Greipel logra el triplete

Con los dedos de una mano se cuentan las opciones para los velocistas en este Tour de Francia. De aquí a final de la ronda gala, sólo la etapa final en París, esa que sirve de homenaje al ganador, se presta propicia para ver un sprint. Por eso, los hombres rápidos supervivientes a estas alturas de carrera y los que son capaces de superar jornadas de media montaña como la de hoy, que no son todos (Cavendish y Demaré han perdido contacto rápidamente con el grupo principal), no han querido dejar pasar la oportunidad de disputar un triunfo parcial siempre prestigioso. Pese a que la etapa de hoy tenía pinta de ser una jornada  ideal para que se formara una escapada entre cuyos componentes se diputaría la victoria, al final los miembros de la fuga no han podido luchar por el triunfo, que se ha llevado en un descomunal sprint André Greipel, dueño de las volaras de este a Tour, que suma ya tres etapas en la ronda gala. 

Se han metido en la fuga del día corredores del primer nivel, ciclistas ambiciosos que, por una u otra razón, llegan a estas alturas de la carrera sin haber sido tan protagonistas como esperaban, más lejos en la general de lo previsto y con peores sensaciones. Renovarse o morir, dice la frase hecha. Y los ciclistas nunca eligen la segunda opción. Cambian sus objetivos, renuevan su actitud en la carrera cuando se les tuerce la batalla por la general o cuando las cosas no les salen como querían. Por eso en el grupo había corredores extraordinarios que rodaron veloces, pero que aun así no han llevado a buen puerto su intento a causa del trabajo de varios equipos, en particular el Katusha de Kristoff. 

Por tercer día consecutivo ha entrado en la escapada Peter Sagan. El corredor del Tinkoff-Saxo corre ansioso por despojarse de la maldición del segundo puesto en una carrera que lleva demasiado tiempo robándole la esperanza de ganar una etapa. Quince segundos puestos acumula el corredor eslovaco. Hoy ha entrado en la escapada, otra vez, lo que le ha permitido ser primero en el sprint intermedio para reforzar su primer puesto en la clasificación de la regularidad. Una vez neutralizado, a Sagan aún le han quedado fuerzas para disputar la volata final, en la que ha sido cuarto. Probablemente es inevitable que su incapacidad de ganar una etapa ensombrezca todo lo demás, pero el compañero de Contador está haciendo una carrera excepcional. No se rinde nunca, lleva entrando en los sprints intermedios desde el principio del Tour, ha entrado en tres escapadas seguidas... Sólo le falta la victoria. Lo más importante, cierto. Pero todo lo demás lo está bordando el joven corredor eslovaco. 

Junto a Sagan ha entrado en la escapada otro ciclista de su generación, otra perla llamada a dominar el ciclismo mundial en el futuro, el campeón del mundo Michal Kwiatkowski. El corredor polaco del Etixx-Quick Step también está batallando mucho en este Tour, de momento, sin premio. También Thibaut Pinot es reincidente en esto de las fugas. Ayer Cummings les robó la cartera a él y a Bardet. Repuesto de ese golpe, hoy lo ha vuelto a probar. Combativo es un adjetivo que se adecúa también a la forma de correr de Ryder Hesjedal. El corredor canadiense del Cannondale-Garmin, que ya se movió mucho en el Giro, repite esa actitud valiente en la ronda gala. Adam Yates, joven promesa del Orica-GreenEdge que sigue mostrando que cuenta con un inmenso talento al igual que su hermano gemelo Simon, Michael Rogers y Matteo Trentin han sido otros componentes de la fuga. 

Con semejantes corredores en la fuga, que ha tardado mucho tiempo en formarse (antes de la escapada de nueve final se ha creado otro grupo más numeroso donde se metió Joaquim Rodríguez), todo el mundo esperaba que el pelotón dejara hacer a los escapados. Por parte del equipo del Sky no había problema, pero el Katusha tenía otros planes. Llevan ya dos etapas, ambas a cuenta de Purito, pero el conjunto ruso quería más, porque esta era la penúltima ocasión para Akexander Kristoff y varios velocistas habían quedado ya descartados. Al Katusha hay que atribuirle en buena medida la responsabilidad de que la escapada del día no haya culminado con éxito y también que los corredores del gran grupo que esperaban vivir un día de recuperación perdieran toda esperanza. Mucho ritmo, calor, exigencia y velocidad por encima de lo previsto. Más desgaste antes de la jornada de mañana, de nuevo con montaña, y de la llegada de los Alpes a partir del miércoles, tras la jornada de descanso del martes, los hombres de la general no se han movido hoy y puede que alguno lo pruebe mañana. Veremos. 

