A veces me da la sensación de que no somos del todo justos con Jakob Fulgsang, para quien su peor enemigo es, precisamente, él mismo, su inmensa clase. Es tanta la calidad del ciclista danés del Astana, se espera siempre tanto de él, que, al final, nos fijamos más en los logros que no ha alcanzado que en los que sí ha conseguido. Fuglsang no ha sido capaz, hasta la fecha, de luchar por el triunfo final en una gran vuelta, es verdad, pero sí ha sumado muchas y muy prestigiosas victorias.
Fuglsang acudió al Giro como líder del Astana junto a Vlasov, pero al final sólo pudo ser sexto en la general. Sin embargo, el 2020 no ha sido un mal para él, aunque su número de victorias haya sido inferior al de su prodigioso 2019, cuando logró cinco victorias.
Fuglsang ganó Il Lombardia, el segundo monumento de su carrera, tras la Lieja-Bastoña-Lieja que se llevó el año pasado. Vencer en la conocida como clásica de las hojas muertas, disputada en agosto este año raro, justifica por sí solo una temporada. Es un triunfo de gran prestigio, que además sumó venciendo en solitario, a lo campeón. Es cierto que la terrible caída de Remco Evenepoel en esa carrera lo dejó todo en un segundo plano, pero la victoria de Fuglsang fue sensacional, al imponerse ante un grupo de seis ciclistas entre los que estaban su compañero de equipo Vlasov, George Bennet y tres ciclistas del Trek (Bauke Mollema, Vincenzo Nibali y Giulio Ciccone). El danés se fue solo hacia adelante y tuvo tiempo de sobra para festejar su victoria.
Antes de llevarse este monumento, Fuglsang ganó la Vuelta a Andalucía, donde también sumó dos etapas. En 2021 seguiremos pidiéndole más a Fuglsang, por su enorme talento. El tiempo dirá. Él, mientras tanto, seguirá sumando poco a poco triunfos a su palmarés.
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