Pogacar no tiene rival



Desear que un gran dominador que ejerce un poder absolutista sea derrocado es una pulsión habitual desde el comienzo de la humanidad. Que se lo pregunten si no a cualquier historiador especialista en la Revolución francesa. Va en la naturaleza humana y en la lógica histórica querer hacer caer regímenes y asistir a la caída de interior. Las mismas personas que celebran el derrocamiento de monarca autoritario son las que días antes  lo aplaudían. En el Tour de Francia, una parte no menor de los aficionados siempre deseó que perdiera el gran dominador de cada época. Y es natural. Incluso desde la admiración al ganador. Se busca el espectáculo y la emoción, y eso casa mal con un dominio arrollador e intocable de un ciclista. Pasó con Indurain entre los aficionados de fuera de España, pasó desde luego con Armstrong y pasó con la época del Sky-Ineos. 

Ahora Tadej Pogacar, el mejor ciclista del mundo, el caníbal del siglo XXI, es unánimemente admirado, porque nadie que ame al ciclismo puede tener una relación con el esloveno distinga a la admiración más rendida y absoluta. Todo el mundo quiere a Pogacar, que además tiene carisma, cae simpático y no se centra sólo en el Tour, sino que compite (y gana) también en otros terrenos como las grandes clásicas. Nadie quiere exactamente ver caer a Pogacar, pero sí ver a algún rival que esté a su altura, porque ver derrotado al gran líder lo convierte en humano y porque las grandes tiranías nunca gustan, ni siquiera en el deporte. Se busca una rivalidad igualada. Pero la realidad es tozuda y Pogacar ha demostrado hoy que no tiene rival. Algo que era bastante previsible para cualquiera que observara cualquier carrera esta temporada y supiera de la evolución portentosa del corredor esloveno, pero que muchos se negaron a ver. Y es lógico. Es humano. 

Pogacar gana casi allá donde corre. Eso para empezar. Hace dos años, es verdad, Vingegaard derrotó a Pogacar, fue su criptonita, el único capaz de derrotarlo en una gran vuelta. Pero entonces llegó el doblete de Pogacar el año pasado y sus victoriosa insultantes de inicio a fin de temporada, incluido el Mundial, naturalmente. Este año empezó igual y Pogacar ganó casi allá donde quiso. También mandó con autoridad en el Dauphiné ante Vingegaard, a pesar de lo cual, no pocos observadores extrajeron de esa carrera la conclusión de que Vingegaard era casi más favorito que Pogacar en el Tour, contra toda lógica, contra cualquier evidencia. Hablaba más el deseo que la razón. Y, de nuevo, es humano, es totalmente natural. 

La fortaleza del Visma-Lease a Bike también disparaba la ilusión de quienes querían ver a Pogacar caer o, al menos, sufrir un poco, por aquello de tener un Tour abierto. Pero, de nuevo, había escasas evidencias. Sí, el equipo neerlandés se mostró muy poderoso hasta hoy. Sí, es muy loable su táctica agresiva que busca pone nervioso a Pogacar cada día, en cada etapa, en cualidad ocasión. Sí, es lógico que se buscaran paralelismos entre aquel Tour en el que Pogacar se hundió ante la pinza del Visma con Vingegaard y Roglic, con Matteo Jorgenson en este caso en el papel de segundo líder del equipo. Pero Vingegaard estaba lejos de Pogacar. Así se acreditó en la contrarreloj y así se ha visto hoy. Y tampoco Jorgenson es hoy igual que el Roglic de hace unos años, como también ha demostrado hoy el estadounidense, que se quedó cortado muy pronto. 

