Sócrates en bicicleta

 

Cuenta Guillaume Martin, undécimo en el último Tour de Francia y gran protagonista de la Vuelta, que a muchos periodistas y aficionados les choca encontrarse a un ciclista con la carrera de Filosofía, como es su caso. Para combatir prejuicios, e incluso para demostrar que en el fondo el ciclismo y la filosofía no son mundos tan diferentes, el corredor francés escribió Socrate à vélo (Sócrates en bicicleta). Para eso y para divertirse. Se nota al leer el libro que el autor se divirtió mucho al escribirlo y, lo que es más importante, consigue que el lector también se divierta mucho al leerlo. Es una delicia, un entretenimiento inteligente, una gozada. Por cierto, el libro se puede encontrar, en francés, en la librería Pasajes, a través de la plataforma Todos tus libros


Con una imaginación desbordante, el ciclista del Cofidis fabula un Tour de Francia en el que participan filósofos de todas las épocas. Un Tour que se corre por países y no por escuadras comerciales. Esos corredores, un tal Sócrates, un tal Aristóteles, un tal Platón, son llamados "cyclosophes", mitad ciclistas, mitad filósofos. Hay mucha diversión en la obra, pero también ideas interesantes, reflexiones atractivas de fondo. 

Es hilarante, por ejemplo, ver a Marx llamando a la revolución de los gregarios y rebelándose contra la ley no escrita que dice que las etapas llanas deben resolverse al sprint. O promoviendo un reparto equitativo de los premios entre todos los equipos. Hay escenas deliciosas, como la rueda de prensa de los filósofos griegos anunciando que correrán el Tour y su preparación para la prueba. O ver a Albert Einstein como entrenador del equipo alemán y a Nietzsche participando, cómo no, sin estar adscrito a ningún equipo, yendo por libre, o al equipo francés capitaneado por Sartre

El libro, lo dicho, es divertidísimo, pero va más allá. El planteamiento de Martin es claro: combatir estereotipos y prejuicios sobre el deporte. Medio en broma, medio en serio, se sirve, por ejemplo, de las reflexiones de Flaubert, quien dijo que sólo se puede pensar sentado, y de Nietzsche, que sostenía que sólo las ideas que tenemos cuando estamos en movimiento tienen valor, para defender que el ciclismo reconcilia ambas ideas.  “En el Tour, y en el deporte en general, nos encanta categorizar, etiquetar, generalizar”, escribe el autor, que percibe asombro y miradas de cierta desconfianza cuando cuenta que es ciclista y filósofo, todo a la vez. 

Cuenta el autor del libro que para los griegos, la belleza y el alma eran una misma cosa, el cuerpo y la mente iban unidas. Más tarde, llegó la idea de “mens sana in corpore sano”, y las religiones monoteístas, que separan definitivamente el cuerpo corruptible y el alma eterna. Se prohíben los Juegos antiguos, porque se entiende que animan al paganismo y divinizan a los deportistas. También cita a Descartes (“pienso, luego existo”), y su división entre el cuerpo y la mente. En el siglo XIX se incorpora la educación física a la escuela. “El cuerpo recuperó una cierta dignidad”, cuenta. Y, más tarde, los Juegos modernos, en 1896, promovidos por el barón de Coubertin.

Martin defiende que la inteligencia teórica no es más importante que la práctica. También recuerda el componente artístico del deporte y, por supuesto, pide no juzgar a alguien por su trabajo. Va más allá del deporte y reflexiona sobre lo poco valorados que están los trabajos manuales. Él busca integrar ambas partes, a la manera de los pensadores griegos. 

Su tesis de fin de carrera fue sobre Nietzsche, un filósofo que admira y del que dice que se le suele conocer poco y mal. Según su pensamiento, ganar es el objetivo, no participar.  Y no está mal que así sea, cuenta. Mejor es sublimar las pulsiones animales en el deporte que en otras partes, afirma. A la vez, defiende el ciclismo como una ilusión, como un juego. Entiende la vida como un teatro de marionetas donde cada uno juega su rol. También la escritura es un juego para él, y se nota, para bien. Es una forma de encontrar el equilibrio entre la presión del deporte profesional, del trabajo, y todo lo demás. El autor comparte distintos planteamientos filosóficos entre ellos, la filosofía estoica, que defiende algo tan válido y necesario hoy en día: la importancia de no preocuparse por las cosas que no dependen de nosotros y centrarse en las que sí podemos intervenir. Aplicable al Tour y la vida, a la que tanto se parece. Lo dicho, el libro es delicioso. 

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