Los mejores del año (III): Julian Alaphilippe

 

Por alguna razón que escapa a mi comprensión, hay aficionados al ciclismo que menosprecian sistemáticamente a Julian Alaphilippe. No les gustan sus gestos, esa expresividad a lo Voeckler. Les resulta antipático, no entiendo bien por qué, pero es así. Es una pena, porque los haters del francés se pierden a uno de los corredores con más carisma y clase del pelotón internacional. Este año ha conseguido menos victorias que el anterior, cuando llegó a soñar con ganar el Tour de Francia, nada menos, pero ha vuelto a ser uno de los incuestionables protagonistas de la temporada. Además, ganó el Mundial de Imola, lo que le permitirá correr con el maillot arcoíris el próximo año.


Fue su gran día, una de las mejores jornadas de ciclismo de este 2020 pandémico que nunca olvidaremos. Alaphilippe partía como uno de los favoritos en el circuito por Imola que improvisó deprisa y corriendo Italia, después de que el coronavirus obligara a Suiza, el anfitrión previsto de la cita mundialista, a dar un paso atrás y suspender su Mundial. Imola fue una solución de emergencia, pero realmente atractiva, con un recorrido duro que ofreció un espectáculo de primer nivel. Alaphilippe ganó en solitario, tras dejar atrás a un grupo compuesto por Hirschi, Van Aert, Roglic, Kwiatkowski, Nibali y Fuglsang. Casi nada. Lanzó Loulou uno de esos ataques tan suyos, marca de la casa, y ya nadie le pudo alcanzar. No dejaba de mirar hacia atrás el ciclista francés, temeroso de que le dieran caza, pero entró solo en el circuito automovilístico de Imola, tan solo como cruzó, triunfal, la línea de meta. Un triunfo inapelable, una victoria mundial.

Antes de alcanzar el arcoíris en Imola, Alaphilippe venía de haber ganado una etapa en el Tour, donde también vistió, aunque este año más fugazmente, el maillot amarillo de líder. Fue un triunfo que dedicó, como todos los que consiguió este año, a su padre, recientemente fallecido. 

Tras ganar el Mundial, Alaphilippe no sació su sed de victorias y volvió a buscar más triunfos en las clásicas que en este año extraño se disputaron tras la cita mundialista. Creyó haber ganado la Lieja-Bastoña-Lieja, a cuyo final llegó muy nervioso, pero se precipitó y alzó los brazos demasiado pronto. Al final, quien cruzó primero la línea de meta fue Roglic, y además a Alaphilippe le sancionaron por cambiar de dirección en el sprint final. Pero Alaphilippe reaccionó como el campeón que es y ganó con maestría la Flecha Brabanzona. También tuvo opciones claras de ganar el Tour de Flandes, donde tristemente sufrió una aparatosa caída, cuando marchaba en cabeza con Van der Poel y Van Aert. Un triste final para un año más que notable de un ciclista que siempre da la cara.

Alaphilippe, clasicómano, ciclista explosivo, tiene ante sí en 2021 la oportunidad de lucir el arcoíris en las grandes clásicas del calendario y, claro, también en el Tour. Al francés le siguen preguntando en cada entrevista si piensa o no en acudir a la Grande Boucle para luchar por la general, algo a lo que no termina de cerrar la puerta, aunque muchos pensamos que sería una pena que renunciara a su brillantez en las pruebas de un día y a la espectacularidad de su forma de correr por el muy complicado reto de intentar ganar el Tour, nada menos. El tiempo dirá, pero preferimos ver Alaphilippe libre, atacante y valiente. Ese Alaphilippe tan admirable y que tanto aporta a las carreras, digan lo que digan los haters.

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