Por amor al ciclismo

Los amantes del ciclismo le debemos a Ainara Hernando gratitud por sus exquisitas crónicas en Ciclismo a fondo, por sus personales entrevistas y, desde hace unos meses, también por el delicioso libro Por amor al ciclismo. Su primera obra, confiemos en que no la última. Ese mismo hilo conductor que parecen guiar sus artículos y entrevistas, la búsqueda de la precisión en cada adjetivo, el cuidado del estilo con una prosa literaria, alimentada por la búsqueda de las historias personales que esconde cada ciclista, cada situación de carrera, atrapa al lector desde la primera línea de este libro, que en realidad son diez libros a la vez, diez pequeñas biografías, diez destellos sobre la vida de sendos grandes ciclistas, de su infancia, de sus sueños cuando de niños se les iluminaba la cara con una bicicleta. 

El estilo de la obra, prodigioso, literario, envidiable, cautiva. Las historias, fascinan. Consigue la autora que a partir de ahora veamos a todos los grandes campeones que aparecen en su obra con otros ojos, porque gracias a ella conocemos más sobre sus vidas, sobre el camino recorrido para llegar hasta aquí, sobre su infancia, sobre sus manías o costumbres. Es un trozo de vida, de muchas vidas, un pedacito de las vidas de Cadel Evans, Óscar Freire, Chris Froome, Chris Horner, Vincenzo Nibali, Nairo Quintana, Joaquim Rodríguez, Peter Sagan, Rigoberto Urán y Alejandro Valverde. También aparecen en el libro Markel Irizar, con un maravilloso prólogo, y Alberto Contador, quien también narra en primera persona cómo fue el inicio de su suelo, de su amor por el ciclismo, de su carrera encima de una bicicleta. 

Detrás de cada ciclista hay una persona con sus preocupaciones, sus inquietudes familiares, su pasado a cuestas. Es una obviedad, pero que a veces olvidamos. A veces sólo vemos al gran velocista que se impone al sprint o al escalador que rompe a sus rivales en las grandes cimas. A veces seguimos las carreras como si los titanes que nos hacen volar con sus hazañas fueron robots o personajes de un videojuego. Y sin embargo, obvio, son personas. Personas que pueden llegar a su carrera preocupados por la salud de un familiar, por ejemplo. O animados por ganar una apuesta o vencer un reto. O doloridos, o cansados. Quién sabe. Mil cosas. Ainara Hernando, como digo, siempre nos acerca a esas historias personales, siempre desentraña lo que hay detrás de cada triunfo deportivo, lo que está escondido, lo que no salta a la vista. En esta obra echa a volar su talento narrador y lo pone al servicio de las vidas de estos diez grandes ciclistas. El resultado, ya digo, que a partir de ahora los veremos diferentes, tendremos una visión más certera de ellos. 

Todos los relatos son muy atractivos. Como es natural, por las preferencias de cada cual, gustará o interesará más esta o aquella historia. Pero todas nos muestran a esos grandes ciclistas que dominan el pelotón internacional cuando eran niños, cuando dieron sus primeras pedaladas. Asombra la infancia de Chris Froome en Nairobi, un joven travieso que encontró en la bicicleta una herramienta para canalizar sus sueños e ilusiones. En todos los casos se recalca la libertad que concede la bicicleta, cómo el sentir el aire en la cara, ese rodar hacia delante con el impulso de tus propias fuerzas, da libertad, quizá por primera vez en la vida de todo niño. De ahí la grandeza del ciclismo que, en el fondo, está captado en toda su esencia en cada niño que deja los ruedines y consigue rodar en bicicleta por primera vez, dispuesto a explorar mundos y a vivir aventuras. 

En el libro nos trasladamos también a Colombia con las vidas de Nairo Quintana y Rigoberto Urán. Nada sencillas. No lo tuvieron fácil. "Si en mi infancia lo hubiera tenido todo, ahora no estaría aquí", afirma el ganador del Giro de Italia. Nairo vivía en una familia humilde y ayudaba a sus padres como vendedor ambulante. La bicicleta le dio la opción de traslardarse más rápido a la escuela, tan rápido que asustaba a las vecinas por la velocidad que alcanzaba en las caídas. En el caso de Rigoberto Urán, se narra la tremenda historia de su padre, que fue asesinado por los paramilitares. Urán empezó a rodar en bicicleta por ir a montar con su padre. A él le dedica cada victoria, por él siguió con su exitosa carrera. 

