Lo mejor del Tour


En la tercera etapa de este Tour, la última por tierras danesas, los aficionados al ciclismo saltamos. Esto no podía consentirse. Qué falta de competitividad. Qué horrible. Sin ataques, sin emoción. Lo que vino después fue el mejor Tour en muchos años, quizá en décadas. La enorme afluencia de público en aquellas primeras etapas por Dinamarca recordaron que el Tour es la mejor carrera del mundo y lo que llegó después nos demostró por qué. La batalla sin cuartel Jonas Vingegaard (y su sólido equipo) contra Tadej Pogacar es de las que engrandecen un deporte y una carrera, incluso aunque esa carrera sea el Tour y esté por encima de todo y de todos. La Grande Boucle tiene suficiente historia, dimensión y encanto como para ser la gran cita ciclista de cada año, independientemente del recorrido, la participación y todo lo demás. Eso es indiscutible. 

El Tour de este año, tan disputado, tan duro, ha sido un regalo para los aficionado, un autohomenaje de la carrera, tantas veces acusadas de estar demasiado controlada, de carecer de los ataques de lejos y las emboscadas locas de otros tiempos. El Tour se ha celebrado a sí mismo. No sólo es la reina de todas las carreras de forma indiscutible, es que además resulta que puede llegar a ofrecer más espectáculo que ninguna otra. Es lo que ha ocurrido este maravilloso Tour de 2022, que empezó con la sorprendente victoria de Yves Lampaert en la contrarreloj inicial en Copenhague, en la que dejó con la miel en los labios a Wout Van Aert, y que terminó ayer con la victoria de Jasper Philippsen en París, la segunda para el corredor belga en esta edición. 

Van Aert, el gran animador de este Tour, el ciclista más completo, el que más debate y más admiración ha despertado, se vistió de líder al segundo día y se desquitó de lo ocurrido en la crono indio al en la cuarta etapa, que ganó vestido de amarillo. Vestido de amarillo también fue clave para ayudar a Jonas Vingegaard a superar la etapa de los adoquines con final en Arenberg. Fue el día que Primoz Roglic, el teórico jefe de filas del Jumbo-Visma, sufrió una fuerte caída y perdió sus opciones de ganar la carrera. Entonces quien salió muy reforzado fue Tadej Pogacar. Aunque Van Aert, siempre Van Aert, conservaba el liderado por unos pocos segundos, Pogacar rodó con un poderío sensacional sobre los adoquines y metió tiempo a todos sus rivales. 

La sensación de que, un año más, Pogacar era muy superior a todos sus rivales se confirmó los dos días siguientes, cuando repitió sendos triunfos en la sexta y en la séptima etapa, esta última, con final en La Planche des Belles Filles. Las diferencias del esloveno con sus rivales no eran gigantescas, ni mucho menos, pero la impresión de que el ciclista del UAE ganaba donde, cuando y cómo quería era muy poderosa. 

Todo cambió en la etapa 11 con final en Granon, la mejor etapa del Tour en muchos, muchos años. Pogacar llegaba a ella con el equipo mermado, pero lleno de confianza. Era un día de alta montaña, primera cita seria de verdad. Y, entonces, la locura, la emboscada perfectamente planeada por el Jumbo-Visma. Roglic, que por entonces estaba dolorido por la caída de la jornada de los adoquines, y Vingegaard se fueron alternando para atacar a Pogacar. Uno tras otro, una y otra vez. El esloveno respondió a todos esos demarrajes y ahí sufrió un gran desgaste que pagó en la subida final al Granon, donde Vingegaard soltó al esloveno, ganó la etapa en solitario con autoridad, aventajó a Pogacar en dos minutos y se vistió de líder. Fue un jaque mate contra el rey del Tour, un golpe maestro que dio la vuelta a la carrera. Desde entonces, no se trataría ya de intentar desbancar al imbatible Eddy Merckx moderno que nos parecía a todos Pogacar, sino de ver al propio rey destronado intentar recuperar el amarillo

