Pidcock y Vollering mandan en Siena



El debate sobre si la Strade Bianche merece ser considerado como el sexto monumento es en realidad bastante irrelevante. El palmarés de la clásica italiana, la descomunal respuesta del público, el espectáculo deportivo de cada año y la sensacional expectación mediática que despierta la prueba hablan por sí solas. Da un poco igual si se puede considerar o no como el sexto monumento a la clásica de las carreteras blancas por la Toscana. Ya es una de las mejores pruebas del calendario. En pocos años se ha asentado como una cita imprescindible de la temporada de clásicas. Cada año, la Strade Bianche ofrece uno de los mejores días de ciclismo de la temporada y este 2023 ha vuelto a ser así. 


En la prueba masculina, Tom Pidcock ha firmado una exhibición soberbia. No sorprende, claro, no puede sorprender después del recital que protagonizó en la etapa del Tour del año pasado con final en Alpe D’Huez, que fue de videojuego, que no parecía real. Hoy el corredor británico del Ineos lo ha vuelto a hacer, ha vuelto a asombrar a todos con un ataque esta vez a 50 kilómetros del final y una cabalgada en solitario que le ha permitido imponerse en Siena como indiscutible ganador de la Strade Bianche. 


La escapada inicial del día la formaron Bystrom, De Marchi y Romeo, que está rindiendo a gran nivel en este comienzo de temporada, dejándose ver mucho. Quien no ha tenido ocasión de mostrarse ha sido Carlos Rodríguez, que sufrió una caída a unos 70 kilómetros del final. A 51 de meta se produjo el ataque de Bettiol (que luego sufrió una dura caída), Pidcock y Bagioli. Poco después se fue en solidario hacia adelante el ciclista británico, en persecución de Bystrom y De Marchi, que eran los supervivientes del grupo cabecero. 


A 42 kilómetros de meta atacó Van der Poel, a quien se esperaba hoy, pero el demarraje no cuajó y el ciclista neerlandés demostró que también él es humano. Se sucedieron después  los ataques. Pello Bilbao, que se mostró muy activo entre los mejores, atacó con Madouas y Kron. A 21 kilómetros del final, ya con Pidcock en solitario encabezando la carrera, se formó un terceto perseguidor formado por Benoot, Madouas y Rui Costa. Al rato llegaron a su altura Mohoric, Valter y Simmons. Benoot se quejó al ver que su compañero Valter entraba en el grupo junto a dos rivales de peso, Mohoric y Simmons. No parece que Benoot tuviera demasiada razón, la verdad, pero fue una reacción en caliente en carrera.


Hubo un momento en el que Pidcock parecía casi cazado, con una ventaja de unos siete u ocho segundos, pero entre la solidez extraordinaria del británico y la falta de acuerdo entre los perseguidores, al final el ciclista del Ineos aguantó el tipo y sumó una victoria sensacional. Llegó a la meta rodeado de una multitud de aficionados que lo jaleaba como el más que merecido ganador que era, como el ciclista tan sensacional que ya es a sus 23 años.  Madouas y Benoot completaron el podio de una carrera en la que Bilbao logró un nuevo top 10, séptimo esta vez, justo por delante del joven Romain Grégoire. 





La prueba femenina ha tenido también salseo en cuanto a la relación de dos ciclistas del mismo equipo, aunque aún más interesante y con más juego que en el caso de Bennet y Valter en la cita masculina. Esta vez ha sido el SD Workx el que ha vivido una situación particular. Dos de sus ciclistas, Demi Vollering y Lotte Kopecky (vendedora del año pasado) llegaron a meta en cabeza y, en lugar de llegar de la mano y no esprintar, decidieron que ganara la prueba la más rápida, que nadie diera nada por hecho. Se impuso Vollering y se percibió cierta frialdad entre las corredoras. 


Yo creo que el equipo ha hecho lo correcto. Queda un tanto feo eso de que dos compañeros compradeen y lleguen de la mano, como dejando claro que han decidido de antemano quién ganará. Es bonito que después de una persecución en la que han colaborado entre ellas se decida que haya un esprint entre compañeras y que sea en competición y no en el coche del equipo como se decida quién gana. Claro que puede haber cierto mal rollo en el equipo, pero bendito problema éste de hacer doblete en una carrera tan prestigiosa como la Strade Bianche. 


Las dos corredores del SD Workx alcanzaron y dejaron atrás a Faulkner, que había hecho un ataque muy valiente lejos de meta. Primero, junto a Swinkels, y después en solitario. A por  ellas saltó un grupo formado por Baril, Skalniak, Patino, Bredewold,  Schweinberger, Stultiens, Kraak y Le Net. Las perseguidoras fueron alcanzadas por el grupo de las favoritas, que empezó a descomponerse de verdad cuando a falta de 18 kilómetros para el final, en un exigente tramo de sterrato, atacó Van Vleuten.  Poco después se movió Vollering y al poco llegó a su altura Kopecky. Ni Ludwig primero ni Lippert trabajando para Van Vleuten después fueron capaces de dar caza a las escapadas. El resto ya es historia, el sprint auténtico entre dos compañeras de equipo que decidieron que lo mejor era honrar la carrera hasta el final. No merecía menos la Strade Bianche, monumental sea o no reconocida como monumento, divertida y apasionante cada año. 

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