Monumental Mohoric





El ciclismo empieza a ser ese deporte en el que compiten corredores de todas las nacionalidades y siempre gana un esloveno. Al dominio de Tadej Pogacar allá donde corre y al gran inicio de temporada de Primoz Roglic se ha sumado hoy un extraordinario Matej Mohoric, que ha logrado el primer monumento de su carrera al imponerse en la Milán-San Remo. La Classicissima, el primer monumento de la temporada, tiene algo especial. Es, no nos engañemos, más bien aburrida las primeras seis horas, pero su media hora final, sobre todo, la ascensión al Poggio y el descenso posterior hasta San Remo, hace que todo lo anterior valga la pena. 


El interés deportivo de las primeras horas de la carrera es inversamente proporcional a la belleza paisajística del recorrido. Sabemos qué no pasará nada, pero da igual, a las nieve y media en punto, por supuesto, ahí estamos, frente al televisor, dispuestos a dejarnos acompañar de fondo con la clásica italiana. Forma parte de su encanto. Por encima de todo, la Milán-San Remo es una prueba de resistencia. Pocas carreras tienen semejante kilometraje. Eso y lo imprevisible del final, siempre abierto a toda clase de desenlaces, con opciones para corredores de todo tipo, hacen de la prueba italiana uno de los momentos con más estrategias posibles. 


Partía la prueba con una amplísima lista de bajas: Alaphilippe, Ewan, Stuyven, Degenkolb, Naesen, Colbrelli, Lampaert, Ballerini y Bennett, entre otros. Pese a ello, las expectativas estaban disparadas. Motivos no faltaban. Pogacar anunció que iría a por todas, como siempre, como cada carrera en la que participa. Y, además, Van der Poel decidió comenzar aquí su temporada de ciclismo en ruta. Dijo que no venía a disputar, pero el corredor neerlandeses es de esos que no saben ponerse un dorsal y no buscar la victoria. Igual que el propio Pogacar. Ellos dos y Van der Poel, quizá el gran favorito, centraban todas las miradas. 


La escapada del día se formó casi de salida con Filippo Conca, Yevgeniy Gidich, Samuele Rivi, Diego Sevilla Lopez, Filippo Tagliani, Alessandro Tonelli, Artyom Zakharov y Ricardo Zurita. De ellos, Rivi y Tonelli fueron los que más tiempo resistieron en cabeza, aunque en ningún momento pudieron soñar con ganar la carrera. Ni el Capo Mele, ni el Capo Cervo ni el Capo Berta dejaron ataque en el grupo principal. Cuando llegó la Cipressa, el Jumbo-Visma y el UAE aceleraron la marcha en esa ascensión y redujeron el grupo a menos de una treintena de ciclistas. Entre ellos, por cierto, no estuvo Sagan, que sufrió un problema mecánico en el peor momento posible, justo antes de esta subida. 


Con el Poggio, como siempre, llegó el espectáculo. Lo hizo de la mano de Pogacar. A 8 kilómetros atacó el corredor del UAE, pero Van Aert y Van der Poel cerraron el hueco. El esloveno nunca se rinde, así que volvió a atacar 400 metros más allá, y en onces se pegó a su rueda Aranburu. Aún lanzó un tercer ataque, que tampoco cuajó, y un cuarto demarraje, a 6,6 kilómetros. Incansable Pogacar, lo probó una y otra vez, pero sin conseguir romper el grupo. Quien sí lo logró, aunque de forma fugaz, fue Kragh Andersen. Lanzó un fuerte ataque que sólo siguieron Pogacar, Van Aert y Van der Poel. Abrieron una ligera diferencia los cuatro, pero terminaron siendo cazados.  


En la bajada del Poggio atacó Mohoric en el momento justo. Fue de esos demarrajes en los que parecía claro que nadie lo alcanzaría. Fue una apuesta valiente, excepcional. Atacó con mucha fuerza y se la jugó en cada curva, apurando al milímetro. Fue muy valiente y llegó a meta con la ventaja justa para convertirse en el primer esloveno en ganar la Milán-San Remo, la victoria más importante de su vida, y eso que tiene victorias en las tres grandes vueltas. Su descenso del Poggio de hoy pasa sin duda a la historia centenaria de esta carrera. Turgis y Van der Poel le acompañaron el el podio. Desde 2016, la Classicissima no termina al sprint. 

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