La segunda mitad de la carrera fue muy emocionante porque Pogacar prometió intentarlo en todas partes y así lo hizo. Atacó subiendo y atacó bajando. En puertos de alta montaña y en cotas de menor entidad. Donde se esperaban sus demarrajes y donde no. Perdió una y otra vez, se topó todo el rato con la solidez del Jumbo-Visma y con la fortaleza del líder Vingegaard, que se soldó a su rueda en cada ataque. La etapa 17, con final en Peyragudes, volvió a brindarnos ese duelo entre Pogacar y Vingegaard. El esloveno ganó aquella etapa, pero de algún modo aceptó entonces su derrota, ya que se resignó a intentar ganar la etapa, algo que logró, al ver que sería imposible descolgar al danés. Al día siguiente, con final en Hautacam, Pogacar terminó derrotado, tras ser incapaz de seguir el ritmo de Van Aert, que venía escapado desde la salida, en pos de Vingegaard, que ganó aquella etapa para sentenciar la carrera. 

Vingegaard es el justo vencedor del Tour y la medida de su victoria la da el hecho de que la haya logrado ante Pogacar, que intentó darle la vuelta a la carrera hasta el final. Los dos salen de este Tour como protagonistas de uno de los duelos más apasionantes de la historia reciente de la carrera francesa. Los dos, engrandecidos por haber honrado de esta forma al ciclismo y al Tour. A los dos les debemos gratitud inmensa. Los dos estuvieron en otro mundo, en otro planeta, como demuestra el hecho de que el tercer clasificado, Geraint Thomas, concluyera la carrera a más de siete minutos del líder. Pronto se vio que el Ineos entendió que lo máximo a lo que podían aspirar en este Tour era a la tercera plaza. El equipo británico no pudo jugar el papel de tercero en discordia que animara la carrera e intentara sacar partido del duelo entre Pogacar y Vingegaard, sencillamente porque estos dos estaban claramente por encima del resto. En todo caso, el Tour del Ineos es de notable, ya que además del podio de Thomas se llevan la clasificación por equipos y la enorme victoria de etapa que logró Thomas Pidcock en Alpe d’Huez.

Por supuesto, el equipo cuyo Tour ha sido más apoteósico es el Jumbo-Visma. Ellos han recordado por qué el ciclismo es un deporte de equipo. Sin esos ataques de Roglic entre él Télégraphe y el Galibier, sin la ayuda de Kuus y de Benoot y, por supuesto, sin la maestría en todos los terrenos de Van Aert, Vingegaard lo hubiera tenido muchísimo más difícil para derrocar a Pogacar. Esto no desmerece el mérito soberbio del corredor danés, por supuesto, sino que pone en valor el gran Tour de su equipo. Además del triunfo en la general, el Jumbo-Visma se lleva la clasificación de la montaña (Vingegaard), la de la regularidad (Van Aert), el premio al ciclista más combativo (Van Aert) y seis etapas (tres de Van Aert, dos de Vingegaard y una de Laporte). Casi nada. Van Aert ha vuelto a dar una lección: enorme en contrarreloj, magnífico en la etapa adoquinada, atacado de salida casi todos los días de montaña, capaz de ganar etapas y también de ser un gregario excelente. Ha corrido Van Aert para su equipo, para sus líderes, para su gloria personal y, sobre todo, para engrandecer el ciclismo. Estratosférico.

Por supuesto, no pueden dejar de aparecer en esta crónica final del Tour el resto de ganadores de etapa: Fabio Jakobsen, Dylan Groenewegen, Simon Clarke, Bob Jungels, Magnus Cort (que vivió en fuga la primera semana de carrera y al fin tuvo premio en la décima etapa), Mads Pedersen (que sumó otro triunfo más para el ciclismo danés, de fiesta desde la salida en casa en este Tour), Michael Matthews, Jasper Philipsen (que se lleva dos) y Hugo Houle (que dedicó el triunfo a su hermano, que murió atropellado hace una década).

El Tour de este año ha sido el primero sin un ciclista español en el top 10 desde 1998. El mejor clasificado ha sido Luis León Sánchez, que a sus 38 años ha estado muy activo en la carrera, ha buscado triunfos de etapa y concluyó en el puesto decimocuarto. Enric Mas, quien se terminó retirando de la carrera por culpa del Covid, ha estado lejos de su nivel en todo el Tour. No le ha salido casi nada al Movistar, que pudo ganar alguna etapa gracias a la presencia en fuga de Verona o Jorgenson. 

El Tour 2022 ha llegado a su fin, ya queda menos para la edición de 2023. 

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