La Vuelta, fiel a sí misma

 
Enero. Tan clásico como las rebajas, los cambios de regalos con los que los Reyes Magos no estuvieron muy finos y los propósitos para el nuevo año es la presentación del recorrido de la Vuelta Ciclista  a España. Un ritual ya. E, igual de clásico que su celebración, es que se genere el mismo debate sobre los perfiles de las etapas y la línea que la ronda española lleva siguiendo, sin apenas variaciones, porque entiende que es una fórmula de éxito, en los últimos años. Se lo preguntó Pedro Delgado al director deportivo de la carrera, Javier Guillén, cuando este subió al estrado del Palacio de Congresos de Santiago de Compostela a explicar el recorrido. "¿No hay demasiados puertos? ¿Demasiadas etapas iguales?". Guillén defendió que el recorrido es lo que el público desea, como muestra la afluencia de aficionados a cada etapa y las audiencias televisivas. 

Parecen posturas irreconciliables. La de quienes defienden la personalidad propia que está desarrollando la Vuelta y la de los que piden más originalidad en el recorrido, más etapas sin final en alto, por ejemplo, como la penúltima jornada del año pasado en la sierra de Madrid. La de quienes se muestran partidarios del aluvión de finales en alto y los puertos inhumanos y la de quienes creen que no está demostrado que sean ese tipo de etapas las que más espectáculo brinden. Las de los que buscan captar a todo tipo de público y la de los puristas que hablan con cierto desdén de ciclismo Youtube. Es un debate entretenido, pero en el que las posturas están muy alejadas. Y así será siempre, creo. La Vuelta no ha tomado nota de este sector que reclama cambios en su fórmula, pero sí, y esto es muy importante, ha reducido drásticamente los traslados, lo cual será muy bienvenido por los corredores.

Creo que la Vuelta es fiel a sí misma. Entiende que esto es lo que gusta y que está dando resultados. Ciertamente, nadie puede negar que los datos de audiencia, el éxito de las ediciones anteriores y la notable participación, indican que lo están haciendo bien. Primera semana intensa con varios repechos y finales en alto para añadir emoción a la carrera desde el principio. Pocos kilómetros contrarreloj. Muchas etapas que acaban en alto. Sucesión de jornadas montañosas. Varias etapas unipuerto. Jornada exigente en el penúltimo día. Descubrimiento de nuevas ascensiones imposibles que ponen a prueba la capacidad de resistencia de los corredores. Es la fórmula de siempre. La que funciona. La que está otorgando personalidad propia a la Vuelta. 



Comenzará la edición de este año de la ronda española en Ourense. Lo que fue Andalucía en 2015, escenario de la primera semana de carrera, será esta vez Galicia. La Vuelta será norteña, no pisará suelo andaluz esta vez. Discurrirá, sobre todo, por el norte y el Levante. Comienza con una crono por equipos de 29,4 kilómetros donde se marcarán las primeras diferencias. Nada serio. La segunda etapa, con final en la maravillosa localidad de Baiona, será propicia para el sprint. No así la tercera, donde la Vuelta regresa al Mirador de Ézaro. Un muro de 2 kilómetros al 14,1% y con rampas de hasta el 29%. Al día siguiente, nuevo final en alto, en San Andrés de Teixido, de cuarta categoría. La quinta etapa acaba en Lugo y está catalogada como llana, todo lo llana que puede ser una jornada por territorio gallego, que es un constante sube y baja. Igual de rompepiernas serán la sexta y la séptima etapa, ambas por Galicia. 

El segundo fin de semana de carrera regalará dos llegadas en alto, que además enlaza con una jornada el unes previo al primer día de descanso que acaba en los míticos Lagos de Covadonga. Primera sucesión de montaña trascendente para el desenlace de la Vuelta. Seguidos, finales en La Camperona (octava etapa), con rampas de hasta el 28%, aunque será el único puerto del día; el Alto del Naranco (novena etapa) y, Lagos (novena etapa), que además incluye el Fito como aperitivo previo a la ascensión al puerto asturiano, lo que siempre añade dificultad y marca la diferencia cuando la Vuelta rinde visita a la Santina. 

Después del primer descanso, más montaña. Jornada de un suelo puerto con final en Peña Cabarga, con 5,2 kilómetros al 9,2% de desnivel medio, aunque tiene rampas de hasta el 18%. Bilbao regresa a la Vuelta tras aquella inolvidable etapa de 2011 con victoria de Igor Antón. Será meta de la duodécima etapa, día rompepiernas con doble paso por El Vivero. La última será a 13,2 kilómetros de la meta, así que puede ser un día muy atractivo. Igual que el siguiente, que parte de Bilbao y termina en Urdax. Siete puertos seguidos por territorio de Euskadi:  Itziar, Igeldo, Aritxulegi, Argiña... Otsondo, a ocho de meta, será la última ascensión de la jornada. Y la montaña sigue. De hecho, la jornada 14º es sin duda la etapa reina de la Vuelta 2016, una etapa más propia del Tour: Col Inharpu,  Col de La Pierre Saint-Martin,  Col de Marie-Blanque y Aubisque. Casi nada. Aún restará otra etapa de montaña, el domingo, con final en Formigal, y una jornada llana con meta en Peñíscola antes de la tercera semana. 

La última semana de la ronda española presenta no pocos alicientes. Pero quizá el mayor es el descubrimiento del Alto Más de la Costa, puerto inédito de primera categoría sin asfalto y con rampas estratosféricas. Son 4 kilómetros al 12,9% y muros de hasta el 21%. Gandía acogerá la llegada de la siguiente etapa, la 18º, opción para las fugas o los velocistas que hayan llegados vivos hasta estas alturas de la ronda. Después, contrarreloj individual de 39 kilómetros y jornada con cinco puertos (Coll de Rates, Alto de Ebo, Alto de Tolos, Puerto Tudons y Aitana) en el penúltimo día. Para el domingo 11 de septiembre queda el homenaje al ganador por las calles de Madrid que, por segundo día seguido, acogerá también una prueba femenina de un día. 

Guillén reconoció cierta preocupación por la participación en la Vuelta, pues a las dificultades que todos los años presenta el hecho de que la Vuelta es la tercera de las grandes rondas del calendario se suman los Juegos Olímpicos. En todo caso, se mostró convencido de que, un año más, volverá a haber una participación de nivel. Con un criterio, por otro lado, muy razonable: sólo un ciclista ganará el Giro y otro el Tour. Habrá muchos corredores que volverán a buscar en la Vuelta la redención de su temporada o, por qué no, el broche de oro. Veremos. En principio, Mikel Landa, que ayer acudió a un acto de presentación donde los discursos políticos se alargaron más de la cuenta y en el que se rindió un bello homenaje a Pablo Lastras, acudirá a la carrera tras haber liderado al Astana en el Giro. Una Vuelta, en fin, fiel a sí misma que promete espectáculo. 

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