Philipsen gana su primer monumento

 

Llegó la primavera, llegó la Milán-San Remo, el primer monumento de la temporada ciclista. Un año más, ha sido una carrera larga y sin excesiva emoción durante buena parte de su recorrido, pero con un desenlace apasionante. Es único el final de la Classicissima. Con la Cipressa, después con el Poggio de San Remo, con su acelerado descenso hacia la meta en San Remo. Ha hecho fortuna la reflexión acertada de Cavendish sobre este monumento: la clásica más fácil de terminar y la más difícil de ganar. Y así es. Es extraordinariamente difícil ganar esta prueba, porque puede tener muchos desenlaces posibles y allí puede ganar tanto un velocista como un escalador o un clasicómano. 


La Milán-San Remo partió esta vez de Pavia. Tardó en formarse la escapada, que finalmente compusieron los italianos Alessandro Toneli, Andrea Pietrobon, Davide Baldaccini, Davide Bais, Lorenzo Germanj, Mirco Maestri, Valerio Conti y Samuel Zoccorato, el ucraniano Kyrylo Tsarenko, el francés Romain Combaud y el español del Movistar Sergio Samitier


La escapada no tuvo éxito ni sorprendió esta vez, pero los fugados lograron marchar en cabeza de la prueba durante unas cuantas horas. Las emociones y las sorpresas en la Milán-San Remo están reservadas siempre para sus kilómetros finales, aquí no puede suceder lo que sí ha pasado en otras grandes clásicas, que la carrera se sentencie o se empiece a decidir a 80 kilómetros de meta. Aquí generalmente todo sucede en los últimos 20 minutos de carrera. Eso siempre que no haya ataques en la Cipressa, como ha sido el caso esta vez. El UAE de Tadej Pogacar marcó un ritmo exigente al frente de la ascensión más dura de la carrera, pero no llegó el ataque del esloveno. 


Todo se decidiría, pues, como casi siempre, en el Poggio de San Remo. Y ahí de nuevo el equipo de Pogacar, con Tim Wellens como su último hombre, tomó la responsabilidad. Todo el mundo esperaba un ataque del siempre sonriente ciclista esloveno y, en efecto, así ocurrió. No una, sino dos veces. Ambos demarrajes fueron respondidos por el otro gran favorito, Mathieu Van der Poel, quien se estrenaba esta temporada en la Classicissima. Por un momento parecía que ambos podían abrir hueco respecto a sus perseguidores. Pogacar apretó al máximo en el descenso. El resto de favoritos llegó a su altura.


Era un momento propicio para que alguien atacara por el córner y diera la sorpresa. Lo intentó un sospechoso habitual, Matej Mohoric, rodador extraordinario, pero no abrió hueco. Lo probaron después Matteo Sobrero y Tom Pidcock. Máxima tensión. Es cierto que la gran parte del recorrido de la prueba no es especialmente emocionante, pero en parte la Milán-San Remo brilla precisamente gracias a que los ciclistas llevan casi 300 kilómetros en las piernas a estas alturas de la clásica. Jasper Stuyven hizo un trabajo excelente para cerrar el hueco y trabajar para las opciones de Mads Pedersen, cuyas opciones no hacían más que crecer porque la prueba se encaminaba a un final en un sprint reducido entre la flor y nata de las clásicas ciclistas. 


Jasper Philipsen, compañero de equipo de Van der Poel en el Alpecin-Deceuninck, le contó al neerlandés que iba con fuerzas y el campeón del mundo trabajo para él. El belga ha ganado el primer monumento de su carrera deportiva en un portentoso sprint en el que ha superado a Michael Matthews, que perdió las gafas de sol en la volata, y Tadej Pogacar, quien después de sus dos potentes ataques en el Poggio aún conservó fuerzas para entrar al sprint y asegurarse al menos un puesto en el podio


La Milán-San Remo no es la clásica más dura, pero sí tiene algo que la hace diferente a todas las semana. Su final nos regala cada año los veinte minutos más emocionantes de la temporada. Un año más el primero de los monumentos ciclistas no ha decepcionado en absoluto. El año que viene volveremos a estar ahí frente a la tele a las diez de la mañana. 



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