El Diario de Burgos contó hace unos días que la ronda burgalesa tiene prácticamente cerrado el recorrido de su edición de este año, que se celebrará del 28 de julio al 1 de agosto, siempre que la situación de alerta sanitaria generada por el coronavirus lo permita. Es muy ilusionante empezar a hablar de competiciones, de carreras que se atisban en el horizonte, de vuelta relativa y progresiva a la normalidad.
La Vuelta a Burgos es una carrera a la que tengo un especial cariño, como creo que muchos aficionados a este deporte. Su ubicación en el calendario es siempre excelente, entre el Tour y la Vuelta. Nos pilla a los espectadores con ganas de más ciclismo y a los corredores, sobre todo los que piensan en la ronda española, con ganas de prepararse para la última grande del calendario. Pero este año tan atípico en todos los sentidos, la prueba burgalesa estará aún mejor situada en el calendario, ya que será una de las primas vueltas por etapas de prestigio en el comprimido y reformulado calendario ciclista, ajustado tras la crisis del coronavirus. Si todo va bien, en Burgos se podrá ver el regreso a la competición de grandes nombres del pelotón internacional.
Los actores, pues, serán posiblemente de gran nivel, y el escenario no se quedará atrás. Como es tradición ya, la carrera empezará en Burgos, con el clásico final en el Alto del Castillo. La segunda etapa, según la citada información del Diario de Burgos, concluirá en Villadiego y podría comenzar en Castrojeriz, Sasamón o Melgar de Fernamental. Para la tercera etapa, el día 30 de agosto, queda el final en alto en Picón Blanco. La cuarta jornada es la que está más en el aire. Podría terminar o comenzar en Clunia, Lerma o Aranda del Duero. Y para el último día, por supuesto, la clásica ascensión a las Lagunas de Neila.
Todo está a la espera de la evolución de la pandemia y de lo que establezca el Ministerio de Sanidad, pero la Diputación de Burgos parece decidida a sacar adelante la carrera. Los aficionados al ciclismo lo celebramos.
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