Jungels firma otra lección del Quick-Step


Pocas veces queda tan claro como hoy en la Lieja-Bastoña-Lieja que el ciclismo es un deporte de equipo en en el que las tácticas de las escuadras es vital. El Quick-Step Floors lleva toda la primavera demostrándolo, de hecho, con un recital tras otra en las pruebas de un día, aquellas en las que más trascendente es esa partida de ajedrez que plantean los equipos, movimiento las distintas piezas sobre adoquines o cotas. El conjunto belga ha dado una lección en la decana de las clásicas, cuarto monumento del año. Su favorito era Julian Alaphilippe, quien venía de ganar con autoridad la Flecha Valona. El corredor francés entró en meta alcanzado los brazos en señal de victoria, sí, pero no celebrando su triunfo sino el de su compañero Bob Jungels. Jaque mate. Una jugada maestra, otra más, del Quick-Step, que deja a Alejandro Valverde sin igualar a Eddy Merckx en el  número de victorias en la clásica belga. 

Lo del Quick-Step esta temporada va camino de ser una de las mayores muestras de autoridad y dominio arrollador que se recuerda. Como el Sky de Froome en sus buenos tiempos en las pruebas de una semana y en el Tour, sólo que con multitud de corredores asumiendo el protagonismo y logrando victorias. Cuando el grupo de favoritos de la Lieja-Bastoña-Lieja llegó a la Redoute, cima mítica de esta prueba que se asciende desde 1975, el último año en el que ganó Merckx, Enric Mas se puso al frente, marcando un ritmo muy exigente para neutralizar a los fugados que aún seguían por delante y, sobre todo, para castigar a los rivales de su jefe de filas. No hubo movimientos en esa cima y para entonces el Quick-Step ya dominaba la prueba con claridad. Lo intento el Bahrein-Merida, acelerando mucho el ritmo a medida que se acercaba el penúltimo muro del día. El equipo de Nibali impuso una marcha fuerte, preludio de un ataque que no llegó, pero que sí dio paso a movimientos de otros equipos. 

Alejandro Valverde, dorsal 1 como vigente ganador, vigilaba cada movimiento, llegando fácil a los ataques de un siempre sólido Tom Dumoulin o de Tim Wellens. Pero el Quick-Step lo tenía todo bajo control. Atacó Philippe Gilbert, en un plan trazado que se cumplió a la perfección, en el siguiente movimiento de una estrategia perfectamente diseñada y ejecutada por el equipo belga. No era su demarraje el más fuerte del corredor, que llevaba cinco años sin disputar esta clásica, pero servía para dejar claro a los rivales que su escuadra tenía la más sólida formación. Ahí estaban ellos, listos les seguir mandando con la autoridad exhibida durante toda la primavera. 

En el descenso de esa penúltima cota se movió Bob Jungels. No era el corredor más fuerte de la carrera ni el ciclista a seguir, pero sí un peón muy valioso de Alaphilippe. El luxemburgués, un rodador excelso, cogió pronto 20 segundos de ventaja, ante la pasividad de un grupo en el que Alaphilippe se frotaba las manos. Valverde se percató pronto de que ese ataque tenía peligro, de que se le estaba escapando la carrera. Lo probó una y mil veces el murciano, al que no le dieron continuidad. Había ataques sin convicción, fuegos de artificio, seguidos de parones y momentos de indecisión, justo el escenario ideal para el Quick-Step. Sufrió algo Jungels en la ascensión a Saint Nicolas, sobre todo tras el ataque de Jelle Vanendert, que le acechaba por detrás. Pero resistió al frente de la prueba. Tenía 20 segundos a falta de poco más de 7 kilómetros, incluido el último cuesta arriba en Ans. 

Saltaron entonces Romain Bardet y Michael Woods, mientras Valverde se desesperaba porque veía que se le escapaba su cita con la historia. Woods sólo pudo ser segundo de la prueba, con el francés, tercero. Jungels ganó, ejecutando un plan magnífico del Quick-Step, que tenía recursos para regalar, como en la mayoría de las pruebas de esta temporada disputadas hasta la fecha. Alaphilippe esprintó para ser cuarto y señalar el nombre de su equipo, el que ha tiranizado con su calidad la primavera ciclista. 

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