Recuerdos ciclistas (VIII): El Mundial de Ponferrada

Son dos los Mundiales de ciclismo que se han disputado en España desde que soy seguidor de este deporte y, naturalmente, los dos los viví en directo. Ya dediqué al Mundial de Madrid de 2005 uno de estos recuerdos ciclistas con los que queremos que pase más rápida la cuarentena para combatir desde nuestras casas al coronavirus. Hoy toca hablar de Ponferrada 2014, que nos regaló otro día glorioso de ciclismo, un día lleno de color, con multitud de público de todos los países, con la pasión propia del día más importante del año ciclista. 


Guardo un magnífico recuerdo de aquel fin de semana, en el que nos hospedamos en León porque no había alojamiento disponible, y mucho menos a un precio razonable, en Ponferrada. Creo que, en parte, León es una ciudad que me gusta tanto, precisamente, por ese fin de semana, porque inevitablemente asocio la ciudad a aquel Mundial, a aquella alegría infantil de ver los autobuses de los equipos en las puertas de los hoteles, de esperar con nervios el gran día, de seguir desde cerca, al ladito, la actualidad de un Mundial que esta vez no viviría a lo lejos ni por televisión, sino pegado la carretera. 

Cogimos el primer bus desde León a Ponferrada, para coger sitio, para no perder detalle, y dejamos las maletas en la consigna de la estación, relativamente cerca del circuito. El ambiente era espléndido desde primera hora de la mañana, o así lo recuerdo. Caravanas con seguidores de distintos países, puestos de bocadillos y bebida a cada paso, más y más coches de periodistas y de las distintas selecciones. Fueron pasando los minutos, las horas. Una y otra vuelta. Cada vez, con menos integrantes en el grupo y con más público por todas partes. Con ataques de valientes que sabían que poco podían hacer, con el trabajo de la selección de Polonia casi desde el principio, con las cunetas llenándose de más y más gente. 

Releyendo hoy la crónica que escribí de aquel día constato que Michal Kwiatkowski no ha llegado tan lejos como muchos suponíamos entonces. Esperábamos más de él, sin desmerecer su clase y el trabajo que ha hecho en el Ineos los últimos años. Esperábamos lo máximo y ese día de septiembre de 2014 muchos pensábamos en Ponferrada que habíamos asistido a la consagración definitiva del corredor polaco, llamado a grandes logros, sin techo  la vista. 

Por cierto, es al leer la crónica cuando confirmo que el día comenzó con lluvia. Prometo que había borrado ese detalle de mi mente, así que sigo leyendo. Leo que sólo en las últimas vueltas los más madrugadores nos vimos rodeados de muchísimas personas que querían seguir in situ el desenlace de la prueba. Leo que fue Italia la que endureció la carrera a falta de 70 kilómetros para el final y que Dani Navarro entró en un corte. Leo que Australia, que trabajada para Gerrans, y Francia, que tenía como líder a Bouhanni, asumieron el trabajo de echar abajo la escapada. Y leo, aunque esto ya no necesito leerlo en la crónica porque lo recuerdo perfectamente, que Kwiatkowski atacó, valiente e inteligente, en el descenso, antes de que llegara la ascensión final al Mirador

El corredor polaco dio caza a los fugados, primero, y se marchó en solitario, después. Nadie le dio caza y Alejandro Valverde, la baza española en aquel Mundial, como en tantos otros, se llevó la medalla de bronce. Al volver a la estación de bus, para regresar ya a Madrid, aún tuve tiempo para felicitar a aficionados polacos, exultantes, que celebraban la imponente victoria de Kwiatkowski. 

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