Chris Froome sigue imponiendo mucho respeto. Es el hombre más fuerte de la carrera, un líder intocable. O tal parece a tenor de lo visto hasta ahora. A raíz de su exhibición en la primera jornada pirenaico, donde es muy posible que sentenciara la carrera, han arreciado los rumores, las insidias y las insinuaciones sobre el corredor del Sky. El propio Lance Armstrong, uno de los personajes que más han dañado a este deporte en los últimos años, se apuntó a esa actitud tan injusta e irresponsable de especular con la limpieza de Froome, a sembrar dudas sobre su triunfo. Es algo de lo que hemos evitado hablar deliberadamente en este blog porque aquí hablamos de ciclismo, no de rumores o personajes mediópatas que después de reconocer en público que su vida fue un fraude se sienten legitimados para hablar sobre la limpieza de los demás. Pero ayer ocurrió algo muy grave en el Tour. Froome fue insultado durante varios momentos de la etapa y unos descerebrados no encontraron mejor modo de encizañar y sembrar dudas sobre la legalidad de sus victorias que arrojarle orina a su paso. Es algo intolerable porque contraviene una máxima que se respeta escrupulosamente en cada carrera, algo que hace distinto al ciclismo del resto de deportes: en la cunetas se aplaude a cada corredor, del primer al último, independientemente de cual sea su nacionalidad o su equipo. 

Por tanto, de aficionados al ciclismo tienen estos tipos que espero que las autoridades policiales pusieran indentificar lo que yo de astronauta. Pero es un asunto grave que debe llevarnos a reflexionar. No porque, como dejó caer ayer sin razón Froome, la prensa esté alentando estas dudas. No podemos echar a nadie en cara que unos tipos cortos de entendederas se acerquen al paso de una carrera ciclista para insultar y agredir a un corredor. La afición al ciclismo es pacífica y respetuosa y la culpa de que existan seres estúpidos probablemente es sólo de la propia estupidez en la que se regodean estas personas. Pero el suceso y todo lo que rodea a Froome y su dominio en este Tour sí invita a una reflexión serena. 

Creo que se pueden extraer algunas pocas conclusiones. Primera, el ciclismo sigue teniendo una incapacidad palmaria de asumir su pasado. Como quiera que todos sabemos que una parte de la última década de nuestro deporte fue un fraude, un gran timo masivo, una jungla sin ley (o casi), no sabemos convivir con esta verdad incómoda. Y esto va desde las dudas sobre cómo recordar a personajes gloriosos del pasado involucrados en casos de dopaje hasta las casillas vacías en el palmarés del Tour en los años de Armstrong, el ciclista que nunca existió, como le llama Jon Rivas. Segundo, el ciclismo sigue acarreando un problema de credibilidad. Es, de largo, el deporte que más esfuerzos hace,voy los lleva haciendo mucho tiempo, para luchar contra la lacra del dopaje, el más comprometido y duro, a veces hasta extremos que en cualquier otro ámbito social resultarían intolerables, como la obligación a los ciclistas de estar localizables continuamente. Pero el sistema sigue generando dudas y eso es responsabilidad del pasado. Armstrong también pasó todos los controles, dicen hoy quienes sospechan de Froome. 

Tercero, no se puede seguir una carrera con la duda siempre acechando. Lo decimos siempre, ¿vamos a dudar siempre del más fuerte? ¿Cuánto tiempo debería haber sacado Froome en la primera etapa de montaña para no generar dudas? ¿Cuántos corredores de su equipo deberían haberse quedado antes? Entraríamos en un bucle surrealista. Dudar por sistema del más fuerte es injusto. Cuarto, es evidente que hay paralelismos entre la fortaleza del Sky y el US Postal de Armtrong en su día. Pero, ¿acaso ahora cada vez que un equipo destaque se dudara sobre su limpieza? Quinto, en algunos medios generalistas se sigue asociando el dopaje con el ciclismo. Continua venciendo más la polémica que lo puramente deportivo, las insinuaciones de Armstrong que las etapas de la carrera. Sexto, esto de dudar por sistema del más fuerte se asemeja a veces a una rabieta de quien lamenta que un ciclista al que no aprecia sea el mejor. Siempre se despierta en parte del público un sentimiento de desprecio al ciclista que domina, aunque sólo sea porque se carga el espectáculo. Pero, insisto, recurrir a las sospechas sobre el dopaje es algo sucio cuando no hay pruebas. 

Séptimo. El ciclismo, todos los que lo forman (corredores, equipo, organizadores de carrera, UCI, federaciones) deben seguir haciendo un esfuerzo por combatir el dopaje y también por explicar que se está actuando con firmeza. Puede que la presencia en el gran pelotón, en las estructuras de los equipos, de corredores asociados a épocas grises de este deporte e implicados en casos de dopaje no sea la mejor forma de hacerlo. Tal vez la comisión de la verdad, que tanto he criticado en el pasado, pueda ser una buena herramienta para sacudirnos el desprestigio. Se debe hacer todo lo posible por ahuyentar a todos los fantasmas del pasado y a malas prácticas de los 90 como la ley del silencio que imperó en algunos círculos. Y octavo, Froome es el líder legítimo e incuestionable de este Tour. Es el más fuerte sin paliativos. Así como nadie dice que un equipo de fútbol que arrasa va dopado hasta a las cejas, no se puede acusar al Sky sin pruebas. Y no existen ni siquiera indicios. Hasta que nadie demuestre lo contrario, Froome es el justo líder y su estado de forma responde a un trabajo formidable de preparación. Si nos entregamos a las dudas sistemáticas, nos cargamos este deporte y seremos injustos. 

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