Vos impone su ley


A sus 37 años, Marianne Vos sigue agrandando su leyenda. La ciclista neerlandesa del Visma-Lease a Bike ha logrado hoy su victoria número 256 (sí, sí, 256) al imponerse al sprint en la primera etapa en línea de la Vuelta. Vos ya dejó clara su ambición al ganar el sprint bonificado intermedio, ya que aspira a la victoria en la regularidad. En la volata final, la ciclista neerlandesa no ha tenido rival. Ha ganado con un par de bicicletas de ventaja sobre su más inmediata rival. El día ha dejado también cambio de líder. Ahora lidera la prueba Letizia Paternoster (Liv Jayco-AlUla). 

La primera etapa en línea de la Vuelta ha sido muy emocionante y, además de la lucha por la etapa, ha dejado varias batallas por las clasificaciones secundarias de la prueba. Por ejemplo, Ane Santesteban (Laboral Kutxa-Fundación Euskadi) coronó en primera posición el Alt de la Creu d’Aragall, el único puerto puntuable del día, por lo que es la primera líder de la clasificación de la montaña

Después, Elena Cecchini (SD Worx) atacó y estuvo en cabeza 15 kilómetros en solitario. También en solitario lo probó después Lea Lin Teutenberg (Lotto Ladies), ya bajo la lluvia que apareció en la parte final de la etapa, pero fue cazada a algo más de treinta kilómetros de meta. No hubo más ataques, pero sí un movimiento del Movistar, que puso un ritmo muy duro en el descenso de Begues en el tramo final de la etapa y puso en fila india el pelotón, hasta el punto de provocar cortes. 

Hubo mucha tensión en el desenlace de la etapa, pero no evitó la llegada masiva, que fue un poco accidentada por culpa de una caída. Vos, eterna Vos, se impuso con enorme autoridad. No fue, en sentido estricto, un sprint, ya que la ciclista neerlandesa se distanció de un modo soberbio del resto de corredoras. Una imponente victoria más para una de las mayores leyendas de la historia de este deporte, protagonista de la Vuelta un año más


Mañana, camino de Huesca, nueva oportunidad para Vos, en una jornada en la que tocará vigilar la posibilidad de que aparezca el viento y, con él, los temidos (y espectaculares) abanicos. 

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