El capítulo de Alejandro Valverde, al diferencia del resto, se centra menos en su infancia y más en el duro parón que el corredor murciano tuvo que cumplir en su carrera a causa de la sanción por su presunta implicación en la Operación Puerto. Se cuenta cómo el ciclista sacó fuerzas y siguió entrenando durante todo ese tiempo a pesar de no tener la motivación de prepararse para una carrera. Regresó triunfal, como es él, como sólo sabe ser. Bala Verde, le llamaban en categorías inferiores. El Imbatido. Manoli y Manuel, los padres de Joaquim Rodríguez, rememoran su infancia, la disciplina impuesta, pero también su cariño hacia sus hijos y su empeño en que hicieran deporte

Reconozco que siento especial devoción, y no será una sorpresa para los lectores del blog, por Vincenzi Nibali y Peter Sagan. Así que, sí, sus capítulos han sido quizá los que más me han gustado. Cómo no reír con el travieso Vincenzo de niño, con las mil y una trastadas. Con ese chaval soñando despierto al ver en el videoclub de su padre las escenas de los grandes momentos del Giro de Italia, algo así como el personaje de Cinema Paradiso, Nibali no ha dejado de ser ese niño que sueña en grande, que adora el ciclismo, al que el descubrimiento infantil de la bici le cambió la vida. Su apego por Sicilia, a donde vuelve siempre que puede. La entrega de sus padres, que le acompañaron en cada carrera. Los padres, los otros grandes protagonistas, por cierto, de esta tierna obra. Siempre ahí, al lado del sueño y las ilusiones de sus hijos. 

Peter Sagan, el joven que nunca se ha acostumbrado a perder, que quiere ganar, ganar y ganar. El ciclista eslovaco, perla del ciclismo mundial, al que nadie se atreve a ponerle techo, aunque eso a él no le agrade demasiado que se lo pregunten siempre en las entrevistas, según leemos. De niño practico todos los deportes, pero el ciclismo le enganchó como ninguno. Primero, el ciclismo de montaña, donde no tenía rival. Después, la carretera, cuando vio que su punta de velocidad le permitiría disputar grandes logros. Se ve cómo sufrió Sagan al viajar a Italia, donde nada del idioma entendía. Cómo ideó celebrar cada victoria con un show, después de que, de niño, al acompañar a su hermano a una carrera, no entendiera la sosa celebración del ciclista que batió a su hermano. Un brazo arriba, y nada más. Ya llegaría él para celebrar cada victoria de un modo peculiar, como su admirado piloto Valentino Rossi. Relata la autora el talento de Sagan, su capacidad de divertirse encima de la bicicleta. 

Peculiar es la vida de Chris Horner. Desde aquel joven al que no seleccionaron en ningún equipo y que, ni corto ni perezoso, decidió pagarse él la licencia y correr con un maillot blanco hasta aquel otro, ya adulto, que responde al ultimátim de su esposa, o el ciclismo o yo, que, por supuesto, lo primero. Aquel hippie de la bicicleta que recorrió Estados Unidos en una caravana para llegar el primero a las carreras. Aquel ciclista atípico, ganador de la Vuelta 2013, que antes de cada carrera se comía una gran hamburguesa, cuanto más calórica, mejor, mientras que sus compañeros se alimentaban con pasta, esa dieta estricta de los corredores. Si alguien refleja el amor al ciclismo que da título a esta obra es, sin duda, Horner. También otro veterano, Cadel Evans, del que, por cierto, descubrimos que tiene pensado correr el camino de Santiago ahora que se ha retirado. 

El libro acaba con el capítulo dedicado a Óscar Freire. La autora exhibe su talento a la hora de describir con belleza y exquisita prosa cada sprint de los tres Mundiales que ganó el cántabro, un ciclista único en la historia de nuestro país, una leyenda viva. Por supuesto, no podían faltar los memorables despistes de Freire, que según cuenta la autora eran, para los que lo conocían, señal de que estaba en plena forma antes de esos Mundiales o esas Milán-San Remo que conquistó para el ciclismo español, siempre haciendo la guerra por su cuenta en sus respectivos equipos. Un tipo único. Explica Ainara Hernando que fue difícil el periodo de escritura de esta maravillosa obra, que hubo momentos de desánimo. Los lectores le agrademos mucho que siguiera adelante, que cruzara la meta y que lo hiciera de forma tan brillante. Un libro muy recomendable de Cultura Ciclista para todos los que compartimos el amor al ciclismo. Justo es agradecer, una vez más, a esta editorial que siga apostando por editar grandes obras como esta que tanto os hace disfrutar al compartir dos grandes pasiones, la literatura y el ciclismo. 

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