Merlier gana tras la gesta de Van der Poel

Mathieu Van der Poel ha protagonizado hoy una memorable gesta en la novena etapa del Tour de Francia. No ha ganado, pero eso a veces casi es lo de menos. El ciclista neerlandés del Alpecin-Deceuninck ha hecho saltar por los aires de la mano de su compañero Jonas Rickaert el debate sobre el tedio de las etapas llanas del Tour. El triunfo en meta ha sido para Tim Merlier (Soudal-Quick Step), quien ha derrotado a Jonathan Milan (Lidl-Trek) en el sprint, pero el indiscutible nombre propio del día es de Van der Poel, cazado a apenas 700 metros del final. 

Hoy parecía repetirse el esquema de ayer, con dos únicos ciclistas fugados, los dos del mismo equipo. Otro día en el que parecía que un equipo, increíblemente un único equipo, se decidía al menos a intentarlo, por cantado que estuviera el final al sprint. Sucede, claro, que en ese dúo delantero estaba uno de los mejores ciclistas del mundo. Y que el ataque de hoy no era para poner una nota de color a una jornada anodina, sino para intentar una hazaña memorable, para derrotar la lógica del pelotón y de la llegada masiva en este tipo de etapas

Se emplearon a fondo Van der Poel y Rickaert, rodaron a más de 50 kilómetros por hora. Fue un espectáculo. Quién dijo que una etapa llana y en apariencia intrascendente y tediosa no puede ser divertida. A veces basta con que haya quien intente desafiar la lógica, lo que todo el mundo espera. Lo han hecho a lo grande los dos ciclistas del Alpecin-Deceuninck; un equipo, por cierto, que tiene ya dos triunfos de etapa y ha vestido el maillot amarillo en este Tour, a diferencia de muchos otros equipos a los que no se ha visto destacar en ningún momento en estas primeras nueve etapas de carrera, pero que, por lo que sea, no han querido ni siquiera meter a un ciclista en fuga. Cuestión de actitud. 

Rickaert lo dio todo y, cuando ya no pudo más, Van der Poel se lanzó en solitario hacia la victoria, como hace en las clásicas de primavera, como en las pruebas de ciclocrós que domina con insultante autoridad. La ventaja se iba reduciendo segundo a segundo. También bajaba la distancia a meta en el cuentakilómetros. La tensión era enorme. La agonía, total. Terminó siendo cazado Van der Poel, sí, no se llevó la victoria, pero demostró, él solito con su coequipier Rickaert, elegido el más combativo del día, que las normas están, a veces, para incumplirlas, y que los guiones no escritos se pueden romper. 



Ha sido un día nervioso en el pelotón, no sólo por lo mucho que ha costado echar abajo la fuga del Alpecin-Deceuninck, sino por la presencia del fuerte viento, con rachas superiores a los 20 kilómetros por hora. Cuando restaban más de 30 kilómetros para el final, el viento y la búsqueda de abanicos por parte de algunos equipos provocó mucha tensión en el pelotón cuando restaban algo más de 30 kilómetros para el final. El pelotón se cortó y el Visma-Lease a Bike de Jonas Vingegaard volvió a la carga, aunque no logró sorprender a Pogacar y el movimiento no llegó a mayores. 

En lo que respecta a la general, lo más relevante de la etapa de hoy es la retirada de João Almeida, un gregario fundamental para Tadej Pogacar. El ciclista portugués ha intentado, pero le ha resultado imposible seguir en la carrera después de la caída de antes de ayer. Una baja muy sensible para el líder de la carrera, que sin duda echará de menos a Almeida en las jornadas de montaña que están por venir.

Por lo demás, la gesta de Van der Poel y Rickaert ha hecho saltar por los aires el sempiterno debate sobre el aburrimiento de las etapas llanas y qué se puede hacer para combatirlo. Thierry Gouvenou, el responsable del recorrido del Tour, ha hablado con mucha claridad sobre el tedio de la etapa de ayer. Reconoció que estaba triste por ver tantos y tantos kilómetros sin una sola escapada, y afirmó que “los equipos de los esprinters están cortando la rama sobre la que están sentados” y que toma nota, que como sigan así, no habrá más etapas para los velocistas. Repreguntado por el periodista de Eurosport, contó que ya el año pasado hubo más etapas destinadas al sprint y que en esta edición son sólo cinco o seis, y que posiblemente así será en el futuro.

No es del todo justo señalar sólo a los equipos de los velocistas por controlar la carrera en etapas propicias para ellos. Es lógico que lo hagan. Más sensato parece preguntarse por qué casi ninguno de los otros equipos, los que no tienen velocistas, no deciden, al menos, intentarlo. Y también, claro, que la organización se pregunte qué medidas puede tomar para reducir estos días más bien sosos. Es responsabilidad del organizador incluir algún tipo de incentivo para las fugas, como sprints bonificados como los incluidos por el Giro este año, por ejemplo. En todo caso, como escribí ayer, tampoco haría ningún gran drama por tener un par de etapas sosas en un Tour que, de momento, está teniendo un gran nivel. 


Mañana, 14 de julio, día de la fiesta nacional francesa, lo que en el Tour es sinónimo de etapa atractiva de montaña. Ocho puertos puntuables a lo largo de 165,3 kilómetros de recorrido entre Ennezat y Le Mont-Dore, con 3,3 kilómetros al 8%. 

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