Festival de Van der Poel en San Remo


Fiel a su cita desde 1907, la Milán-San Remo ha abierto el calendario de monumentos el tercer sábado de marzo. La prueba italiana, la Classicissima, es peculiar y tiene una personalidad única. Personalmente, no es el monumento que más me gusta, casi todo lo contrario, pero es innegable que su desenlace con la ascensión al Poggio es siempre uno de los momentos más intensos y emocionantes de la temporada. Y este año no ha sido una excepción. 

No hubo movimientos de los favoritos en la Cipressa, así que todo se decidió en la ascensión al Poggio, situada muy cerca de meta y donde se han vivido ataques para la historia del ciclismo. A diferencia de otros monumentos, donde son realmente pocos los corredores que pueden ganar, porque se requiere un perfil muy determinado para imponerse en una París-Roubaix o en un Tour de Flandes, el palmarés de vencedores del primer monumento es de lo más variopinto, desde velocistas hasta clasicómanos pasando por corredores de grandes vueltas. Ahí reside en gran parte su encanto. Todo puede ocurrir. Eso y el desgaste que supone una prueba de 300 kilómetros.

En el Poggio todas las miradas apuntaban a Tadej Pogacar, porque el ciclista esloveno atrae la atención allá donde va. No es fácil ganar la Milán-San Remo, pero la ambición de Pogacar no conoce límites y todo el mundo daba por hecho que lo intentaría. Lo probó, por supuesto. Es más, suyo fue el movimiento clave para romper al grupo. Primero lanzado por un gran Tim Wellens y después en solitario, Pogacar logró hacer la selección. Tras él se fueron sólo Wout Van Aert, Philippo Ganna y Mathieu Van der Poel. Casi nada. Cuatro de los grandes favoritos frente a frente.

Cuando se acercaba la cima del Poggio lanzó un demarraje descomunal Van der Poel que no es que pillara de sorpresa a sus adversarios, sino que los desarmó por completo. No pudieron seguir el ritmo del neerlandés, vendedor en dos ocasiones del Tour de Flandes, lanzado a por su tercer monumento. Empezó entonces una apasionante persecución. Por delante, Van der Poel, siempre talentoso y genial, versátil como pocos. Por detrás, el enorme rodador Ganna, el archienemigo de Van der Poel desde juveniles y con talento sobrado en todos los terrenos, Van Aert, y Pogacar, que no desentona en ningún tipo de carrera porque él quiere ganarlo todo. 

Van der Poel fue inalcanzable para sus rivales. Llegó a la meta de San Remo con tiempo para celebrar su victoria y jalear a un público entregado al corredor neerlandés. El sprint por la segunda plaza lo ganó por aplastamiento Ganna, mientras que Van Aert amarró la tercera plaza del podio, dejando con la miel en los labios a Pogacar. Un año más, los kilómetros finales, con la ascensión al Poggio y su frenético descenso posterior, han hecho de la Milán-San Remo una carrera única. No es la más divertida ni en la que puede ocurrir de todo en cualquier punto de la prueba, incluso muy lejos de meta, pero es única. Una gran victoria de Van der Poel a la altura de su talento arrollador. 

Comentarios