La Strade Bianche como antídoto contra la melancolía


Se suele criticar al ciclismo moderno por la falta de ataques en las grandes vueltas y por el conservadurismo imperante en los equipos. Sin quitarle parte de razón a esas críticas, es difícil no pensar que son muy injustos porque el ciclismo moderno también es lo que hemos visto hoy en la Strade Bianche. Los dos últimos ganadores del Tour de Francia (Egan Bernal y Tadej Pogacar) disputando la clásica italiana de las carreteras blancas, la que algunos llaman ya el sexto monumento. El ciclismo moderno son también estos jóvenes talentos como el inconmensurable Mathieu Van der Poel, como también lo es que una clásica como la Strade Bianche pueda atrapar el corazón de los amantes de este deporte el tiempo récord, en muy pocos años, apelando a un ciclismo añejo y combativo. Y ciclismo moderno, por supuesto, también es que podamos disfrutar en directo de más y más carreras femeninas, como esta Strade Bianche que en su edición de mujeres ha ganado en solitario Chantal Van der Broek-Blaak. 

No parece justo, no, añorar un tiempo pasado que posiblemente no fue tan glorioso como se recuerda, porque ningún recuerdo es fiel del todo a la realidad, mientras se desprecia al presente, sólo porque es distinto. En algunos aspectos habrá empeorado este deporte, sin duda, pero para hacer comparaciones históricas, si es que tienen algún sentido, hay que tomar la foto completa. Lo de hoy en la Strade Bianche no podríamos haberlo visto en el ciclismo de hace 20 años. Porque la propia carrera no existía, porque entonces es altamente infrecuente que los ciclistas de las grandes vueltas acudieran a las clásicas a competir y porque ver a los mejores corredores del mundo luchando por la victoria desde principios hasta finales de temporada es algo también propio del ciclismo moderno. Así que, cuando nos pongamos pesimistas y pensemos que cualquier tiempo pasado fue mejor, recordemos esta Strade Bianche, el mejor antídoto posible contra la melancolía. 



La fiesta empezó con la prueba femenina, en la que un año más la española Mavi García ha sido protagonista. Ella formó parte de un grupo delantero junto a Chantal Van der Broek-Blaak (la vencedora final), Sabrina Stultiens,  Marianne Vos y Ellen Van Dijk. Casi nada. 

En el último tramo de la prueba, a 12 kilómetros del final, Annemiek Van Vleuten, enfundada en el maillot de campeona de Europa y defendiendo al equipo Movistar, aceleró y fue seguida por Vos. A cinco kilómetros para el final quieres se marcharon hacia adelante fueron la campeona italiana, Elisa Longo Borghini, y Van den Broek-Blaak, quienes fueron perseguidas por Marta Cavalli. En la ascensión final por Vía Santa Caterina, lugar donde se decide la prueba, se marchó hacia adelante en solitario la ciclista neerlandesa logró su primera victoria de la temporada. El año pasado ganó Le Samyn y el Tour de Flandes.


Justo después de disfrutar de la prueba femenina fue el turno de la masculina, en la que la fuga inicial la formaron Walsleben, Zoccarato, Petilli, Van der Sander y Ledanois, en cuya persecución saltaron después Molard y Vliegen. El Movistar se mostró muy activo, primero con Samitier y después con Serrano.  

En el octavo sector de sterrato, a 51 kilómetros de la meta, Julian Alaphilippe, quién si no, desató las hostilidades. Desde entonces hasta el final no se detuvieron los ataques, no paró la fiesta. En ese momento se formó el corte decisivo. Junto al campeón del mundo quedaron en ese grupo cabecero Van Aert, Van der Poel, Bernal (definitivamente, en plena forma, listo para olvidarse del año pasado), Pogacar (inmenso allá donde va), Pidcock, Simmons (el más joven de la carrera, al que la suerte no acompañó por culpa de un pinchazo) y los sorprendentes Geniets y Gogl. 

A menos de 10 segundos llegó a estar un grupo perseguir en el que iban, entre otros, Fuglsang, Wellens y Bilbao, pero no llegaron a darles caza. Es lo que ocurre en estas clásicas, hasta que no se ha cerrado por completo el hueco no se puede cantar victoria. Aquí los kilómetros cuentan de una forma distinta y unos pocos metros parecen una distancia sideral. En el noveno tramo volvió a la carga Alaphilippe, a quien sólo siguieron Pogacar, Bernal, Van der Poel (sobradísimo) y Gogl. Quedaron en persecución Van Aert y Pidcock, quienes llegaron a darles caza, aunque ya habían demostrado su debilidad.

A 12 kilómetros lanzó uno de esos ataques explosivos sin mirar atrás Van der Poel, a quien logró alcanzar poco después Alaphilippe y más tarde Bernal. Los tres colaboraron hasta el demarraje final de Van der Poel en Vía Santa Caterina, que sólo siguió con la mirada el campeón del mundo. Es la segunda victoria del año para Van der Poel, tras la etapa que ganó en el UAE Tour. Sigue creciendo esta fiera, uno de los grandes nombres del ciclismo moderno, ese tan denostado a veces, que se reivindica, y de qué manera, en días como hoy. 

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