La crisis del ciclismo español


Para empezar, una aclaración. Quien siga con cierta frecuencia este blog sabrá que disfruto del ciclismo independientemente de cuál sea la nacionalidad de los protagonistas en las carreras. No sigo con más interés una prueba porque haya más ciclistas españoles ni voy nunca con ningún corredor en particular, porque disfruto del ciclismo en su conjunto, más allá de donde hayan nacido quienes triunfan en las pruebas. Dicho esto, es evidente que para el seguimiento mediático y para atraer a nuevos aficionados sí es importante la salud del ciclismo español. No sólo ocurre con el ciclismo, también lo hemos visto en cualquier otro deporte minoritario, es decir, que no sea el fútbol. Las audiencias de las carreras de Fórmula Uno no son las mismas ahora que en los tiempos gloriosos de Fernando Alonso y el gran público sí necesita la presencia de estrellas españolas para acercarse a los deportes. 

Esta necesidad de contar con ciclistas de primer nivel que logren triunfos importantes para atraer al gran público es una de las razones por las que se ha encendido la luz de alarma tras el mediocre resultado global del ciclismo español esta temporada. No estoy aquí para poner paños calientes, pero sí para intentar matizar un poco ese alarmismo con la crisis del ciclismo español. Lo primero, los datos. En el ranking World Tour de la UCI de este año, España ocupa la décima posición en la clasificación por países, por detrás de Francia, Eslovenia, Bélgica, Italia, Australia, Países Bajos, Dinamarca, Reino Unido y Alemania. Muy por debajo, desde luego, de lo que estamos acostumbrados. 

En el ranking individual, España no está mejor, ya que el primer ciclista en esa clasificación, que domina, naturalmente Primoz Roglic, el primer español clasificado es Mikel Landa, en el puesto 39. Los siguientes corredores que más han puntuado son Enric Mas, Alejandro Valverde, Pello Bilbao y Gorka Izagirre. 

Son malos resultados, eso es incuestionable. A ello se suma la falta de podios en las grandes vueltas. Aquí, eso sí, convendría incluir un matiz, no por restar importancia a la falta de victorias del ciclismo español, sino para añadir algo de contexto. Por primera vez en la historia, en el podio de las tres grandes (Tour, Giro y Vuelta) no hubo ningún representante de Francia, Italia y España, las tres potencias históricas de este deporte. Es evidente que asistimos a una globalización del ciclismo, que ya no es ese deporte dominado de forma abrumadora por los europeos o, más concretamente, por unos pocos países europeos. El ciclismo se abre a cada vez más países y eso tiene un reflejo evidente en los resultados de las carreras. Hay más competencia de más lugares, estamos en un entorno mucho más global. 

Otra de las claves que explican el bajón del ciclismo español es que este deporte asiste en los últimos dos o tres años a una absoluta revolución generacional. Corredores de insultante juventud y enorme talento han dado un paso al frente, rompiendo todos los esquemas, demostrando que claro que se pueden ganar grandes vueltas y pruebas del primer nivel siendo un veinteañero. Tadej Pogacar, Remco Evenepoel, Wout Van Aert, Mathieu Van der Poel, Marc Hirschi, Joao Almedia, Tao Geoghegan, Alekxandr Vlasov, Guillaume Martin... La lista de ciclistas jóvenes que han irrumpido con fuerza en este deporte es interminable y ahí no hay ningún corredor español, no desde luego al nivel de ellos. 

La gran generación del ciclismo español, la que tantas alegrías nos ha dado los últimos años, lógicamente, ha ido colgando la bici. Se retiraron ya Contador, Purito Rodríguez y compañía, y seguirá en activo, aunque ya no con el nivel del pasado, el admirable Alejandro Valverde. El relevo a esa generación exitosa no es tan claro ni tan obvio. Ahí está Enric Mas como gran aspirante a ser protagonista en grandes vueltas y es meritoria su temporada, con sendos quintos puestos en el Tour y en la Vuelta. Pero a sus 25 años está un punto por debajo de sus adversarios en estas carreras. La maduración de los ciclistas españoles siempre ha sido más lenta que la de otros países, pero ahora esa diferencia se agrava más. Hay un buen número de ciclistas españoles jóvenes llamados a ser protagonistas en el futuro, pero tampoco conviene cargarlos con una responsabilidad excesiva. No quiero ser agorero, pero Francia lleva sin ganar el Tour, su carrera, desde 1985. Paciencia, pues. Y, además, otra aclaración pertinente: el ciclismo no es sólo el Tour de Francia. ¿Acaso vale menos que Marc Soler se convierta en un pistolero cazaetapas, por ejemplo, desentendiéndose un poco de la lucha por la general en las grandes vueltas? ¿Por qué no confiar en Iván García Cortina como sucesor de Flecha en la primavera ciclista? Son sólo dos ejemplos. Hay más y más habrá en el futuro, seguro. 

Claramente, los últimos años hemos estado demasiado bien acostumbrados en España. Prácticamente en todas las carreras del calendario, hasta en las grandes clásicas de primavera gracias a Flecha, había un ciclista español con opciones de victoria. Ahí están los Mundiales de Freire, los triunfos incesantes de Valverde, las grandes vueltas de Contador y Sastre, el dominio arrollador en las pruebas de una semana... Pero esa situación, que casi dimos por hecha, que consideramos lógica, lo normal, como si no tuviera valor, no es nunca algo carente de mérito ni sostenible en el tiempo. España siempre ha sido una gran potencia en el ciclismo, pero hay rachas mejores y peores y, sobre todo, el ciclismo está cambiando mucho y se está globalizando. Ahora esos triunfos a los que antes apenas le dábamos valor, una etapa aquí, un podio allá, adquieren la dimensión que nunca debieron perder. 

También hay otra cuestión relevante que siempre se menciona al hablar de la crisis del ciclismo español y es la falta de equipos de primer nivel. Afortunadamente, poco a poco eso va cambiando, pero seguimos teniendo un único equipo en la primera división mundial (el Movistar). Nada que ver, desde luego, con lo que sucede en Francia o Italia, donde hay muchas más escuadras de clase media que son el hábitat natural para que crezcan sus jóvenes promesas. A veces, los éxitos deportivos surgen de forma espontánea y poco planificada, ahí está el asombroso dominio de Eslovenia este año. Pero casi siempre hay detrás un trabajo de cantera, un cuidado con mimo de la base para que dé sus frutos en el futuro. 

En esto, insisto, creo que hoy tenemos que ser más optimistas que hace tres o cuatro años. Nunca volveremos a ese escenario dorado de hace décadas, cuando había cinco o seis equipos españoles del máximo nivel, pero se están haciendo las cosas bien en equipos como el Kern Pharma o el Euskaltel Euskadi. Hay razones para ser optimistas, pero sin perder la paciencia ni esperar que tengamos un nuevo Contador pasado mañana, porque lo sucedido en España en las últimas décadas es demasiado idílico, no es frecuente que se sucedan grandes figuras de un mismo país y se mantenga siempre al frente de un deporte. Los ciclistas de otros países también corren. Y también podemos disfrutar de ellos. 

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