Imponente Démare




En principio, la etapa de hoy estaba destinada a ser lo más parecido a una jornada de transición. Con un perfil totalmente llano, lo previsible era esperar la formación de una escapada, el clásico control de los equipos de los velocistas y un sprint final. Se ha terminado al sprint, sí, pero el día ha estado lejos de ser una jornada tranquila para los ciclistas. Ha sido un día de mucho desgaste, de esos en los que se sufre encima de la bicicleta, de los que también cuentan en las carreras de tres semanas, porque cada esfuerzo importa. Se ha volado, hasta tal punto de que la velocidad media de la etapa (51,23 kilómetros por hora) ha sido la más elevada de la historia del Giro en una etapa en línea. 

Empezó la etapa con una fuga de cuatro ciclistas, sospechosos habituales en este Giro: Simon Pellaud, Thomas De Gent, Marco Frapporti y Josef Cerny. Había aviso de viento en la salida y pronto empezó a aparecer el dios Eolo, con los consiguientes abanicos. Muy pronto, con más de 100 kilómetros para el final, se rompió el grupo, dejándonos esas imágenes impresionantes, realmente bellas para los espectadores y durísimas para los corredores. Varios de los hombres fuertes de la general se vieron cortados. Entre otros, Jakob Fuglsang, Rafal Majka, Pello Bilbao y Domenico Pozzovivo. Más atrás aún se quedó cortado Simon Yates, definitivamente, desconectado de esta carrera. 

En el grupo delantero, que echó abajo pronto la fuga, quedaron el líder del Giro, Joâo Almeida, y el capo de la carrera, Vincenzo Nibali. Al final, tras un esfuerzo demoledor por parte del Astana, el segundo grupo conectó y salvó la situación de emergencia. Pero el día aún tenía reservados nuevos sustos, ya que se registraron varias caídas. La más dura llegó a 45 kilómetros de meta, por culpa de la pancarta que invadía la carretera. En ella se vieron envueltos, entre otros, Filippo Ganna y, otra vez, Pozzovivo. Este es el tipo de cosas que los organizadores de las carreras deberían vigilar de cerca para intentar mejorar. El riesgo era no existe, pero a veces los corredores se exponen a riesgos del todo innecesarios. 

También se quedó cortado en esa caída Ilnur Zakarin, cuyo equipo, el CCC, se puso a tirar a bloque de ese segundo grupo, lo que le permitió reintegrarse en el pelotón. Eso y la estela de los coches, todo hay que decirlo, porque aquí más que hacer la vista gorda se incumplió de forma flagrante la norma, que obligaría a los coches a pararse para no interferir en la carrera y ayudar en exceso a unos ciclistas, por mucho que se hayan visto implicados en una caída.

En el sprint final ganó con enorme autoridad Arnaud Démare. El campeón francés está muy por encima de cualquiera de sus rivales en las volatas. Sagan no pudo ni siquiera intentar ponerse a su altura en el sprint. Es escandaloso el dominio del corredor galo. Si Démare una cuarta etapa igualará a Bernard Hinault como el ciclista francés con las victorias en una misma edición del Giro. Logró cuatro triunfos en la edición de 1982. De momento, con sus tres etapas, Démare iguala lo logrado por Nacer Bouhanni en 2014, por Laurent Jalabert en 1999 y Jean François Bernard en 1988. 

En la general, Almeida sigue líder, pero hubo cambio en la segunda posición, ya que Pello Bilbao se dejó seis segundos en la meta, por lo que Wilco Kelderman se sitúa por delante del ciclista vasco. 


Mañana, octava etapa, con una subida exigente, el Monte Sant Angelo, pero situado demasiado lejos de meta como para ver ataques. Otra historia será, o debería ser, la etapa del domingo por los Apeninos. Día a día. 

Hoy, por cierto, hemos recibido la mala noticia de la suspensión de la París-Roubaix de este año por culpa de la maldita pandemia. Lo primero es antes y la salud está por encima de todo. El año que viene habrá infierno del norte otra vez. 

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