Van der Poel y Pogacar honran el ciclismo




Dicen que uno no sabe lo que es la felicidad hasta que se pierde, que sólo se valora algo de verdad cuando se deja de disfrutar de ello. Convendría que los aficionados al ciclismo tuviéramos claro la inmensa suerte que tenemos de poder disfrutar de una extraordinaria generación de ciclistas ambiciosos, que disputan cada carrera que corren sin pensar en guardar esfuerzos, desde el principio de la temporada hasta el final, en todo tipo de terrenos, sin conservadurismo ni guardar fuerzas, llenos de ambición y de ganas de ofrecer espectáculo. Vivimos un tiempo excepcional para disfrutar de este deporte, absolutamente maravilloso. El ciclismo moderno, decíamos hace una semana tras gozar de la Strade Bianche, también es esto. Y hoy esos protagonistas que engrandecen el ciclismo moderno, ése tan denostado, nos ha regalado uno de los mejores días que recordamos en muchos años, en la  octava etapa de la Tirreno-Adriático. 

El diseño de la etapa invitaba a ver disputa entre los ciclistas y ellos han decidido que habían venido a jugar. Y vaya sí jugaron. A falta de más de 50 kilómetros para el final, sin medida ni miedo a quedarse sin fuerzas, sin estrategias que no sean intentar epatar a todo el mundo y vender con una hazaña memorable, Mathieu Van der Poel lanzó un ataque de los suyos, imposibles de seguir, alocados, geniales. El ciclista neerlandés, sí, ha venido a jugar, a divertirse y divertir a los demás. Allá que se fue, sin pensar en la dureza del recorrido que tenía por delante, en los muros que tendría que subir, en el nivel de sus rivales. Qué más da. ¿Era más prudente esperar en el grupo y guardarse un poco? Sí. Pero él no está aquí para correr así. Él entiende el ciclismo como una aventura, como un juego. 

Más de tres minutos de ventaja llegó a tener Van der Poel, mientras por detrás los grandes hombres de la general marchaban de la mano, bajo la lluvia, en un día nublado y gris, de esos que parecen prestarse especialmente para vivir días duros de ciclismo. Cuando restaban 23 kilómetros para el final y la victoria de Van der Poel se daba por cantada, se movieron Fabio Felline, Marc Soler y Alessandro De Marchi. El ataque que lo cambió todo, sin embargo, llegó algo después, a 17 kilómetros de la meta, cuando Tadej Pogacar vio debilidad en Wout Van Aert, su máximo rival en la lucha por la general, y lanzó un gran demarraje. Se marchó solo hacia delante. La ventaja de Van der Poel parecía insalvable, pero Pogacar es mucho Pogacar y al ciclista neerlandés empezaba a hacérsele larga la etapa. 

El esfuerzo inmenso de Van der Poel y la energía impresionante de Pogacar hicieron que la ventaja del primero se redujera con fuerza. Hasta el último momento parecía que Pogacar podía aguarle la fiesta al corredor neerlandés, aunque al final el corredor del Alpecin-Fenix pudo sumar la victoria. Eso sí, llegó tan desfondado que no pudo ni alzar los brazos. Fue entrar en meta y lanzarse al suelo, extenuado, sin resuello. Una victoria inmensa ante un soberbio Pogacar que sacó otros 40 segundos más a Van Aert, lo que le acerca a la victoria en la general de la carrera de los dos mares. 



Cuando acabó la etapa de la Tirreno-Adriático quedaban  más de 40 kilómetros para el final de la última etapa de la París-Niza. Por delante marchaba un numeroso grupo de escapados, con ciclistas como Barguil, Bystrøm, De Plus, Oldani, Declercq, Theuns, Rutsch, Bol, Luis León Sánchez, Neilands  o Bernard. Pero a falta de 25 kilómetros salto la sorpresa y Primoz Roglic, quien hacía sufrido una caída en la parte inicial de la etapa, se quedó cortado por culpa de una nueva caída y de un cambio de bici. 

Fue un momento de tensión, que llevó al Bora de Schachmann y al Astana de Vlasov e Izagirre a tirar a bloque del pelotón. Luego también se animó el Cofidis de Guillaume Martin, séptimo en la general. Kruijswijk se quedó a echar una mano a Roglic, pero el ciclista esloveno se vio obligado a defenderse en primera persona para intentar reintegrarse en el grupo. Nunca perdió la referencia de los ciclistas de la cola del pelotón, pero no logró entrar. Se le escapaba la carrera, cada vez más y más difícil para Roglic, totalmente solo, sin compañeros. Visiblemente dolido, con heridas a ambos lados del culote, no pudo hacer nada para conservar el maillot amarillo. 

Eliminado Roglic, se desató la pelea y Vlasov lo probó a 9 kilómetros de meta, aunque no abrió hueco. A 5,5 kilómetros, Ion Izagirre aprovechó un repecho para lanzar un ataque. Tras él lo intentó Sergio Luis Henao. Se sucedieron los demarrajes, como el protagonizado por Neilands, Mäder y Martin, que fueron cazados a menos de dos kilómetros de meta. La etapa se la llevó Cort Nielsen, por delante de Laporte. Tras el infortunio de Roglic, Maximilian Schachmann repite victoria en la general de la París-Niza tras ganarla también el año pasado, mientras que Ion Izagirre logra entrar en el podio. 

Comentarios