Evenepoel se resarce a lo campeón





Se conoce de verdad a los grandes campeones mucho más en sus malos momentos en los buenos. Es infinitamente más importante la forma en la que se reponen de sus derrotas que el modo en el que vencen cuando todo les va a favor y son muy superiores a sus rivales. La grandeza real de un campeón se pone a prueba cuando vienen mal dadas. Ayer, Remco Evenepoel perdió media hora en la etapa reina de la Vuelta, por lo que se despidió por completo de cualquier opción de revalidar el título de vencedor de la carrera. Hoy el ciclista belga ha hecho lo único que se puede esperar de un gran campeón como él: atacar, resarcirse y lograr una sensacional victoria en solitario tras ir dejando atrás a todos sus compañeros de fuga; el último, el consumado escalador Romain Bardet.


Evenepoel da siempre la sensación de correr en contra de sus detractores, de las dudas en torno a su capacidad de afrontar carreras de tres semanas con garantías. Corre para demostrarse a sí mismo y demostrar a los demás de lo que es capaz. Con rabia y con una eterna ambición, con una constante voluntad de dejar clara una y otra vez su grandeza. Hoy al entrar en meta triunfal ha llorado de emoción. No era una simple victoria de etapa, no ha sido un triunfo más. Con esa reacción ha demostrado cuánto lo necesitaba tras la decepción de ayer. Necesitaba demostrar a todos, empezando por él mismo, que es capaz de brillar en una exigente jornada de montaña, que lo de ayer fue sólo un mal día, una pájara, porque él también es humano. 


En la entrevista en meta ha contado que tras lo ayer pasó mala noche, con pensamientos negativos en la cabeza, y que apenas había podido dormir. Hoy se dijo que tenía que salir a dar lo mejor de sí mismo. 


Creo que más a ningún otro campeón de esta generación de oro del ciclismo le ocurre a Evenepoel esa necesidad constante de reivindicarse. Siente que no se le valora lo suficiente, que sus errores se perdonan menos que los del resto. Da la impresión de que el propio Evenepoel necesita ponerse a prueba a sí mismo, demostrarse que es ese enorme ciclista que sin duda es, y que también puede ser un hombre de carreras de tres semanas. El año pasado ganó la Vuelta, pero esta temporada se tuvo que retirar del Giro por culpa del Covid y ayer se despidió de sus opciones de revalidar el título en la carrera española, así que era urgente lograr una victoria, alzar los brazos, resarcirse de la decepción previa. Dicho y hecho. A lo campeón. También se ha puesto líder de la clasificación de la montaña. 


La victoria de Evenepoel ha sido lo mejor de un día que, por lo demás, no ha dejado novedades en la clasificación general. Y no porque los rivales del todopoderoso Jumbo-Visma no lo hayan intentado. El Emirates de Juan Ayuso imprimió un ritmo exigente al frente del pelotón para intentar endurecer la carrera y poner en aprietos al conjunto neerlandés. No lo logró en absoluto. En la ascensión a Larrau, a más de 50 kilómetros de la meta, atacó Ayuso, muy valiente, pero el tercero del Jumbo que acapara el podio de la carrera (Sepp Kuss, Primoz Roglic y Jonas Vingegaard) ni se inmutó. El grupo principal se redujo, pero poco más, y de cara a la ascensión final el Jumbo volvió a poner su ritmo y devolvió el orden, su orden, a la carrera.


Además de Evenepoel y Bardet, que es el que más aguantó a la rueda del belga hasta que reventó a falta de cuatro kilómetros para la meta, los otros componentes de la fuga del día fueron Juanpe López (Lidl Trek), Caruso (Bahrein), Kämna (Bora), Rui Costa (Intermarché), Oliveira (Movistar), Rubén Fernández (Cofidis), Petilli (Intermarché), Storer (Groupama), Castroviejo (Ineos), Quinn (EF), Van Eetvelt (Lotto Dstny),  Vauquelin (Arkea), Nicolau (Caja Rural), Johansen (Internarché), Ledanois (Arkea), Gehbreigzabhier (Lidl-Trek), Bissegger (EF), Groves (Alpecin), Carvalho (Cofidis), Gradek (Bahrein), Davy (Groupama) y Dainese (DSM).




Todo apunta a que la etapa de mañana, ya la decimoquinta, entre Pamplona y Lekuberri, será también propicia para una fuga. Los ciclistas subirán dos veces el Puerto de Zuarrate en la parte final de la etapa. Es una ascensión de segunda categoría con 7,3 kilómetros de subida y una ascensión media del 4,8%. 

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