Marea Naranja. De Abantos al oro de Pekín

 

Cualquier momento es bueno para leer libros sobre ciclismo, pero esta época del año en la que la temporada toca a su fin es particularmente propicia. Una buena amiga que me quiere y me conoce bien lo sabe y por eso me ha regalado Marea naranja. De Abantos al oro de Pekín, de Eneko Picavea Barandiaran y Jon Agirre Iztueta. He disfrutado mucho con su lectura, porque me ha permitido recordar grandes ratos frente al televisor siguiendo el ciclismo, con la marea naranja del título convertida en parte del paisaje. 


La del Euskaltel-Euskadi es, sin duda, una historia que merece ser contada. Por la longevidad del equipo, que se mantuvo dos décadas; por su capacidad de llegar a la élite del ciclismo mundial y dar la oportunidad a un gran número de grandes ciclistas de la cantera vasca. fiel siempre a su filosofía; por su capacidad de representar a una tierra en la que se ama el ciclismo; porque siempre fue más que un equipo, ya que además del patrocinio de la compañía telefónica que le dio nombre estuvo detrás de él la Fundación Euskadi y, sobre todo, por la afición única que arrastraba el equipo y que no desapareció nunca, ni siquiera cuando la escuadra dejó de existir. Una de las mejores, si no la mejor, del mundo. 

Al leer los nombres de los corredores del equipo vasco a lo largo de las dos décadas relatadas en el libro me doy aún más cuenta de la importancia que ha tenido este conjunto en el ciclismo moderno y, desde luego, la que tuvo en los años en los que me aficioné definitivamente y para siempre a este deporte. Por mil y una razones el Euskaltel-Euskadi no ha sido nunca un equipo más y entre ellas hay una razón sentimental, el enorme cariño que muchos le tenemos al conjunto naranja. Muchos crecimos y nos enamoramos del ciclismo con las estrellas del equipo vasco tuteando a los mejores corredores del mundo, como si esa hazaña fuera algo normal. Llegamos a convertir en algo habitual lo que siempre fue extraordinario, una historia única en el ciclismo que este libro resume a la perfección, con capítulos en forma de etapas, y con testimonios de sus principales protagonistas a lo largo de estas dos décadas. 

Si destacara aquí todas las partes del libro con las que he disfrutado o recordado momentos memorables de la historia reciente del ciclismo, esta reseña no terminaría nunca. Así que resumiré sólo algunos de ellos. La relación especial del Euskaltel-Euskadi con el Tour del Porvenir cuando no se corría por selecciones nacionales, por ejemplo. O la forma en la que la organización del Tour de Francia quedó prendada de la afición vasca y de esa marea naranja con la que ningún otro equipo podría soñar. O la anécdota de que los hermanos Igor e Iker Flores fueron farolillo rojo del Tour en 2002 y en 2005, respectivamente. 

Por supuesto, también destacan los triunfos de Roberto Laiseka, escalador portentoso. Me gusta lo que leo sobre Markel Irizar, quizá de quien mejor se habla en todo el libro, por su actitud positiva pese a las adversidades, y que pudo colgar la bicicleta tras una muy longeva carrera profesional recibiendo todo el cariño de la afición vasca en la Clásica de San Sebastián. Recuerdo la rabia que nos dio a todos la caída que privó a Igor Antón del maillot de líder en la Vuelta de 2010, en la que lo tenía todo a su favor para ganar. Disfruto también al leer el inolvidable año 2011, en el que Euskaltel-Euskadi sumó triunfos de etapa en el Giro, el Tour (donde Samuel Sánchez además se llevó la montaña) y la Vuelta. Es especialmente memorable este último, ya que fue el triunfo de Igor Antón en la meta de Bilbao en el regreso de la carrera a Euskadi después de 33 años de ausencia. Ese 2011 fue también el año de la primera victoria como profesional de Mikel Landa, hoy presidente de la Fundación Euskadi, que ganó en la subida de las Lagunas de Neila en la Vuelta a Burgos. 

Estremece recordar la trágica muerte de Víctor Cabedo en 2012. La temporada 2013, la última del equipo en su primera etapa (y la última que se narra en este libro), fue extraña desde el comienzo. Era la primera temporada sin la Fundación Euskadi y también la primera con una nueva filosofía que incluía el fichaje de ciclistas de fuera de la cantera vasca en busca de los ansiados puntos UCI para seguir en la primera categoría. Ese año estuvo muy marcado por los rumores sobre la situación económica del equipo y su posible desaparición. Todos nos ilusionamos al pensar que Fernando Alonso compraría la licencia, pero esa noticia quedó en nada  y frustró todas las expectativas de supervivencia. Incluso con la preocupación y la tristeza por la desaparición del equipo, el siempre combativo Euskaltel-Euskadi sacó fuerzas en su última participación en la Vuelta, donde lograron subir al podio final de Madrid como mejor equipo. Fue una despedida triste, pero gloriosa y en la que esa bendita locura del equipo naranja recibió el merecido homenaje de la afición, tanto en el podio como en la primera vuelta por el circuito final por la Castellana, que el pelotón dejó al equipo vasco recorrer en cabeza. 

Desde 2020 Euskaltel vuelve a dar nombre y a poner colores al equipo de la Fundación, que este año sumó dos victorias en la Volta al Alentejo con Xabier Mikel Azparren y Juanjo Lobato, pero ésa es ya otra historia que, ojalá, con el trabajo duro y el apoyo constante de la afición nos regale tantos momentos inolvidables de pasión y de buen ciclismo como los que reúne Marea Naranja, muy recomendable lectura para este inverno ciclista. 

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