Ni Vingegaard puede hoy por hoy competir con Pogacar en condiciones normales ni el Visma-Lease a Bike, pese a su gran poderío, que es incuestionable, puede con el todopoderoso UAE. Vingegaard llegó a la subida final al Hautacam sin ningún compañero, mientras que Pogacar tenía aun a su lado a Adam Yates y Jonathan Narváez. Los dos aceleraron la carrera hasta que muy lejos de meta, casi al inicio de la ascensión, Pogacar aceleró, porque ni siquiera fue un ataque como tal, y Vingegaard no pudo ni siquiera hacer intención alguna de seguirlo. En ese preciso instante se sentenció el Tour, si es que alguien tenía alguna duda real de que, salvo caída o incidente, el triunfo de Pogacar estaba más que cantado. 

Por supuesto, Pogacar ha ganado la etapa y ha aventajado en 2:11 a Vingegaard en meta. Es su vigésima victoria en el Tour con 26 años. Naturalmente, vuelve a ser líder, tras dos días de Ben Healy (EF) vestido de amarillo. Vingegaard ha sufrido mucho hoy. Sigue estando por encima de todos los demás, salvo Pogacar, claro, pero hoy por hoy no se puede hablar de que los dos estén en un escalón superior a los demás, sino que Pogacar está en el Olimpo del ciclismo mundial, Vingegaard está algo por encima aun del mundo donde habitan el común de los mortales y luego, ya, muy lejos, están los demás. Y entre ellos el más fuerte hoy ha sido Florian Lipowitz, que llegó al Tour como supuesta segunda baza del Red Bull-Bora, por detrás de Primoz Roglic, pero que hoy ha presentado su candidatura al podio final, a apenas doce segundos de Vingegaard en meta. 

Así que hay dos carreras. O sólo una, más bien. La carrera por el maillot amarillo es inexistente, si es que alguna vez existió. Ahora mismo Pogacar está en otro universo.  Juega en otra liga, casi como si practicara otro deporte, se ha pasado el juego. Y luego está la batalla por las otras dos plazas del podio y las migajas que dejé el esloveno, si deja de querer ganar alguna etapa, si por casualidad no se lleva casi sin querer el maillot blanco a puntos rojos de líder de la montaña. Y en esa otra batalla, el podio queda todo lo apretado que no queda y nunca estuvo la disputa por el primer puesto de la general.

Pogacar saca ya 3:31 a Vingegaard en la general, asi que tiene más sentido empezar a dar las distancias de Vingegaard respecto a los demás. El danés es segundo con 1:14 de ventaja sobre Remco Evenepoel (Soudal-Quick Step), 2:03 sobre Lipowitz, 2:09 sobre Kévin Vauquelin (Arkea), 2:34 sobre Oscar Onley (Picnic-Post NL) y 3:59 sobre Roglic. 

Hoy, naturalmente, Pogacar ha ganado la etapa, pero antes de su enésimo recital, se formó una escapada multitudinaria con 52 ciclistas, de los que los mejor clasificados en la general eran Carlos Rodríguez (Ineos), Guillaume Martin (Groupama-FDJ), Ben O'connor (Jayco-AlUla) y Mattias Skjelmose (Lild-Trek). El Visma metió a Tiesj Benoot y en UAE a Tim Wellens. En la fuga entraron varios repetidores, presentes en escapadas en días anteriores, como el incombustible Mathieu Van der Poel (Alpecin-Deceuninck), Iván Romeo (Movistar), Axel Laurance (Ineos), Pablo Castrillo (Movistar), Julian Alaphilippe (Tudor), Michael Storer (Tudor), Michael Woods (Israel), Raúl García Pierna (Arkea), Bruno Armirail (Decathlon-Ag2r), Mauro Schmid (Jayco-AlUla), que fue segundo ayer, o Lenny Martínez (Bahrein), que luchaba por defender su maillot blanco a puntos rojos de líder de la montaña. 

Se fue en solitario, muy valiente y muy fuerte, Armirail, que llegó a las faldas del Hautacam con algo menos de de dos minutos de ventaja, ya como el único superviviente de la fuga. Pero, claro, cuando Pogacar quiere ganar, gana. Y hoy, para variar, tenía hambre de victoria el caníbal


Mañana, cronoescalada con subida a Peyragudes, con ocho kilómetros de ascensión y un desnivel medio del 7,9%.

Comentarios