Cuando un ciclismo creíble torna en caza de brujas

El ciclismo nada entre la sospecha y las maledicencias. Los errores del pasado, muchos, relacionados con el dopaje nos persiguen en el presente y amenazan el futuro. No nos libramos de ello. De manera injusta, nuestro deporte es vilipendiado. En parte, desde luego, nos hemos ganado esta mala fama. Pero en gran medida también recibimos todos los focos en relación al dopaje cuando en absoluto es el ciclismo el deporte en el que más casos de tramposos de dan y cuando precisamente somos el deporte que más en serio se ha tomado esta lacra y que, con mucha diferencia, más está trabajando para erradicarla. El deporte con más controles, hasta el punto de que los corredores son tratados desde dentro de la esfera del ciclismo, desde las propias autoridades y equipos, como presuntos culpables. Es el mundo al revés. Los corredores deben demostrar que son inocentes. No ocurre como en la justicia normalmente, como ordena el sentido común, que sean los acusadores los que deban demostrar la acusación que imputan al ciclista. No. Aquí no. Es el ciclista el que debe demostrar que está libre de toda culpa.

Para huir de esa mala fama, para demostrar cuán injusta es la persecución al ciclismo por el dopaje, nos hemos pasado varios pueblos. Entre todos. Se ha ido aceptando y asumiendo un régimen tiránico en el que los ciclistas deben estar localizables los 365 días del año. Y se llega a situaciones paranoicas como la ocurrida con Chris Horner en la Vuelta. El ganador de la ronda española decidió pasar la noche del último día de la carrera con su esposa en lugar de con sus compañeros en el hotel del equipo. Anunció ese cambio de alojamiento a la agencia antidopaje, pero aún así, y por una chapuza que enfanga su imagen, se lío un escándalo porque enseguida se vendió el titular de que el ganador de la Vuelta estaba ilocalizable para la agencia española contra el dopaje. Fue una chapuza de los organismos antidopaje, pero el titular ya quedó ahí. Y reflejó, sobre todo, esa mentalidad, ese sistema inquisitorial de la sospecha, esa caza de brujas, esas dudas permanentes sobre todo el mundo en el que vivimos.

Luis León Sánchez arrastra desde hace años la sospecha de que formó parte de la trama de dopaje de la Operación Puerto, esa gran chapuza administrativa, por cierto. Sospechas que pueden estar muy fundadas, no lo niego, pero que nadie ha podido demostrar. Nadie ha demostrado que Luis León Sánchez se dopara. Jamás ha dado positivo por ninguna sustancia y nunca ha habido pruebas contundentes que hagan pensar que el corredor murciano, actualmente sin equipo, merezca ser sancionado. Como no existen esas pruebas, no ha sido sancionado formalmente, pero sí de facto. Así, Luisle pasó un infierno el año pasado, castigado por su equipo sin correr pese a no tener ninguna sanción por dopaje, hasta que la Justicia le obligó a rectificar y permitió al corredor disputar alguna prueba menor con el Belkin. Después, su escuadra, heredera del Rabobank y por ello hipersensibilizada con la cuestión del dopaje, rescindió su contrato. 

El murciano buscó equipo y era un secreto a voces que el Movistar se había interesado por él. Luis León Sánchez ya había corrido a las órdenes de Eusebio Unzué en el pasado. Pues bien, según informó ayer Sergio López-Egea en El Periódico, el Movimiento por un Ciclismo Creíble (MPCC), compuesto por equipos, frenó el fichaje del ciclista murciano por el conjunto Movistar. Según esa información, todo estaba cerrado: el contrato, el sueldo, el calendario que disputaría... Pero entre medias entró el MPCC con su caza de brujas. Luis León Sánchez no tiene pureza de sangre. Está marcado. Es sospechoso. Y aunque no existen sanciones contra él, se ha decidido sacrificarle a la hoguera de la pureza y la credibilidad del ciclismo. Es un apestado. Así funciona ahora este deporte. Te ponen la cruz y no tienes ninguna posibilidad de volver al pelotón, salvo que organices alguna confesión pública como a la antigua usanza pidiendo perdón a Dios por haber pecado y reconociendo tu herejía. En esas andamos.

Ayer también informaba en exclusiva el portal Ciclo 21 que Caja Rural-Seguros RGA negocia la incorporación de Luisle. Sería un fichaje magnífico para el conjunto continental. Pero, de nuevo según la información que leemos en El Periódico, el MPCC está torpedeando esa incorporación, poniendo trabas a la llegada de Luis León Sánchez al conjunto español. En este caso, se vería con malos ojos que un apestado para estos inquisidores modernos disputara las carreras fuera de España que el Caja Rural quiere correr en 2014. Así las cosas, se ha condenado a Luis León Sánchez sin pruebas. Se le ha castigado en base a sospechas. Sin sanción de por medio, hay un grupo que decir trabajar por un ciclismo creíble que le ha cerrado todas las puertas. La mayoría de los equipos están en el MPCC, que va más allá de la UCI en las exigencias a los corredores. Entiendo el contexto en el que estas medidas llegan. Comprendo que, como reacción al desgaste de imagen que hemos sufrido como deporte por tantos casos de dopaje en el pasado, haya una determinación de mostrar que el ciclismo está limpio. Pero se llega muy lejos. Se han pasado de frenada en muchos aspectos. Este de marcar a corredores sospechosos es uno de ellos. El de organizar confesiones públicas de arrepentidos que ven la luz y cuentan sus pecados para redimirse en la plaza pública también es excesivo. Estamos perdiendo el norte. 

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