Ackermann repite y Dumoulin abandona

Hay días en los que cuesta especialmente opinar sobre la actuación de los ciclistas. El de ayer es uno de esos días. Más de tres horas bajo la lluvia estuvieron pedaleando los supervivientes de Giro. Un día desapacible, muy desagradable, apto para quedarse en casa y no para marchar en bicicleta. Es admirable este deporte y lo es, entre otras muchas razones, por días como el de ayer. No fue una etapa particularmente espectacular ni emocionante, pero no por ello fue menos dura para los ciclistas. No dejó de llover ni un instante. Un día duro en la oficina, aunque no luzca en televisión, aunque no lo parezca. 


Al menos fue una etapa corta, con un kilometraje mucho más reducido que el habitual en el Giro. Se formó la escapada del día. Sabían los valientes que entraron en la fuga que no tenían mucho que hacer, pero las motivaciones para entrar en una escapada en una etapa llana, incluso bajo la lluvia, son muchas y variadas. Dejarse ver, lucir el maillot del equipo, mostrar combatividad, probar al gran pelotón, por qué no, aunque sea un imposible, aunque las opciones sean mínimas. Del quinteto que formó ayer la fuga, uno de los ciclistas tenían una motivación añadida. Era Louis Varvaeke, del Sunweb, que entró en la escapada el día en el que su líder, Tom Dumoulin, abandonó la carrera

El corredor neerlandés, vencedor del Giro hace dos años, aspirante a todo en las grandes vueltas, sufrió una muy dura caída en la etapa anterior. Perdió cuatro minutos y, aunque no tenía fractura, estaba muy dolorido en su rodilla. Pero, aun así, tomó la salida, contra toda lógica, aunque el cuerpo le dejara claro que no podía, aunque la cabeza le invitara a colgar la bicicleta y pensar ya en el Tour. Pero él, lo intentó. Empezó a rodar, pero muy pronto constató que no podía continuar, así que puso pie a tierra. Varvaeke, su gregario, entró en fuga, para honrar a Dumoulin, para mitigar, aunque sólo fuera un poco, el disgusto en el seno de su equipo

Los cuatro compañeros de fuga de Varvaeke fueron Miguel Flórez (Androni), Enrico Barbin (Bardiani), Umberto Orsino (Bardini) e Ivan Santaromita (Nippo Vino Fantini). Cuando la fuga tenía contados los minutos, cuando parecía que su aventura iba a terminar, Varvaeke, pensando en Dumoulin, lanzó un último ataque que le permitió seguir en cabeza un poco más. Iba a ser cazado, claro. El pelotón, con los equipos de los velocistas la frente, le pisaba los talones, pero el compañero de Dumoulin intentó alargar lo máximo posible su intentona. 

Ackermann fue neutralizado. Se olía el sprint. La organización del Giro, con muy buen criterio, decidió que los tiempos de la etapa contaran en el primer paso por la línea de meta del circuito final, para intentar minimizar el riesgo de caídas. Cuando se cruzó la meta por primera vez y sonó la campana, los hombres fuertes de la general se descolgaron y sólo quedaron en cabeza los ciclistas más rápidos, destinados a luchar por el triunfo de etapa. Fernando Gaviria fue el primero en lanzar el sprint, se adelantó quizá demasiado, y logró ponerse a su lado y superarlo después Pascal Ackermann, quien consigue así, vestido con la maglia ciclamino de líder de la regularidad, su segunda victoria en este Giro. Él es, de momento, el amo y señor de las volatas de esta edición de la corsa rosa, en la que Primoz Roglic sigue un día más de líder y en el que ya no tendrá como rival a Dumoulin, una mala noticia, sobre todo, para el Giro. 

Hoy se disputa la sexta etapa del Giro, con final en San Giovanni Rotondo. El último kilómetro pica hacia arriba y la parte final de la etapa, con un puerto de segunda cerca de meta, puede causar sorpresas y animar la carrera. 

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