Monumental Van Aert


Qué impresionante final nos ha regalado la Milán-San Remo más rara de la historia. Wout Van Aert, que venía de ganar la Strade Bianche, se ha impuesto por la mínima ante Julian Alaphilippe, el ganador del año pasado, que ha demostrado que su pájara de la prueba de las carreteras blancas fue sólo eso, algo puntual. El ciclistas francés del Deceuninck-Quico Step sigue con su explosividad y su talento de siempre, pero no ha podido ganar a Van Aert, que a sus 25 años consigue el primer monumento de la temporada. Los dos han sido los principales protagonistas de una Milán-San Remo espectacular, sobre todo, por lo vivido en el Poggio de San Remo. 

Más de siete horas llegaban ya pedaleando los corredores cuando llegó el Poggio, el lugar clave de la carrera, donde se suele decidir la Classicissima. Para entonces, la escapada del día ya era historia. Siete componentes tuvo la fuga, incluido el español Héctor Carretero, del Movistar, que fue el primero en perder contacto con el grupo de cabeza. Los otros escapados fueron Mattia Bais (Androni), Manuele Boaro (Astana), Fabio Mazzucco y Alessandro Toneli (Bardiani), Damiano Cima (RusVelo) u Marco Frapporti (Vini Zabú). Más de 260 kilómetros en fuga ha llegado a este Boaro, el que más resistió en cabeza. 

Pero para entonces, para ese momento decisivo del Poggio, la fuga ya había terminado. También para entonces ya se había ascendido la Cipressa, donde quedó claro que Vincenzo Nibali quería mover la carrera. Allí atacó Jacopo Mosca, compañero del tiburón en el Trek, junto a Loic Vliegen. Y allí se movió también, poco después, Giulio Ciccone. Tras un ataque de Daniel Oss (Bora) en el descenso de Cipressa, volvió a atacar Mosca. Y después, en el Poggio, quienes lanzaron el primer demácrale fueron Gianluca Brambilla y Aimé De Gent.

Nibali, ganador de la Milán-San Remo hace dos años, tenía toda la intención del mundo. Pero Alaphilippe, que sufrió un problema mecánico a 30 kilómetros del final pero se reintegró en el grupo, también. Y se lanzó como él suele, a lo campeón, imparable, lanzándose sin que nadie pudiera seguirle. Se marchó en solitario el corredor francés, dando su mejor versión, recordando al Alaphilippe intratable del año pasado. Pero tras él, a un puñado de segundos, a unos pocos metros, estaba Van Aert. Con hambre. Con ambición. Con clase que derrochar. Poderoso. Enorme. Van Aert le dio caza a Alaphilippe en pleno descenso kamikaze del Poggio. Los dos colaboraron lo justo para llegar a meta de la mano y poder disputar la victoria final, pero sin entregar ni un gramo más de fuerza. Por detrás, apretaba el grupo perseguidor, con el resto de grandes favoritos. 

Con sangre fría, se vigilaron Alaphilippe y Van Aert. El grupo se les echaba encima. Pero ellos lo tenían todo controlado. Saltó el francés, portentoso, pero Van Aert midió muy bien las distancias y venció, por la mínima, por media bici. Al entrar en meta, los dos se abrazaron, reconociendo el valor del otro y el gran espectáculo que nos han regalado. Podría haber ganado cualquiera de los dos, pero se llevó el gato al agua el ciclista belga, que suma y sigue. Por detrás, Michael Matthews ganó el sprint del grupo perseguidor, en el que Alex Aranburu firmó un meritorio séptimo puesto. Cuánto echábamos de menos las grandes clásicas, qué emocionante es esta extraña primavera agosteña de la nueva normalidad. Que siga la fiesta. Con prudencia, control de aforos, mascarillas y medidas de seguridad, por favor. 

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