Tenía ocho años cuando se disputó el que para muchos es el mejor Mundial del ciclismo de todos los tiempos, el disputado en Colombia en 1995, así que soy consciente de que entremezcló recuerdos reales con otros construidos a posteriori, en vídeos televisivos y de Youtube. Al menos, fue el más exigente, por la altitud y por la exigencia del recorrido, muy montañoso, apto para escaladores. Y, desde luego, es el Mundial de mejor recuerdo para los aficionados españoles, ya que Miguel Indurain y Abraham Olano conquistaron el mundo por partida doble.
Antes de la prueba en ruta se disputó el Mundial contrarreloj, donde arrasó Indurain, para entonces ya cinco veces ganador del Tour, Miguel I de España y V de París, compañero de Merckx, Hinault y Anquetil en el Olimpo ciclista. El ciclista navarro aventajó en 48 segundos a Olano, plata en ese mundial.
Arcoíris para Indurain, segundo puesto para Olano, exactamente lo contrario que sucedió en la prueba en ruta, donde sin duda Indurain era favorito y Marco Pantani, el mítico pirata italiano, era su gran rival. Pero el ciclismo es imprevisible, más aún en un Mundial. Indurain tuvo problemas mecánicos en esa carrera y, claro, algunos rivales intentaron sacar partido. Pero España no perdió el control de la prueba. Y decir España en ese Mundial de Duitama de 2005 era decir Indurain y Olano.
Fue Olano, el tapado, quien atacó y se marchó en solitario camino de la victoria. Por delante, Olano abría hueco, mientras que en el grupo perseguidor Indurain sólo se movía para secar cualquier ataque de algunos de sus compañeros de grupo. Jaque mate. La situación era perfecta para la selección española. De manual. Todo a favor: Indurain a rueda de los rivales y Olano, avanzando hacia el arcoíris. Llegó solo, triunfal y, por detrás, Indurain esprintó como nunca antes para ser segundo y acompañar en esa posición de privilegio a Olano en el podio final, junto a Pantani, tercero. Un Mundial maravilloso, un hito en la historia del ciclismo español.
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