantener controlada la escapada, pensando en las opciones en un hipotético sprint de su hombre rápido. Pero ese desenlace nunca llegó, porque la presencia del Alto de Puig Llorença a falta de 25 kilómetros del final ha animado a los ciclistas. Un puerto de segunda categoría cerca de meta en la primera etapa en línea, otra de esas cosas que sólo se ven en la Vuelta. Había ganas de probarlo, de romper la carrera, de evitar el sprint. Con los escapados ya cazados, los primeros en animar la ascensión al puerto fueron Davide Formolo, Pierre Latour y George Bennett. El demarraje de los tres animó a otros ciclistas a probarlo. El que lo hizo con más fuerza y convicción fue Alejandro Valverde, quien pasó primero por el puerto y fue el artífice del corte, que dejó por delante sólo a una veintena de corredores, entre los que no estaba Steven Kruijswijk, probablemente, perjudicado por la caída de ayer. 

En el terreno siempre exigente hasta meta, con constantes subidas y bajadas, se formó un nuevo ataque, de muchos quilates, que es el que ha marcado el día. Se fueron hacia adelante Primoz Roglic, quien buscaba recuperar el tiempo perdido ayer en la contrarreloj por equipos; Nicolas Roche, que era el mejor clasificado en la general y, por tanto, el que más opciones tenía de vestirse de rojo si la fuga cuajaba; Nairo Quintana, soberbio, dejando claro a las primeras de cambios que quiere ganar la Vuelta; Mikel Nieve, el ciclista que nunca decepciona, la regularidad personificada, uno de esos corredores que todo director querría en su equipo; Rigoberto Urán, otra estrella del ciclismo colombiano que quiere alargar la fiesta de su país esta temporada; y Fabio Aru, que perdió más de un minuto ayer en la crono por culpa de una caída, y que deja claro que viene enchufado a la carrera. 

Una fuga de mucho nivel frente a un grupo de 13 ciclistas en el que el líder, Superman López, estaba solo. Le tocó tirar al corredor colombiano, pero estaba cantado que no iba a ser capaz de echar abajo la escapada, ya que el líder no tenía colaboración de nadie y, además, por delante iban seis ciclistas en plena forma decididos a hacer daño, a ir a por todas. Entonces sucedió lo inesperado. En uno de esos clásicos impasse en los que se deciden las escapadas, Nairo Quintana atacó a falta de unos tres kilómetros del final. Un demarraje seco, potentísimo, de los que es imposible seguir. No era Quintana el más rápido de la fuga ni, sobre el papel, el más acostumbrado a manejarse en esta clase de situaciones, pero sí era el más fuerte y, posiblemente, el que más ganas de resarcirse tras su modesta participación en el Tour, de reivindicar su grandeza, la de un ganador de Giro y Vuelta, al del enorme ciclista que es, a pesar de las muchas críticas recibidas, algunas más que merecidas. 

Ganó la etapa Quintana, sensacional, imperial, y, gracias a los 10 segundos de bonificación al ganador de etapa en meta, a punto estuvo de ponerse líder. Por dos segundos, sin embargo, Nicolas Roche es el nuevo líder de la carrera. Aventaja en esos dos segundos a Quintana, en 8 segundos a Urán, en 22 segundos a Nieve, en 33 segundos a Miguel Ángel López y en 38 segundos a Wilko Kelderman. 

La etapa de hoy ha hecho daño, mucho más del esperado, como atestiguan los más de 10 minutos perdidos por Wout Poels, y el hecho de que sólo una veintena de corredores haya estado en el grupo delantero en la ascensión al último puerto del día. 

En principio, pero sólo en principio porque todo es posible en la Vuelta, la etapa de mañana sí es propicia para el sprint. 188 kilómetros entre Ibi y Alicante, con dos puertos de tercera categoría; el último, a más de 40 kilómetros del final. 

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