Cummings brilla en la tregua de los favoritos


"En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira". El célebre verso de Ramón de Campoamor sirve para describir bien lo visto en la séptima etapa del Tour de Francia. Para muchos, una etapa decepcionante, sin apenas movimientos entre los favoritos. No es que pudiera esperarse una batalla sin cuartel entre los hombres fuertes de la carrera la ascensión al Col d'Aspin, muy lejos de estar entre los puertos más exigentes de la ronda gala. El ritmo trotón al que el grupo de los favoritos afrontó la ascensión de primera categoría defraudó algo las expectativas, pero eso depende de a quién se pregunte. Para Alberto Contador, por ejemplo, fue un día excepcional. Como lo fue, por distintas razones, más de alegría que de alivio, para Stephen Cummings, que dio la cuarta victoria al Dimension Data de siete posibles en este Tour de ensueño. Todo depende, al fin, del cristal con que se mire la etapa y el Tour, que ayer zanjó casi en tablas una jornada entretenida, pero no apasionante ni decisiva.


La jornada tuvo más ganadores que derrotados. El primero de todos, sin duda, Cummings. El corredor británico del equipo sudafricano Dimension Data entró en la fuga numerosa del día, con una treintena de corredores entre los que estaba el líder del Tour, más líder ahora, un excelso Greg Van Avermaet, y el siempre combativo y genial Vincenzo Nibali, entre otros muchos. La escapada tenía muchos quilates y la presencia de representantes de casi todos los equipos. Es decir, lo tenía todo para cuajar, como finalmente sucedió. En algún momento, Sky y Movistar, los dos equipos referentes de esta carrera, se inquietaron, con razón, por la presencia de El Tiburón en la fuga. El ciclista italaino es otro de los vencedores del día. En principio, Fabio Aru es el jefe de filas del Astana, pero hace bien el conjunto kazajo de jugar todas sus cartas, sobre todo cuando tiene en sus filas a uno de los tres corredores en liza que ha ganad el Tour, junto a Froome y Contador. 

El hotel del Dimension Data debe de ser en este comienzo de Tour una fiesta sin fin. Primero fueron las tres victorias de etapa de un Mark Cavendish reencarnado en el rey de la velocidad que durante tantos años fue. Tres triunfos parciales son un botín más que aceptable para cualquier equipo en el Tour. Subido a la ola de la confianza en sus opciones, en la dinámica ganadora, el equipo sudafricano festeja otro logro. Cummings, que ya sabía lo que era ganar en el Tour, y también en la Vuelta, fue el más fuerte y el más astuto de la escapada. Siempre ha caído simpático el Dimension Data, por su buen hacer, por cómo ha ido creciendo estos años, por ser el primer equipo del continente africano en la élite del deporte y por la labor humanitaria que realiza, recaudando fondos para comprar bicicletas a jóvenes en África, para quienes la bicicleta es el medio de desplazarse a la escuela, muchas veces la diferencia entre recibir una formación o no poder acceder a ella. Ahora, no es ya sólo ese equipo que a todos cae bien, es también uno de los grandes animadores de cada gran vuelta, y protagonistas principales de las mayores carreras. 

Otro ganador del día es Greg Van Avermaet. Nadie cree en sus opciones reales de ganar el Tour, y prueba de ello es que ayer no hubiera nerviosismo ni inquietud en el pelotón cuando el corredor entró en la escapada del día. Ni el propio corredor belga del BMC, un clasicómano de clase, confía en sus propias opciones. Pero gana tiempo. Con su valiente ofensiva, con esa estrategia siempre elogiable de recurrir a un buen ataque como mejor defensa posible, amplía la ventaja respecto a todos sus rivales en la general, y compra así más días con la túnica sagrada de líder, esa que da alas en el mes de julio por las carreteras francesas, el maillot reluciente que todo ciclista ha soñado siempre enfundarse. 

Y aparece también entre la lista de ganadores, al menos morales, de la primera etapa montañosa del Tour Alberto Contador. El corredor del Tinkoff llegaba a los Pirineos con el propósito de no perder tiempo. Y lo ha logrado, sin demasiado esfuerzo añadido. Para el pinteño, que necesita recuperarse de sus heridas, el ritmo trotón del grupo, la ausencia casi absoluto de ataques, es música celestial. El mal ambiente en su equipo y sus heridas no han desaparecido, pero el primer match ball está salvado. 

Julian Alaphilippe, atrevido, ágil, fortísimo, también sobresale. El ciclista francés atacó ayer, fue uno de los pocos hombres de la general que lo hizo. Fue un demarraje decidido, que no logró abrir hueco, pero sí mostró su osadía y su excepcional estado de forma. El Tour es muy largo y Alaphilippe, muy joven. Pero su ataque es esperanzador para una afición francesa que vio ayer, otra vez, decaer las opciones de Thibaut Pinot en el Tour a las primeras de cambios. Las rampas del Col d'Aspin se hicieron insalvables para el ciclista de la FDJ, a pesar de que el ritmo al que marchba el grupo distaba mucho de ser insoportable, menos aún para quien aspira a ganar el Tour, o al menos a hacer una clasificación honrosa. El tiempo perdido ayer, y sobre todo las malas sensaciones, aboca a Pinot a intentar recomponerse y reconvertirse, otra vez, en buscador de etapas montañosas, rol donde, hasta ahora, ha rendido a más nivel, con menos presión, que el papel de aspirante a ser el primer francés en ganar un Tour desde que Hinault subiera al primer puesto del podio de París en 1985. 

Y poca más historia tuvo la etapa de ayer. Todos los grandes nombres, con Chris Froome y Nairo Quintana pendientes el uno del otro, entraron de la mano. Hasta la caída de la pancarta del último kilómetro, que obligó a frenar al pelotón y a neutralizar tiempos, jugó en contra de las intentonas, que quedaron aparcadas todas para el fin de semana pirenaico que nos espera por delante. Hoy, Tourmalet. Como dijo Contador, palabras mayores. Sea cual sea el color del cristal desde el que se mira. 

Comentarios